puga puga
Bovino de alcurnia
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- 2 Jun 2009
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El Puente Y La Lluvia
Aquí les comparto otro relato que me encontré, que me pareció interesante y lleno de erotismo, totales créditos a su autora: ALEXIA
Llovía. Un día ideal para nuestras perversas aventuras. El sonido de las gotas golpeaba el pavimento. Observaba ese panorama desde el interior de un bar discreto y romántico, en el que me encontraba esperándolo, sentada al lado del ventanal que daba hacia la calle por la cual él solía venir.
Lo percibo a lo lejos apurando el paso, esquivando gente, mujeres con paraguas y bolsos de compras, hombres con impermeables y maletines, chicos con mochilas; ninguno era obstáculo para impedirle llegar rápidamente hasta mí.
Los metros pasaban y las distancias se acortaban. Llegó, me buscó con la mirada y rápidamente encontró mi sonrisa. Yo llevaba puesto un impermeable azul, anudado a la cintura y esas botas de tacón que tanto le gustaban.
Me besó, premiando la espera y su prisa por llegar hasta ahí. Percibió un brillo pícaramente juguetón en mi mirada, eso sabía que lo intrigaba, pero no preguntó, a tu tiempo develaría mi secreto, me conocía a la perfección, sabía que solía hacer esas cosas.
Pedimos un café, y mientras lo preparaban me contó cómo había estado su día, lo escuchaba con atención, pero no podía de dejar de mirarlo con una sonrisa seductoramente maliciosa, la cual le daba otro mensaje.
Veía su cara de sorpresa y cierta confusión y antes de que dijera algo me acerqué a su oído y de una manera muy sensual le dije que no llevaba nada debajo del impermeable... Le tomé una de sus manos para que lo comprobara.
Su corazón se detuvo por un instante y con él el mundo que había a nuestro alrededor. Sentía mi piel desnuda, y un relámpago de excitación nos recorrió al mismo tiempo por todo nuestro cuerpo. Eran las 20:30 horas de un día lluvioso y fresco.
Canceló el café y me invitó a caminar. Salimos bajo la lluvia. Abrí mi paraguas y nos refugiamos bajo él. Nuestros cuerpos iban muy pegados pudiendo él sentir el mío bajo mi impermeable. Dejamos el bullicio de la calle principal rumbo a otras más tranquilas.
- “Pensar que hiciste todo ese viaje para venir a verme hasta acá… así, sólo vestida con tu impermeable me invade de oleadas de deseo.” Me comenta suavemente.
A medida que nos alejábamos del centro, el sonido de la lluvia se hacía más notorio, interrumpido solamente por algún auto que pasaba. Íbamos caminando por la calle paralela a las vías del ferrocarril.
Intrigada le pregunté: “¿A dónde vamos amor?”
- “Ya lo averiguarás a su tiempo,” me responde con una sonrisa cómplice.
Y casi antes que terminara de decirlo llegamos a una calle que se cortaba en las vías, silenciosa y solitaria, solo con un puente que pasa sobre ella que une los dos lados de la ciudad... Eran las 20:45 horas. Seguía lloviendo y eso nos excitaba más aún.
Me tomó de la mano y me llevó debajo del puente, nos detuvimos detrás de una columna, cerré mi paraguas y lo miré. Nuestros ojos brillan, buscamos nuestras bocas, no necesitamos decirnos nada. Sus manos desataron el lazo de mi impermeable, y desabrocho uno a uno los botones.
Buscó mi cuello y lo besó apasionadamente recorriéndolo por completo. Por un instante dejó de hacerlo sólo para contemplarme toda desnuda... Lo tomé de las manos para que vuelva a mí, y poder tocar tu cuerpo. Su boca siguió con lo que tenía pendiente.
Una de sus manos buscó mis pechos y la otra mi sexo, cada una tenía vida propia, sabían bien dónde dirigirse. Mis manos hicieron lo mismo con su cuerpo, quería sentirlo por completo. Desabroché su camisa, y su pantalón, deseaba su piel.
Su boca se apodero de mi oreja, su lengua jugaba con ella, mientras su mano se hundía en mi sexo húmedo. Acaricié cada vez más fuerte su miembro, mis manos lo masturbaban, sus jadeos eran cada vez más intensos. La lluvia continuaba y nuestros deseos de poseernos iban en aumento.
Se acercó a mi oído y me susurró, “quiero cogerte aquí mismo.”
- “¡Por favor hazlo ya!” Le suplico.
Mis caricias habían dejado listo a su pene para que me penetrara, y de un solo golpe me clava hasta lo más profundo...
- “¡Así cógeme toda!” Me salió desde el alma.
- “Tu pedido será cumplido sin compasión ni miramiento,” me dijo esbozando una sonrisa.
Me penetró una y otra vez así, bárbaramente, fuertemente, casi brutal. Me afirmó contra la columna, mi impermeable se agitaba a sus embates y su boca hacía estragos en mi cuello. Voltee la cabeza hacia un costado para que lo mordiera todo.
Cada penetración era un gemido, un suspiro. Cada penetración era una mordida, cada mordida una succión. Me marcó toda para que todos supieran que era suya, que le pertenecía por completo. Gritos de placer escapaban de mi boca con cada penetración profunda que recibía.
Más le pedía, más me daba.
Los autos pasaban por el puente que estaba sobre nosotros, nuestros gritos de placer se aunaban confundiéndose con el ruido de la calle. Me clavó una y otra vez contra esa columna, como si quisiera traspasarme. Y cada vez que me clavaba más se aproximaba el momento de llegar al éxtasis.
- “Quiero acabar contigo,” le digo ya de manera intensa. Lo sentía muy hinchado dentro de mí.
Se acercó nuevamente a mi oído, y con la respiración agitada y la voz entrecortada me dice: “¡Te voy a dar mi leche ahora!”
Y sin demorase me inundo en medio de un grito de placer. Pero no se detuvo, quería darme más.
- “¡Sigue llenándome de leche!” Le grité. “¡Inúndame por favor!”
Y más me da, otro chorro me inunda. Paró por un instante para darme vuelta y ponerme de espaldas a él, apoyé mis manos en la columna y corrí el impermeable a un lado. Me abrió y volvió a penetrarme como cuando habíamos empezado, de un golpe.
Lo sentí y enloquecí. Mi cola emitía un chasquido a cada golpe suyo. El sonido nos excitaba aún más. Me movía al compás de su cuerpo, sentía que iba a acabar otra vez… y un tercer chorro me llenó. Así, empapado y lubricado por nuestros jugos sacó su pene y lo apoyó sobre mi ano y comenzó a penetrarlo.
Sentía como se dilataba y como mi cuerpo se tensaba frente a la invasión. Pero lo quería más dentro de mí y ayudé para eso empujando mi cuerpo hacia él. Me penetró duro total y limpiamente, me dio tan duro como lo había hecho momentos antes.
Me clavaba con saña y con deseo. Sus testículos golpeaban contra mi sexo en cada embestida. La lluvia no cesaba, ya no se escuchaban autos ni colectivos pasar, solo nuestros gemidos y el ruido de nuestros cuerpos.
Era momento de llenarme nuevamente. Lo estaba esperando, lo deseaba. Los movimientos se hicieron más intensos, y en medio de un gemido profundo acabó en mí, llenándome con toda su leche. Era tal la excitación que me producía, que llegué una vez más con él.
Salió de mi interior, me dio vuelta, se arrodilló para besar y lamer mi sexo. Sus jugos y los míos se mezclaron en su boca. No podía evitar gemir en ese momento al sentirlo, era demasiado placer el que estaba recibiendo.
- “Deseo probarte amor,” le dije.
Me miró, se incorporó y buscó mi boca. Nos unimos en un beso profundo e intenso, tan intenso como lo que nos habíamos dado al comienzo. Su lengua buscaba la mía y comenzaron su amoroso esgrima. El contenido de su boca se derramó en la mía.
Lo saboree al tiempo que el abrazaba mi cuerpo desnudo por debajo del impermeable. Mis manos acariciaban su pene. La lluvia continuaba. Quería limpiar todo su miembro con mi boca para que no quedara rastro de nada.
Bajé por su cuerpo hasta llegar a él, mi lengua comenzó a lamerlo lentamente, mi boca deseaba chuparlo y así lo hice. Se sentía delicioso, lo bañe con la humedad de mi lengua al tiempo que mis labios lo iban secando.
Lo devoré una vez más, deliraba con el placer que le estaba dando, su miembro lo delataba. La lluvia no cesaba, y nosotros seguíamos dándonos placer y amor. Nada nos importaba, solo existíamos nosotros dos.
Lentamente nos recuperamos, nos vestimos sin apuros, deleitándonos con nuestros cuerpos aun desnudos. Abrochó los botones de mi impermeable, anudó el lazo, nos miramos intensamente sin decirnos nada ¿para qué? si ya nos habíamos dicho todo. Todo y más. Nuestros cuerpos habían hablado por nosotros.
Nos fuimos, miramos hacia atrás para despedirnos del lugar, caminando sin rumbo incierto sabiendo que en algún otro momento nos volvería a unir...
Aquí les comparto otro relato que me encontré, que me pareció interesante y lleno de erotismo, totales créditos a su autora: ALEXIA
Llovía. Un día ideal para nuestras perversas aventuras. El sonido de las gotas golpeaba el pavimento. Observaba ese panorama desde el interior de un bar discreto y romántico, en el que me encontraba esperándolo, sentada al lado del ventanal que daba hacia la calle por la cual él solía venir.
Lo percibo a lo lejos apurando el paso, esquivando gente, mujeres con paraguas y bolsos de compras, hombres con impermeables y maletines, chicos con mochilas; ninguno era obstáculo para impedirle llegar rápidamente hasta mí.
Los metros pasaban y las distancias se acortaban. Llegó, me buscó con la mirada y rápidamente encontró mi sonrisa. Yo llevaba puesto un impermeable azul, anudado a la cintura y esas botas de tacón que tanto le gustaban.
Me besó, premiando la espera y su prisa por llegar hasta ahí. Percibió un brillo pícaramente juguetón en mi mirada, eso sabía que lo intrigaba, pero no preguntó, a tu tiempo develaría mi secreto, me conocía a la perfección, sabía que solía hacer esas cosas.
Pedimos un café, y mientras lo preparaban me contó cómo había estado su día, lo escuchaba con atención, pero no podía de dejar de mirarlo con una sonrisa seductoramente maliciosa, la cual le daba otro mensaje.
Veía su cara de sorpresa y cierta confusión y antes de que dijera algo me acerqué a su oído y de una manera muy sensual le dije que no llevaba nada debajo del impermeable... Le tomé una de sus manos para que lo comprobara.
Su corazón se detuvo por un instante y con él el mundo que había a nuestro alrededor. Sentía mi piel desnuda, y un relámpago de excitación nos recorrió al mismo tiempo por todo nuestro cuerpo. Eran las 20:30 horas de un día lluvioso y fresco.
Canceló el café y me invitó a caminar. Salimos bajo la lluvia. Abrí mi paraguas y nos refugiamos bajo él. Nuestros cuerpos iban muy pegados pudiendo él sentir el mío bajo mi impermeable. Dejamos el bullicio de la calle principal rumbo a otras más tranquilas.
- “Pensar que hiciste todo ese viaje para venir a verme hasta acá… así, sólo vestida con tu impermeable me invade de oleadas de deseo.” Me comenta suavemente.
A medida que nos alejábamos del centro, el sonido de la lluvia se hacía más notorio, interrumpido solamente por algún auto que pasaba. Íbamos caminando por la calle paralela a las vías del ferrocarril.
Intrigada le pregunté: “¿A dónde vamos amor?”
- “Ya lo averiguarás a su tiempo,” me responde con una sonrisa cómplice.
Y casi antes que terminara de decirlo llegamos a una calle que se cortaba en las vías, silenciosa y solitaria, solo con un puente que pasa sobre ella que une los dos lados de la ciudad... Eran las 20:45 horas. Seguía lloviendo y eso nos excitaba más aún.
Me tomó de la mano y me llevó debajo del puente, nos detuvimos detrás de una columna, cerré mi paraguas y lo miré. Nuestros ojos brillan, buscamos nuestras bocas, no necesitamos decirnos nada. Sus manos desataron el lazo de mi impermeable, y desabrocho uno a uno los botones.
Buscó mi cuello y lo besó apasionadamente recorriéndolo por completo. Por un instante dejó de hacerlo sólo para contemplarme toda desnuda... Lo tomé de las manos para que vuelva a mí, y poder tocar tu cuerpo. Su boca siguió con lo que tenía pendiente.
Una de sus manos buscó mis pechos y la otra mi sexo, cada una tenía vida propia, sabían bien dónde dirigirse. Mis manos hicieron lo mismo con su cuerpo, quería sentirlo por completo. Desabroché su camisa, y su pantalón, deseaba su piel.
Su boca se apodero de mi oreja, su lengua jugaba con ella, mientras su mano se hundía en mi sexo húmedo. Acaricié cada vez más fuerte su miembro, mis manos lo masturbaban, sus jadeos eran cada vez más intensos. La lluvia continuaba y nuestros deseos de poseernos iban en aumento.
Se acercó a mi oído y me susurró, “quiero cogerte aquí mismo.”
- “¡Por favor hazlo ya!” Le suplico.
Mis caricias habían dejado listo a su pene para que me penetrara, y de un solo golpe me clava hasta lo más profundo...
- “¡Así cógeme toda!” Me salió desde el alma.
- “Tu pedido será cumplido sin compasión ni miramiento,” me dijo esbozando una sonrisa.
Me penetró una y otra vez así, bárbaramente, fuertemente, casi brutal. Me afirmó contra la columna, mi impermeable se agitaba a sus embates y su boca hacía estragos en mi cuello. Voltee la cabeza hacia un costado para que lo mordiera todo.
Cada penetración era un gemido, un suspiro. Cada penetración era una mordida, cada mordida una succión. Me marcó toda para que todos supieran que era suya, que le pertenecía por completo. Gritos de placer escapaban de mi boca con cada penetración profunda que recibía.
Más le pedía, más me daba.
Los autos pasaban por el puente que estaba sobre nosotros, nuestros gritos de placer se aunaban confundiéndose con el ruido de la calle. Me clavó una y otra vez contra esa columna, como si quisiera traspasarme. Y cada vez que me clavaba más se aproximaba el momento de llegar al éxtasis.
- “Quiero acabar contigo,” le digo ya de manera intensa. Lo sentía muy hinchado dentro de mí.
Se acercó nuevamente a mi oído, y con la respiración agitada y la voz entrecortada me dice: “¡Te voy a dar mi leche ahora!”
Y sin demorase me inundo en medio de un grito de placer. Pero no se detuvo, quería darme más.
- “¡Sigue llenándome de leche!” Le grité. “¡Inúndame por favor!”
Y más me da, otro chorro me inunda. Paró por un instante para darme vuelta y ponerme de espaldas a él, apoyé mis manos en la columna y corrí el impermeable a un lado. Me abrió y volvió a penetrarme como cuando habíamos empezado, de un golpe.
Lo sentí y enloquecí. Mi cola emitía un chasquido a cada golpe suyo. El sonido nos excitaba aún más. Me movía al compás de su cuerpo, sentía que iba a acabar otra vez… y un tercer chorro me llenó. Así, empapado y lubricado por nuestros jugos sacó su pene y lo apoyó sobre mi ano y comenzó a penetrarlo.
Sentía como se dilataba y como mi cuerpo se tensaba frente a la invasión. Pero lo quería más dentro de mí y ayudé para eso empujando mi cuerpo hacia él. Me penetró duro total y limpiamente, me dio tan duro como lo había hecho momentos antes.
Me clavaba con saña y con deseo. Sus testículos golpeaban contra mi sexo en cada embestida. La lluvia no cesaba, ya no se escuchaban autos ni colectivos pasar, solo nuestros gemidos y el ruido de nuestros cuerpos.
Era momento de llenarme nuevamente. Lo estaba esperando, lo deseaba. Los movimientos se hicieron más intensos, y en medio de un gemido profundo acabó en mí, llenándome con toda su leche. Era tal la excitación que me producía, que llegué una vez más con él.
Salió de mi interior, me dio vuelta, se arrodilló para besar y lamer mi sexo. Sus jugos y los míos se mezclaron en su boca. No podía evitar gemir en ese momento al sentirlo, era demasiado placer el que estaba recibiendo.
- “Deseo probarte amor,” le dije.
Me miró, se incorporó y buscó mi boca. Nos unimos en un beso profundo e intenso, tan intenso como lo que nos habíamos dado al comienzo. Su lengua buscaba la mía y comenzaron su amoroso esgrima. El contenido de su boca se derramó en la mía.
Lo saboree al tiempo que el abrazaba mi cuerpo desnudo por debajo del impermeable. Mis manos acariciaban su pene. La lluvia continuaba. Quería limpiar todo su miembro con mi boca para que no quedara rastro de nada.
Bajé por su cuerpo hasta llegar a él, mi lengua comenzó a lamerlo lentamente, mi boca deseaba chuparlo y así lo hice. Se sentía delicioso, lo bañe con la humedad de mi lengua al tiempo que mis labios lo iban secando.
Lo devoré una vez más, deliraba con el placer que le estaba dando, su miembro lo delataba. La lluvia no cesaba, y nosotros seguíamos dándonos placer y amor. Nada nos importaba, solo existíamos nosotros dos.
Lentamente nos recuperamos, nos vestimos sin apuros, deleitándonos con nuestros cuerpos aun desnudos. Abrochó los botones de mi impermeable, anudó el lazo, nos miramos intensamente sin decirnos nada ¿para qué? si ya nos habíamos dicho todo. Todo y más. Nuestros cuerpos habían hablado por nosotros.
Nos fuimos, miramos hacia atrás para despedirnos del lugar, caminando sin rumbo incierto sabiendo que en algún otro momento nos volvería a unir...