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El mundo a través de los medios.

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eoz

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7 Nov 2005
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Un caramelo este texto.

Que lo disfruten.

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El mundo a través de los medios.
Ryszard Kapuscinski.

Como periodista y escritor, desde hace más de 40 años me dedico a recoger y elaborar información, pero también a construir. Quiero compartir las conclusiones a las que he llegado después de una experiencia tan larga en los medios.

Mi primera conclusión se refiere a las proporciones. La opinión generalizada de que toda la humanidad vive pendiente de los medios es una exageración. Aun frente a acontecimientos como la inauguración de los Juegos Olímpicos, que son vistos por dos mil millones de personas, esa cifra constituye solamente una tercera parte de la población del planeta. Hay millones de seres humanos que viven totalmente aislados de los medios, quienes no tienen que preocuparse de que éstos traten de manipularlos ni de que sus hijos sean maleducados por culpa de las teleseries saturadas de violencia.

Información como mercancía

La primera gran consecuencia de la revolución electrónica ha sido el cambio del periodista. Antes el periodismo era una misión, una profesión a la que la persona se entregaba plenamente. Hoy se han multiplicado las escuelas que gradúan año tras año a miles de nuevos ejecutores de esa profesión; pero hay una gran diferencia, los nuevos periodistas no se identifican con ella ni piensan dedicarle su vida. La tratan como una ocupación más que en cualquier momento pueden abandonar.

Pero la principal consecuencia de la revolución electrónica ha sido el descubrimiento de que la información es una mercancía que puede reportar grandes ganancias. En el pasado su valor se asociaba a la búsqueda de la verdad, hoy el valor de la información se mide por el interés que puede despertar. Por verdadera que ésta sea, carecerá de valor si no interesa a un público cada vez más caprichoso. Esto hizo que los románticos buscadores de la verdad que antes dirigían los medios fueran desplazados en muchos casos por los hombres de negocios. La información está subordinada al interés de mercado, a conseguir una rentabilidad máxima y mantener el monopolio. Ese cambio es el más importante de cuantos han operado para entorpecer la cultura.

La guerra que se libra entre las empresas es ahora más importante que el mundo que las rodea. Grupos de enviados forman en el mundo una gran manada en la que todos vigilan a todos para impedir que la competencia tenga algo mejor; de ahí que en momentos en que tienen lugar más acontecimientos en el mundo, los medios cubran solamente el que atrae a la manada. Recuerdo la crisis generada por la toma del poder del ejército estadounidense en Teherán. Aunque en la capital de Irán nada sucedía, durante meses permanecieron en esa ciudad miles de enviados. La misma manada se trasladó años después a la zona del Golfo Pérsico aunque allí nada se podía hacer porque los estadounidenses no dejaban acercarse al frente a nadie. Al mismo tiempo, en Mozambique y en Sudán sucedían cosas terribles, pero a nadie le importaron porque la manada estaba en el Golfo Pérsico.

El desarrollo de las técnicas de comunicación, sobre todo de la telefonía móvil y el correo electrónico, ha cambiado radicalmente las relaciones entre los enviados de los medios y sus jefes. Antes el corresponsal disponía de gran libertad, podía desarrollar su iniciativa en búsqueda de la información, la seleccionaba y elaboraba. Actualmente se ha convertido en un simple peón movido a través del mundo por su jefe, que desde la central dispone de información clasificada que le llega a través de muchas fuentes y puede tener una imagen de los acontecimientos muy distinta de la que obtiene el reportero en el lugar de los hechos.

La revolución de los medios ha planteado un problema fundamental: cómo entender el mundo. La pregunta esencial es ¿qué es la historia? ésta se aprendía al conocer la herencia de los ante-pasados o los documentos de los archivos. Hoy la pequeña pantalla se ha convertido en una nueva fuente de la historia. El problema radica en que el acceso a las fuentes, a los documentos originales, no es fácil y la versión que difunde la televisión, incompetente y errónea, es la que se impone sin poderla contrastar. Los medios se multiplican a una velocidad mucho mayor que los libros, que contienen un saber concreto y sólido. De allí que nuestra civilización caiga cada vez más en una dependencia de la versión de la historia que ofrece la televisión.

Ver no es lo mismo que entender

La gente confunde el mundo generado por las sensaciones con el creado por el pensamiento y cree que ver es lo mismo que entender. Pero, por el contrario, la creciente cantidad de imágenes que nos rodean limita el dominio de la palabra hablada y escrita y, por consiguiente, el dominio del pensamiento. En la dictadura funciona la censura; en la democracia, la manipulación.

Pensemos en cómo el problema de la pobreza es tratado por las grandes televisoras. La primera manipulación consiste en que mientras que dos terceras partes de la humanidad viven en la miseria, el drama del hambre aparece sólo de vez en cuando y en territorios aislados. Se muestra como consecuencia de cataclismos naturales como la sequía o las inundaciones y en pocas ocasiones, de las guerras.

El segundo truco es su presentación de carácter geográfico, etnográfico y rústico. La miseria se identifica con el exotismo y, así mostrada, tiene el valor de algo curioso, casi de atracción turística.

El tercer plan de los manipuladores es la presentación de la miseria como un fenómeno estadístico, como elemento "normal" del mundo real. Vista así, es algo imposible de erradicar, y el hombre no puede entenderla como reto para su civilización, pues algo con lo que hay que aprender a vivir.

Volvamos al punto de partida: ¿cómo reflejan los medios el mundo? Lo hacen de manera superficial y fragmentada. La revolución de los medios es un fenómeno nuevo en la civilización humana, demasiado nuevo para que ésta haya podido generar ya los anticuerpos necesarios para combatir las patologías que genera la manipulación.

Acusar para justificar nuestra pasividad

El mundo de las medios es complejo y diverso, es una realidad con muchos niveles. Acusamos a los medios para justificar el letargo de nuestras conciencias, nuestra falta de sensibilidad e imaginación, nuestra pasividad. Pero también existen excelentes programas de televisión, emisiones de radio y diarios. Y hay tanto, que la persona que realmente quiere llegar hasta la información honesta y la reflexión profunda puede encontrar de todo en grandes cantidades.

Los aspectos positivos de los medios existen porque en ellos hay personas sensibles y de gran talento que trabajan con entrega, entusiasmo y sacrificio. Su único objetivo es dar testimonio del mundo que los rodea y mostrar los muchos peligros y esperanzas que encierra.


Código:
http://www.etcetera.com.mx/articulo.php?articulo=2296

****
 
Que chulada de artículo, pero lo mejor es que da muchas herramientas para discutir algunas falacias alrededor de esto. Me encantó la parte en donde desmitifica el alcance de los medios electrónicos.
 
Buen articulo lo voy a copiar para estudiarlo, meditarlo y para la reflexión y algunas personas que todavia creen que la mayoria de los medio de comunicación dicen la "verdad"
 
Eoz, me acabas de hacer el dia, justamente
trabajo en una investigacion vinculada
con los medios, desarrollo social y capacidades
mentales, y este articulo me cae de maravilla.
 
Muy bueno tu posteo, excelente, hay que preocuparnos más por nuestra verdadera realidad y no por trivialidades. maldita alienación.
 
[FONT=&quot]Esto es precisamente a lo que se refiere este tema que postee hace unos días y alguien lo movió al tema de Haití. La mención del sismo en Haití es para dar un ejemplo de como se tergiversan los motivos detrás de las imágenes y noticias que transmiten los medios, donde es mas impactante, y genera mayor raiting, llamar saqueo a una necesidad de saciar hambre u otras necesidades causadas por una tragedia como el sismo en el país caribeño, espero no lo vuelvan a mover al tema de Haití... aquí esta...[/FONT] :chommy:


Rebecca Solnit

Inmediatamente después da casi cada desastre, comienzan los crímenes: implacables, indiferentes al sufrimiento humano y generadores de harto más sufrimiento. Sus perpetradores salen impunes, y viven para seguir cometiendo crímenes contra la humanidad. Se preocupan menos por la vida humana que por la propiedad. Actúan sin atender a las consecuencias.

Estoy hablando, huelga decirlo, de los miembros de los medios de comunicación de masas, cuya falsaria representación de lo que ocurre en un desastre logra a menudo propiciar o justificar una segunda ola de desastres. Estoy hablando del tratamiento que de las víctimas se da, como si de criminales se tratara, tanto sobre el terreno como en las noticias, y del aplauso galanamente ofrecido al desviación de recursos destinados al rescate hacia los patrulleros de la propiedad. Todavía tienen las manos rezumarntes de sangre del huracán Katrina, y ya se las manchan de nuevo en Haití.
A los pocos días del terremoto de Haití, por ejemplo, Los Angeles Times publicó una serie de fotografías, con sus correspondientes pies anunciando recurrentemente ―saqueos. [Véase, análogamente, en la prensa española esta página del diario El Mundo; n. T.] En una se veía a un hombre tirado al suelo, boca abajo, con este pie: ―Un policía haitiano reduce a un sospechoso de saqueo que llevaba un saco de leche en polvo. El dulce rostro del hombre mira a la cámara suplicante, angustiado:


Otra foto se rotulaba así: ―Continúa el saqueo en Haití tres días después del terremoto, a pesar de que había más policías desplegados en el centro de Puerto Príncipe. Mostraba a una sombría muchedumbre vagando entre derruidas columnas de hormigón en un paisaje en el que, manifiestamente, poco podía haber de valor para llevarse:

[FONT=&quot][/FONT]
Una tercera imagen llevaba el siguiente pie: ―Un saqueador se hace con rollo de tela de un comercio destruido por el terremoto:

Y otro: ―El cuerpo de un funcionario de policía yace en una calle de Puerto Príncipe. Le disparó accidentalmente un compañero al confundirlo con un saqueador:
[FONT=&quot] [/FONT]

La gente estaba todavía atrapada entre los escombros. Un traductor de la Televisión australiana consiguió rescatar a una pequeña que había sobrevivido 68 horas sin agua ni alimentos, huérfana, pero reclamada por un tío que había perdido a su mujer embarazada. Otros estaban espantosamente heridos, esperando una ayuda médica que no llegaba. Centenares de miles, tal vez millones, necesitaban, y siguen necesitando, agua, alimentos, cobijo y primeros auxilios. Los medios de comunicación se bifurcan en los desastres. Algunos se salen de su papel habitual ―objetivo, para responder con sensibilidad y ayuda práctica. Otros sacan el arsenal de clichés y mitos perniciosos, para lanzarse una y otra vez al asalto de los supervivientes.

El saqueador de la primera foto muy bien podría haber ido en busca de leche para sus niños y bebés hambrientos, pero para los medios de noticias ese no era el problema más urgente. El saqueador encorvado bajo dos enormes rollos de tela muy bien podría estar en trance de llevarlos a gentes que habían perdido su hogar y necesitados de cobijo en tiendas improvisadas para guarecerse de un feroz sol tropical.

Las imágenes comunican desesperación, pero no actitudes criminosas. Salvo, acaso, los disparos de un policía a su colega: debían estar tan obsesionados con la propiedad que se volvieron imprudentes en lo que tocaba a la vida humana. Resultado: un hombre murió sin motivo alguno en un paisaje ya saturado de muerte.

En los últimos días se ha ido informando de distintos enfrentamientos con armas, y puede que eso sea harina de otro costal. Pero ¿y el hombre con la leche en polvo?

¿Es realmente un delincuente? Puede que haya más casos, pero lo que he visto no me convence.

¿Y qué harías tú?

Imagina, lector, que tu ciudad se ve apabullada por un desastre. Tu cada ya no existe, y ya gastaste hace días todo el dinero que llevabas encima. Tus tarjetas de crédito no sirven para nada, porque no hay ya electricidad para procesar los cargos a cuenta de las mismas. En realidad, no hay ya siquiera almacenes, bancos, comercios ni nada que comprar. La economía ha dejado de existir.

Pero al tercer día estás ya muy hambriento, y el agua que sacaste a prisa y corriendo de casa ya se agotó. La sed es harto peor que el hambre. Puedes pasar varios días sin comida, pero no sin agua. Y en el campamento improvisado en el que te hallas hay un viejo a tu vera que parece al borde de la muerte. Ya no contesta nada cuando tratas de confortarle asegurándole que todo este caos pasará, seguro.

Los bebés no dejan de llorar, y sus mamás están entre la tensión angustiada y el desconsuelo.

Así que decides salir para ver si alguna organización de ayuda humanitaria ha llegado ya y está distribuyendo algo. Y lo único que descubres es que hay otro millón de semejantes en situación de abandono y privación, y que no es probable que llegue ayuda ninguna o pronto o cerca. El chico del comercio de la esquina ya ha dado todos sus bienes a los vecinos. Esa oferta se acabó ya. Es lo más normal del mundo que, cuando ves la farmacia con las ventanas rotas o el supermercado, no te lo pienses dos veces y te lances a por la caja de galletas energéticas o unos cuantos litros de agua que pueden mantenerte con vida, así como ayudarte a salvar un puñado de vidas.

Puede que el viejo no se muera, que los bebés pongan fin a la llantina y que a las madres les cambie la faz. Otros deambulan también tranquilamente para conseguir algo. Tal vez sean gentes como tú y ese litro de leche que el que está a tu lado acaba de llevarse sirva pronto de alivio en algún sitio. No has mangado nada en una tienda desde que tenías 14 años, y tienen un montón de dinero a tu nombre; pero eso no significa nada ahora.

Si te haces con estos productos, ¿eres un delincuente? ¿Tienes que terminar pateado en el suelo por un poli que te esposa con las manos atrás? ¿Tienes que terminar oyéndote llamar ―saqueador por los medios de comunicación internacionales? ¿Tienes que ser abatido a tiros en la calle porque la sobrerreacción a los desastres, a todos los desastres, suele traer consigo la imposición de la pena de muerte sin el beneficio del debido proceso sólo por ser sospechoso de un delito menor contra la propiedad?

¿O eres un rescatador? ¿No es la supervivencia de las víctimas de los desastres más importante que la preservación de las relaciones cotidianas de propiedad? Esa farmacia, ¿es más vulnerable, más víctima, está más necesitada de ayuda por parte de la Guardia Nacional que tú, o que esos pequeños desechos en llanto, o que los millares todavía atrapados entre ruinas a punto de morir?

Es bastante obvio cuáles son mis respuestas a estas preguntas, pero no parece tan obvio en el caso de los medios de comunicación. Desastres tras desastre, al menos desde el terremoto de San Francisco en 1906, los que están en el poder, los que disponen de rifles y tienen la fuerza de la ley tras de sí a menudo se preocupan más por la propiedad que por la vida humana. En una situación de emergencia la gente puede morir, y muere, por causa de esa pervertida jerarquía de valores. O son abatidos a tiros por hurtos menores o imaginados. Los medios de comunicación no sólo aceptan eso, sino que regularmente, repetidamente, ayudan a preparar el camino de, y aun a incubar, esa reacción.

Si las palabras mataran

Necesitamos desterrar la palabra ―looting [saqueo] de la lengua inglesa. Invita a la locura y nubla las realidades.
―Loot [saqueo, saquear], el sustantivo y el verbo, es una palabra de origen hindú que refiere a los despojos de la guerra o a otros bienes más o menos incautados.

Como hizo notar en su día el historiador Peter Linebaugh, ―en una época, loot significaba la paga del soldado. Entró en la lengua inglesa como buena parte del saqueo [loot] procedente de la India entró en la economía inglesa: en los bolsillos de los soldados o en forma de incautaciones imperiales.

Tras años de entrevistar a supervivientes de desastres y de leer informes de primera mano y estudios sociológicos de desastres como el bombardeo alemán de Londres en 1940 y el terremoto de la Ciudad de México en 1985, no creo en el saqueo.

Hay dos cosas que pasan en los desastres. El grueso de lo que ocurre podría llamarse requisa de emergencia. Alguien que podrías ser tú, alguien en circunstancias desesperadas como las descritas más arriba, se hace con lo necesario para sostener la vida humana a falta de cualquier otra alternativa. No sólo no llamaría yo a eso saqueo; es que ni siquiera le llamaría hurto.

La necesidad es un eximente en caso de violar la ley, en los EEUU y en otros países, aun si se aplica más, digamos, a la confiscación de las llaves del coche de un conductor borracho que a alimentar a niños hambrientos. Coger cosas que no necesitas es hurto bajo cualquier circunstancia. Lo que es, de acuerdo con el sociólogo de los desastres Enrico Quarantelli –que ha venido estudiado el asunto desde hace más de medio siglo—, algo rarísimo en la mayoría de desastres.

El beneficio personal es lo último en lo que el grueso de la gente piensa luego de un desastre. En esa fase, los supervivientes son casi invariablemente más altruistas y están menos apegados a sus propiedades, menos preocupados por los problemas de largo plazo de las adquisiciones, el estatus, la riqueza y la seguridad, de lo que pueda concebir como posible cualquiera que no se halle en tales situaciones. (Los mejores informes y reportajes sobre Haití sólo destacan esta realidad de los desastres: gentes que se han quedado prácticamente sin nada se arman de paciencia y buscan compartir lo poco que tienen y apoyar a quienes se hallan en una situación aún peor.)

Los medios de comunicación son harina de otro costal. Tienden a llegar obsesionados con la propiedad (y los titulares que puedan amasarse con los asaltos a la propiedad). Canales televisivos y periódicos suelen llamar ―saqueo a cualquier cosa, con lo que incitan la hostilidad hacia las víctimas, así como una sobrerreacción histérica por parte de las autoridades armadas. O bien ocurre a veces que los periodistas sobre el terreno hacen un buen trabajo, pero los directivos instalados en sus cómodas oficinas amañan según les acomoda los pies de foto y editan cabeceras y titulares capciosos.

Yerran también en su uso de la palabra ―pánico. Entre gentes comunes en situaciones críticas, el pánico es una cosa muy rara. A una muchedumbre escapando de una muerte cierta los medios de comunicación la llamarán una multitud presa del pánico, aun cuando escapar es la única cosa razonable que se puede hacer. En Haití siguen informando de que hay comida sin distribuir por miedo a las ―estampidas. ¿Creen que los haitianos son ganado?

La creencia de que, en situaciones de desastre, las gentes (sobre todo si son pobres y no son blancos) se comportan como ganado, o como animales, o como locos e imprevisibles, viene regularmente a justificar el gasto de demasiada energía y de demasiados recursos en tareas de control –los militares norteamericanos lo llaman ―seguridad—, que se sustraen a su uso en tareas de auxilio. Una voz de fondo con acento británico de la cadena CNN comenta una toma en la que se ve a gente corriendo hacia el lugar en el que un helicóptero está arrojando tirando provisiones diciendo que hay una estampida, y añade que esta entrega ―amenaza con provocar el caos. El caos existe ya, y no puedes cargarlo en el debe de estas gentes desesperadas por hacerse con un poco de comida y de agua. O puedes hacerlo, pero entonces estás contribuyendo a persuadir a tu audiencia de que se trata de personas indignas y de poco fiar.

Volvamos al saqueo: evidentemente, puedes considerar que la acuciante pobreza de Haití y sus fallidas instituciones son un desastre de larga data que altera las reglas del juego. Podría haber gentes que no sólo estuvieran interesadas en hacerse con las cosas que necesitan para sobrevivir en los próximos días, sino con cosas que nunca tuvieron derecho a tener, o con cosas que pudieran necesitar el mes próximo.

Técnicamente, esto es robo, pero a mí ni me sorprende ni me turba; lo que me resulta perturbador es que antes del terrible terremoto llevaran vidas de privación y desesperación.

En tiempos normales, el hurto menor suele considerarse un delito. Nadie se siente agraviado. De no ser tenidos a raya, los hurtos menores podrían acaso llevar a situaciones en las que se multiplicaran los robos, etc., y se puede razonablemente argüir que, en tal caso, hay que represar la crecida de la ola. Pero nada de eso es particularmente relevante en un paisaje de terrible sufrimiento y muertes en masa.

Un buen número de tertulianos de programas radiofónicos y otro personal de los medios de comunicación todavía siguen indignados con que la gente cogiera televisores luego de que el huracán Katrina golpeara Nueva Orleáns en agosto de 2005. Desde que empecé a pensar y hablar con la gente sobre lo que pasa tras un desastre he oído muchas cosas sobre esos condenados televisores. Ahora bien; ¿qué es más importante? ¿Los televisores o las vidas humanas? La gente estaba muriéndose en tejados, en tórridos áticos y en pasos elevados, estaba abandonada a su suerte en todo tipo de terribles circunstancias en la Costa del Golfo en 2005, cuando los medios de comunicación dominantes comenzaron a obsesionarse con el saqueo, y el alcalde de Nueva Orleáns y el gobernador de Luisiana tomó la decisión de centrar sus esfuerzos en la protección de la propiedad, no de la vida humana.
La manipulación mediática llegó a tal punto, que una pandilla de hombres blancos del otro lado del río de Nueva Orleáns resolvió tomarse la justicia por su mano y comenzó a disparar. Aparentemente, consideraban criminales y ladrones a todos los negros, y dispararon sobre muchos. Parece que algunos murieron; había cuerpos desangrándose, expuestos al sol de septiembre lejos de la zona de las inundaciones; un buen hombre que trataba de salir de la ciudad en ruinas a duras penas logró sobrevivir. Y los medios miraron para otro lado. Me llevó meses poder simplemente cubrir esta historia. Esa pandilla de somatenes blancos decía estar protegiendo la propiedad, pero sus miembros nunca consiguieron demostrar que sus propiedades estuvieran amenazadas. Se jactaban de matar negros. Y compartían valores con los medios de comunicación dominantes y con las autoridades de Luisiana.

Ello es que, cuando la administración Bush subcontrató servicios privados de emergencia –como autobuses de evacuación en el caso del huracán Katrina— a ávidos amiguetes que sacaron suculentos beneficios de proporcionar prestaciones, caras, incompetentes y a destiempo en los momentos de máxima urgencia, no llamamos a eso saqueo.

O cuando un puñado ricachones de Wall Street decidió jugar con una necesidad humana básica como la vivienda… Bueno, ya pilláis la idea.

Woody Guthrie cantó una vez que ―algunos te roban a punta de revólver, y otros, a punta de estilográfica. Los tipos del revólver (o de los machetes, o de las navajas) son más fotogénicos, y los tipos de la estilográfica no sólo no terminan en la cárcel, sino que acaban en McMansiones con garajes para cuatro automóviles, y a veces, elegidos –o designados— para algún alto cargo.

Aprender a ver en las crisis

En las pasadas navidades, el padre Tim Jones, de York, provocó una conmoción en Inglaterra cuando dijo en un sermón que el hurto en comercios y cadenas de supermercados podía ser un comportamiento aceptable en el caso de los desesperados. Ni que decir tiene, fue un escándalo. Jones dijo a Associated Press: ―Lo que digo es que cuando cerramos cualquier avenida socialmente aceptable a los necesitados, la única avenida que queda es una socialmente inaceptable.

Casi todas las réplicas se centraron en la cuestión de porqué mangar en los comercios una mala cosa, pero también se reiteró que no sirve para nada. Bueno, la comida le sirve al hambriento, un hecho tan patente, que resulta extraño hasta tener que enunciarlo. Los medios por los que se accede a ella son cuestión aparte. El debate siguió centrado más en el hurto que en la constatación de que en el verde y placentero paisaje de Inglaterra haya gente tan desesperada, que mangar en los comercios ha llegado a ser su única opción. Por no mencionar la cuestión de si el sufrimiento humano innecesario constituye ya por sí mismo un crimen.

Ahora mismo, el caso es que el pueblo de Haití necesita alimentos, y a pesar de toda la publicidad, el sistema internacional de distribución de víveres ha constituido hasta ahora un fiasco. Así las cosas, irrumpir en un almacén de víveres de la las Naciones Unidas –con comida presumiblemente destinada a los pobres haitianos en un momento catastrófico— podría no ser ―violencia, o ―saqueo, o ―violación de la ley. Podría ser pura lógica. Podría ser la vía más efectiva de satisfacer necesidades desesperadas.

¿Por qué había antes del terremoto tanta gente hambrienta en Haití? ¿Por qué tenemos un planeta que produce comida bastante para todos y un sistema de distribución que hace que mil millones de nosotros no tenga un acceso decente a esa abundancia? Son preguntas, cuya respuesta no admite demora.

Y todavía más perentorio: necesitamos compasión para quienes sufren en Haití y unos medios de comunicación que cuenten la verdad sobre ellos. Me atrevería a proponer pies de foto alternativos para el reportaje de Los Angeles Times, amodo de modelo para todos los desastres futuros:

Empecemos con la imagen del policía esposando al hombre de rostro angustiado: ―Ignorando que hay todavía millares atrapados bajo los escombros, un policía aborda a una víctima que cogió leche en polvo. En un Haití con millones de hambrientos, sigue sin haber una adecuada distribución de víveres.
¿Y qué hay del tipo con un rollo de tela a las espaldas?: ―Como en todos los desastres, la gente corriente muestra una extraordinaria capacidad de improvisación, porque telas como ésta se están usando para improvisar grandes sombrillas en Haití: Para el policía abatido: ―El exceso de celo institucional a la hora de proteger la propiedad se cobra gratuitamente una víctima, como suele pasar en las crisis. Y mientras tanto, un sinnúmero de personas seguía atrapada entre escombros.

¿Y la muchedumbre de supuestos saqueadores?: ―Supervivientes imaginativos rescatan de entre las ruinas de su mundo los medios para sostener la vida.

Puede que este último pie no sea muy exacto, pero es más verosímil que el otro. Y lo que es de todo punto exacto en Haití ahora mismo, como siempre en la Tierra toda, es que la vida humana vale más que la propiedad, que los supervivientes de una catástrofe merecen nuestra compasión y la cabal comprensión de sus cuitas. Y que vivimos y morimos merced a palabras e ideas, y que es desesperadamente crucial servirse bien de ellas.

[FONT=&quot]Rebecca Solnit [/FONT][FONT=&quot]es la autora de A Paradise Built in Hell: The Extraordinary Communities that Arise Disaster y coautora, con su hermano David, de The Battle of the Story of the Battle of Seattle, una breve antología sobre cómo ese evento que cambió la historia ha sido tergiversado, con reproducciones de algunos de los documentos originales.[/FONT]
 
Muy buen artículo, este mosntruo hambriento de dinero nos debe mucho
 
buen articulo, presenta verdadera la realidad mediática, pero nos da a conocer que si de verdad se busca la información, esta ahí esta para la consulta

saludos
 
Registran saqueos en Chile tras sismo

La policía utilizó gases lacrimógenos y camiones que disparan chorros de agua a presión para dispersar a unas 150 personas que forzaron las persianas de un supermercado

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Saqueos Muchas personas gritaban que actuaban por necesidad, pero se vio a varios de ellos que se llevaban consigo televisores u otros electrodomésticos (Foto: Reuters )​

AP
El Universal
CONCEPCIÓN, Chile Domingo 28 de febrero de 2010
09:45

Socorristas avanzaban lentamente este domingo, tratando de rescatar víctimas atrapadas bajo los escombros de un edificio de departamentos mientras a pocos metros personas saqueaban un supermercado y robaban bancos después de uno de los terremotos más potentes en Chile.

La cifra reportada oficialmente de muertes era de 214, pero la directora de la Oficina Nacional de Emergencias del Ministerio de Interior (ONEMI), Carmen Fernández, dijo que seguía incrementándose y podría llegar a ser ''por lo menos'' 300.

El terremoto de magnitud 8.8 dejó unos dos millones de chilenos afectados y por lo menos 1.5 millones de casas afectadas, de las cuales medio millón son inhabitables, según las informaciones más recientes de las autoridades. El sismo también desató un tsunami que dejó varios muertos y desaparecidos en un archipiélago chileno, pero que apenas afectó a otros países, aun cuando cientos de miles de personas fueron evacuadas. La alerta de tsunami fue cancelada un día después del terremoto.
La presidenta Michelle Bachelet, que entrega el cargo el 11 de marzo, declaró ''estado de catástrofe'' en cinco regiones del centro de Chile. En un mensaje a los chilenos, el sábado por la noche, calificó el terremoto como ''una catástrofe de devastadoras consecuencias''.

En Concepción, la segunda ciudad de Chile, situada a 115 kilómetros del sismo y 500 al sur de la capital, los rescatistas habían sustraído a 22 personas, seis de ellas muertas, de los escombros de un edificio de departamentos de 15 pisos que se desplomó, y continuaban intentando hallar más sobrevivientes. Creían que al menos 60 personas estaban atrapadas.

El edificio ''cayó al momento en que empezó el terremoto'', dijo el teniente de bomberos de Concepción, Juan Schulmeyer.

Paulo Klein, quien dirigía un equipo de expertos en rescates, comentó que ''es muy difícil trabajar en la oscuridad y con réplicas y adentro todo está muy complicado. Los departamentos están totalmente destruidos. Tienes que trabajar con mucha precaución''. Sus hombres utilizaban sierras y martillos hidráulicos, pero el avance era muy lento, les tomaba casi una hora y media hacer un hueco en el concreto.

La policía utilizó gases lacrimógenos y camiones que disparan chorros de agua a presión para dispersar a unas 150 personas que forzaron las persianas del supermercado Líder para saquearlo, aprovechando escasa seguridad que mostraba y varios lograron sacar pañales, comida y agua.

Muchas personas gritaban que actuaban por necesidad, pero se vio a varios de ellos que se llevaban consigo televisores u otros electrodomésticos.

Al otro lado del río Bío Bío en San Pedro, otros se abalanzaron sobre un centro comercial. Una tienda de videos fue incendiada, dos cajeros automáticos fueron partidos, un banco fue robado y un supermercado saqueado, en cuyo piso quedaron ciruelas aplastadas, comida de perro regada y botellas de licor rotas.
El sargento de policía, René Gutiérrez, vigilaba con otros efectivos el ahora vacío negocio. ''Fue una muchedumbre. Sacaron todo. Ahora estamos acá solamente para proteger el edificio, lo que queda del edificio'', manifestó.

En Concepción también se vio gente utilizando mangueras para sacar gasolina de los tanques subterráneos de estaciones de servicio.

El terremoto desgajó casas, puentes y autopistas y los chilenos cerca del epicentro fueron expulsados de sus camas por la fuerza del movimiento, que llegó incluso a sentirse en Sao Paulo, Brasil, a 2 mil 900 kilómetros de distancia.

La dimensión completa del daño aún no ha sido cuantificada y al menos 90 réplicas de más de 5 grados de magnitud se han registrado tres el sismo principal.

En Santiago, aún era anormal el servicio de transportes tanto el tren subterráneo como en superficie. La energía eléctrica se normalizó al anochecer del sábado.
Además del terremoto, la Isla de Juan Fernández, a unos mil 500 kilómetros de las costas frente a Valparaíso, y toda la zona costera del Maule, fue afectada por un tsunami que llevó sus aguas al interior de algunas localidades.

La televisión ha mostrado que el caso histórico de la pequeña ciudad de Curicó, 200 kilómetros al sur, fue devastado, hubo fuertes marejadas en Constitución e Iloca, en la misma zona y en la comuna de Cobquecura, cerca de Concepción, el 95% de las casas quedó en el suelo.


[FONT=&quot]Y dale con publicar el "saqueo" pero no la necesidad que tiene toda esa gente, que buenos medios de "comunicación"[/FONT]
 
Surgen saqueos tras sismo en Chile

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La Policía chilena detuvo a varios de los participantes en los saqueos.

Foto: AP

Socorristas luchan por rescatar a personas que pudieran estar atrapadas bajo escombros
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Reuters y AFP
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Concepcion, Chile (28 febrero 2010).- Cientos de personas se lanzaron hoy a saquear el único supermercado que funcionaba en la ciudad sureña de Concepción, tras el devastador terremoto que golpeó duramente a la zona centro sur de Chile.

"Esto es para mis hijos, es la única forma que tengo de alimentarlos", decía un hombre con los ojos llorosos explicando su empeño en violentar una puerta metálica para ingresar al supermercado.

"Tenemos que comer", señaló una mujer a la televisora estatal, mientras se observaba a personas corriendo con cajas de leches y otras mercancías en sus manos, como lavadoras y televisores de plasma.

"No tenemos alimentos.

Necesitamos leche para nuestros niños", señaló otro hombre.

Sin embargo, tras las imágenes de televisión, llegó la Policía al lugar para repeler a los pobladores con tiros al aire y gases lacrimógenos.

El sismo de 8.8 grados registrado la madrugada de ayer, que fue seguido por más de un centenar de réplicas de al menos 4 grados, dejó un saldo de al menos 300 muertos -una cifra que parece corta frente a la magnitud de los daños- y medio millón de viviendas inutilizables, según cifras oficiales.

Esta mañana, socorristas a lo largo de Chile luchaban por rescatar a víctimas que pudieran estar atrapadas bajo escombros del violento terremoto.

En Concepción, como símbolo de la tragedia, un edificio de habitación de 15 pisos y 80 departamentos colapsó dejando un centenar de personas quedaron atrapadas, según informó la Alcaldesa Jacqueline van Rysselberghe.

"Las horas y el tiempo es la variable crítica para salvar a las personas que están aquí dentro", dijo la Alcaldesa, entrevistada por la televisión nacional chilena desde el sitio del derrumbe.

"Fue impresionante porque los pilares se movían de un lado a otro, y luego se hundió y estaba todo destrozado", contó Ewin Jiménez, que logró escapar por las ventanas del edificio.

En las primeras horas de hoy, elementos de bomberos recuperaron tres cadáveres de los escombros de la construcción, mientras se oían angustiosos gritos de personas atrapadas pidiendo socorro.

Los rescatistas comenzaron a perforar la estructura para permitir la entrada de oxígeno a los lugares donde podrían ubicarse las víctimas atrapadas.

"Hemos tenido un día dramático, con un terremoto que ha causado daños enormes. Esperamos que la cifra de fallecidos aumente, debido a que hay gente bajo los escombros", afirmó Jaime Tohá, intendente de la región del Biobío, la más devastada por el sismo.

En Santiago, el aeropuerto internacional seguía cerrado hoy dados los destrozos de su terminal de pasajeros, aunque esta mañana se permitió la llegada de unos pocos vuelos, según reporta la televisión chilena.

La solidaridad internacional con Chile se multiplica: hoy el Papa Benedicto XVI llamó a la solidaridad internacional con las víctimas del terremoto.

"Rezo por las víctimas y estoy espiritualmente cerca de ese pueblo que sufre este grave desastre. Ruego a Dios que le aporte resignación y valentía en esta adversidad", dijo el Pontífice durante la tradicional ceremonia del Ángelus.

Ayer varios países señalaron su intención de enviar ayuda a Chile, mientras que organismos como el FMI, el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo comprometieron su apoyo para la reconstrucción del país.


[FONT=&quot]Los "guardianes del orden" deteniendo y llevándose a un hombre con una bolsa de pañales, vaya crimen tan grave donde esta rodeado de gendarmes...is for the more...[/FONT]
 
Los medios en el afán de captar audiencia (y más patrocinadores), juzga y declara culpables.

Una vez hecho ésto es difícil un juicio por parte de la sociedad y de la misma autoridad.

¿Recuerdan el caso de los asesinatos de Cumbres de Monterrey?
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Al muchacho lo declaradon culpable los medios y a la novia la declararon víctima, después fue imposible pensar algo diferente.

Falta mucha ética en los medios. Y responsadilidad por parte de los que hacemos juicios con la información que nos llega.

No todo lo que brilla es oro, ni todo lo que sale en los medios es verdad.
 
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