dito de best
Bovino adicto
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que tal bakunos no soy muy asiduo a publicar en este foro casi nunca veo el material apropiado para publicar de este lado suelo ser mas de los que comentan........... Pero esta historia simplemente se me hizo no se apropiada para este lugar
Cd. de México (26diciembre 2005).- Cuando la ola del tsunami los alcanzó, Karen y Jacobo se abrazaron por última vez.
La fuerza y velocidad del agua eran fulminantes. Arrastró a Karen en un remolino de escombros, plantas y cuerpos. A punto de morir ahogada, su vida comenzó a proyectarse en su mente como un carrusel de imágenes, una tras otra.
En el último instante, logró sacar la cabeza del agua. Boqueó, jadeó y aspiró profundamente. El mar volvió a atraparla.
Finalmente Karen quedó tendida. Comenzó a llamar a su esposo: "Jacobo... Mi amor... ¿Dónde estás, Jacobo?... Mi vida... Jacobo...".
Pero él ya había desaparecido.
Karen Michan fue una de las pocas personas que sobrevivió al tsunami que, justamente hace un año -l 26 de diciembre del 2004- devastó el sureste asiático y borró irremediablemente del mapa islas y poblados, ensañándose con Indonesia y Tailandia.
Más de 200 mil muertos fueron contabilizados. Entre ellos estaba Jacobo Hassan, el esposo de Karen. Ese viaje era su luna de miel.
Ésta es la primera vez que Karen cuenta su historia. Esta experiencia encarna la lucha de una mujer que se esforzó incansablemente por sobrevivir. Es también un obsesivo relato de coincidencias y esquinas ciegas del destino.
Pese a todas las adversidades de esta tragedia colectiva, ella vivió para contarlo. Su odisea conmueve y Grupo REFORMA la presenta, en siete entregas.
El intempestivo tsunami de Karen - primera parte
Silvia Cherem S.
Cd. de México (26 diciembre 2005).- Cuando Jacobo y yo soñábamos con el futuro -creyéndonos dueños del mismo-, pensábamos tener una casa con dos perros, dar a luz a cuatro adorables hijos y, empalagosos como éramos, abrazarnos hasta la eternidad. Como en los cuentos de hadas, a nuestra boda el 4 de diciembre del 2004, seguiría un entrañable viaje a la exótica Asia y una infinita historia de amor y felicidad.
Bien sabíamos ambos que la vida no es perpetua, pero en las mieles del inicio, cómo podríamos haber sospechado que la biografía en común no alcanzaría ni siquiera el amanecer de un mañana...
Los recuerdos de Karen se agolpan en la memoria. La anhelada luna de miel en el inolvidable paraíso de Phi Phi, playas de arena blanca, colinas esmeraldas y mar azul turquesa, se interrumpió a las 10 de la mañana del 26 de diciembre del 2004 cuando el Mar de Andamán, brazo nororiental del Océano Índico, se convirtió en un llino iracundo y endemoniado que arrancó construcciones, desenraizó palmeras ancestrales, asesinó inocentes y, como en una zona de guerra, dejó sólo destrucción a su paso.
Hasta ese momento, en el vocabulario de ninguno de los dos jóvenes mexicanos existía la palabra tsunami. Ella, a diferencia de él, sería de los contadísimos sobrevivientes, quizá no más de un puñado en la isla tailandesa de Phi Phi, que lograría salir con vida del mar enrabietado, de la inclemente ola de más de veinte metros de altura que convirtió en escombros irreconocibles casi la totalidad de la zona turística.
Dos semanas después de aquel maremoto, cuyo origen fue un sismo de 9 grados en la escala de Richter en el océano cercano a la isla de Sumatra, algunos miembros de Zaka, el equipo de voluntarios israelí para la identificación de víctimas, logró milagrosamente encontrar el cuerpo de Jacobo. Su nombre fue entonces añadido a los cientos de miles de muertos, era el único mexicano que había sido deglutido por aquella ola ruin que depredó zonas completas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Bangladesh, Burma, Malasia, Islas Maldivas, Somalia, Kenia, Tanzania y las Islas Seychelles.
Del mapa se borraron islas y playas, numerosas poblaciones quedaron sumergidas en densas capas de lodo y agua. Al paso de las semanas, más de trescientos mil muertos fueron contabilizados. En zonas como Phi Phi, una minúscula isla en la costa suroeste de Tailandia que no rebasa los 28 kilómetros cuadrados de superficie total y cuya población flotante alcanzaba entonces su nivel más alto de la historia, doce mil personas, más de la mitad de los turistas y pobladores se reportaron desaparecidos.
A un año de distancia, Karen cuenta públicamente, por vez primera, la magnitud de su infortunio.
Aun hoy, a ella la pasma el milagro de estar viva. Karen no sobrevivió, como tantos otros, porque haya estado en las alturas de una colina, buceando en mar abierto o en el acogedor arrullo de un barco en altamar, donde las olas, paradójicamente, fueron imperceptibles. Fue revolcada, herida, casi succionada por el mar y, pese a todas las adversidades de esta tragedia colectiva, ella vivió para contarlo.
Hay quien dice, señala, que soy un milagro viviente, que volví a nacer. Quizá es cierto. Mi vida cambió para siempre. Ya no soy la niña que fui, he sido tan fuerte que ni yo misma me reconozco. No soporto que nadie me tenga lástima. Sé que otros que pasaron por lo mismo que yo se quedaron en el camino y murieron. No sé por qué me tocó a mí sobrevivir, pero he decidido agarrarme fuertemente de la vida. Seguramente aún tengo algo importante que hacer, y lo haré.
ESQUINAS CIEGAS DEL DESTINO
La historia de Karen Michan está abismalmente separada por un antes y un después. A los 19 años, en la boda de su hermano, conoció a Jacobo Hassan. No fue amor a primera vista, tardaría en aceptar sus llamadas, pero una vez que salió con él, se enamoró de su capacidad de reírse hasta de sí mismo. A los tres meses de noviazgo, en septiembre del 2003, mirando un partido de futbol americano, él le propuso matrimonio.
Dudando que pudiera ser una broma, ella vacilante aceptó.
Planearon la boda para el 27 de noviembre del 2004, sin embargo, esa fecha resultó inoportuna, se casaba un familiar cercano. Así empezaron a concatenarse los eslabones fatales que los condenarían a estar en Phi Phi, como una cita señalada, el día y la hora de la adversidad. La boda fue reprogramada para el 4 de diciembre. Guillermo, un agente de viajes que prometía hacer lunas de miel inolvidables a precios de ganga, les aconsejó viajar a Oriente.
Incluyó en el itinerario San Francisco, Hong Kong, Shangai, Bangkok, Phuket, Phi Phi, Singapur, Kuala Lumpur y Bali.
Casi todos los nombres les resultaban exóticos, desconocidos. Sobre todo la isla de Phi Phi, que luego sabrían que su popularidad reciente obedecía a que Leonardo di Caprio, ídolo de jovencitas, filmó ahí en el 2000 la película "La Playa", donde Richard, un mochilero americano, descubría ese paraíso en la tierra: playa perfecta, virgen e inaccesible.
Más de un amigo, incluyendo a Isaac el hermano de Karen, les aconsejó que no pernoctaran en Phi Phi, si acaso podían visitar la isla en un ferry desde Phuket. "Ahí no hay nada, es tan virgen que con un día de sol y playa basta; mejor aprovechen sus días en otros lados", les decían.
Ninguno de los dos quiso escuchar. Cuando Karen y Jacobo supieron que era el escenario de "La Playa", se convencieron que en ese idilio paradisiaco querían pasar dos o tres días de inolvidable romance.
Como no les interesaban los deportes acuáticos, sería el toque de luz de su luna de miel.
Ella cursaba el tercer semestre de la carrera de comunicación, tenía 20 años. Él, siete años mayor que ella, se esforzaba por sacar adelante su pequeño negocio de computadoras.
Forjado a la vieja usanza, insistía que la mantendría para siempre. Si ella quería trabajar, sería sólo para pagar "sus caprichos".
En esa "página anterior", las aspiraciones de Karen eran llanas: sólo amarlo, hacerlo feliz. Todo miel sobre hojuelas.
Antes de la boda, ella y Jacobo contrataron a un fotógrafo para conservar sus últimas sonrisas de soltería. Acordaron vestirse igualitos: con jeans y camisa blanca. Tomados de la mano en un parque de las Lomas de Chapultepec se arrullaron en un puente colgante, y como niños, se treparon en aros y resbaladillas.
La imagen que más les gustó de entre todas las del amplio estudio fotográfico decoró la entrada al Salón de Fiestas donde se festejó la boda. Paradójicamente, tres semanas después sería la misma fotografía que Karen colocaría en todas las paredes posibles de Phuket con el fin de pedir informes del paradero de Jacobo.
Esa imagen sería la que daría la vuelta al globo en noticieros televisivos o en las portadas de los principales periódicos del mundo. Desde Estados Unidos y Alemania, hasta Argentina e Israel, incluyendo los periódicos mexicanos del Grupo REFORMA, se destacaba esa fotografía con el fin de dar rostro a las víctimas del tsunami.
A medida que pasaron los días, muchos alrededor del mundo se congraciaron con la tragedia de esta joven pareja.
Cd. de México (26diciembre 2005).- Cuando la ola del tsunami los alcanzó, Karen y Jacobo se abrazaron por última vez.
La fuerza y velocidad del agua eran fulminantes. Arrastró a Karen en un remolino de escombros, plantas y cuerpos. A punto de morir ahogada, su vida comenzó a proyectarse en su mente como un carrusel de imágenes, una tras otra.
En el último instante, logró sacar la cabeza del agua. Boqueó, jadeó y aspiró profundamente. El mar volvió a atraparla.
Finalmente Karen quedó tendida. Comenzó a llamar a su esposo: "Jacobo... Mi amor... ¿Dónde estás, Jacobo?... Mi vida... Jacobo...".
Pero él ya había desaparecido.
Karen Michan fue una de las pocas personas que sobrevivió al tsunami que, justamente hace un año -l 26 de diciembre del 2004- devastó el sureste asiático y borró irremediablemente del mapa islas y poblados, ensañándose con Indonesia y Tailandia.
Más de 200 mil muertos fueron contabilizados. Entre ellos estaba Jacobo Hassan, el esposo de Karen. Ese viaje era su luna de miel.
Ésta es la primera vez que Karen cuenta su historia. Esta experiencia encarna la lucha de una mujer que se esforzó incansablemente por sobrevivir. Es también un obsesivo relato de coincidencias y esquinas ciegas del destino.
Pese a todas las adversidades de esta tragedia colectiva, ella vivió para contarlo. Su odisea conmueve y Grupo REFORMA la presenta, en siete entregas.
El intempestivo tsunami de Karen - primera parte
Silvia Cherem S.
Cd. de México (26 diciembre 2005).- Cuando Jacobo y yo soñábamos con el futuro -creyéndonos dueños del mismo-, pensábamos tener una casa con dos perros, dar a luz a cuatro adorables hijos y, empalagosos como éramos, abrazarnos hasta la eternidad. Como en los cuentos de hadas, a nuestra boda el 4 de diciembre del 2004, seguiría un entrañable viaje a la exótica Asia y una infinita historia de amor y felicidad.
Bien sabíamos ambos que la vida no es perpetua, pero en las mieles del inicio, cómo podríamos haber sospechado que la biografía en común no alcanzaría ni siquiera el amanecer de un mañana...
Los recuerdos de Karen se agolpan en la memoria. La anhelada luna de miel en el inolvidable paraíso de Phi Phi, playas de arena blanca, colinas esmeraldas y mar azul turquesa, se interrumpió a las 10 de la mañana del 26 de diciembre del 2004 cuando el Mar de Andamán, brazo nororiental del Océano Índico, se convirtió en un llino iracundo y endemoniado que arrancó construcciones, desenraizó palmeras ancestrales, asesinó inocentes y, como en una zona de guerra, dejó sólo destrucción a su paso.
Hasta ese momento, en el vocabulario de ninguno de los dos jóvenes mexicanos existía la palabra tsunami. Ella, a diferencia de él, sería de los contadísimos sobrevivientes, quizá no más de un puñado en la isla tailandesa de Phi Phi, que lograría salir con vida del mar enrabietado, de la inclemente ola de más de veinte metros de altura que convirtió en escombros irreconocibles casi la totalidad de la zona turística.
Dos semanas después de aquel maremoto, cuyo origen fue un sismo de 9 grados en la escala de Richter en el océano cercano a la isla de Sumatra, algunos miembros de Zaka, el equipo de voluntarios israelí para la identificación de víctimas, logró milagrosamente encontrar el cuerpo de Jacobo. Su nombre fue entonces añadido a los cientos de miles de muertos, era el único mexicano que había sido deglutido por aquella ola ruin que depredó zonas completas de Indonesia, Tailandia, Sri Lanka, India, Bangladesh, Burma, Malasia, Islas Maldivas, Somalia, Kenia, Tanzania y las Islas Seychelles.
Del mapa se borraron islas y playas, numerosas poblaciones quedaron sumergidas en densas capas de lodo y agua. Al paso de las semanas, más de trescientos mil muertos fueron contabilizados. En zonas como Phi Phi, una minúscula isla en la costa suroeste de Tailandia que no rebasa los 28 kilómetros cuadrados de superficie total y cuya población flotante alcanzaba entonces su nivel más alto de la historia, doce mil personas, más de la mitad de los turistas y pobladores se reportaron desaparecidos.
A un año de distancia, Karen cuenta públicamente, por vez primera, la magnitud de su infortunio.
Aun hoy, a ella la pasma el milagro de estar viva. Karen no sobrevivió, como tantos otros, porque haya estado en las alturas de una colina, buceando en mar abierto o en el acogedor arrullo de un barco en altamar, donde las olas, paradójicamente, fueron imperceptibles. Fue revolcada, herida, casi succionada por el mar y, pese a todas las adversidades de esta tragedia colectiva, ella vivió para contarlo.
Hay quien dice, señala, que soy un milagro viviente, que volví a nacer. Quizá es cierto. Mi vida cambió para siempre. Ya no soy la niña que fui, he sido tan fuerte que ni yo misma me reconozco. No soporto que nadie me tenga lástima. Sé que otros que pasaron por lo mismo que yo se quedaron en el camino y murieron. No sé por qué me tocó a mí sobrevivir, pero he decidido agarrarme fuertemente de la vida. Seguramente aún tengo algo importante que hacer, y lo haré.
ESQUINAS CIEGAS DEL DESTINO
La historia de Karen Michan está abismalmente separada por un antes y un después. A los 19 años, en la boda de su hermano, conoció a Jacobo Hassan. No fue amor a primera vista, tardaría en aceptar sus llamadas, pero una vez que salió con él, se enamoró de su capacidad de reírse hasta de sí mismo. A los tres meses de noviazgo, en septiembre del 2003, mirando un partido de futbol americano, él le propuso matrimonio.
Dudando que pudiera ser una broma, ella vacilante aceptó.
Planearon la boda para el 27 de noviembre del 2004, sin embargo, esa fecha resultó inoportuna, se casaba un familiar cercano. Así empezaron a concatenarse los eslabones fatales que los condenarían a estar en Phi Phi, como una cita señalada, el día y la hora de la adversidad. La boda fue reprogramada para el 4 de diciembre. Guillermo, un agente de viajes que prometía hacer lunas de miel inolvidables a precios de ganga, les aconsejó viajar a Oriente.
Incluyó en el itinerario San Francisco, Hong Kong, Shangai, Bangkok, Phuket, Phi Phi, Singapur, Kuala Lumpur y Bali.
Casi todos los nombres les resultaban exóticos, desconocidos. Sobre todo la isla de Phi Phi, que luego sabrían que su popularidad reciente obedecía a que Leonardo di Caprio, ídolo de jovencitas, filmó ahí en el 2000 la película "La Playa", donde Richard, un mochilero americano, descubría ese paraíso en la tierra: playa perfecta, virgen e inaccesible.
Más de un amigo, incluyendo a Isaac el hermano de Karen, les aconsejó que no pernoctaran en Phi Phi, si acaso podían visitar la isla en un ferry desde Phuket. "Ahí no hay nada, es tan virgen que con un día de sol y playa basta; mejor aprovechen sus días en otros lados", les decían.
Ninguno de los dos quiso escuchar. Cuando Karen y Jacobo supieron que era el escenario de "La Playa", se convencieron que en ese idilio paradisiaco querían pasar dos o tres días de inolvidable romance.
Como no les interesaban los deportes acuáticos, sería el toque de luz de su luna de miel.
Ella cursaba el tercer semestre de la carrera de comunicación, tenía 20 años. Él, siete años mayor que ella, se esforzaba por sacar adelante su pequeño negocio de computadoras.
Forjado a la vieja usanza, insistía que la mantendría para siempre. Si ella quería trabajar, sería sólo para pagar "sus caprichos".
En esa "página anterior", las aspiraciones de Karen eran llanas: sólo amarlo, hacerlo feliz. Todo miel sobre hojuelas.
Antes de la boda, ella y Jacobo contrataron a un fotógrafo para conservar sus últimas sonrisas de soltería. Acordaron vestirse igualitos: con jeans y camisa blanca. Tomados de la mano en un parque de las Lomas de Chapultepec se arrullaron en un puente colgante, y como niños, se treparon en aros y resbaladillas.
La imagen que más les gustó de entre todas las del amplio estudio fotográfico decoró la entrada al Salón de Fiestas donde se festejó la boda. Paradójicamente, tres semanas después sería la misma fotografía que Karen colocaría en todas las paredes posibles de Phuket con el fin de pedir informes del paradero de Jacobo.
Esa imagen sería la que daría la vuelta al globo en noticieros televisivos o en las portadas de los principales periódicos del mundo. Desde Estados Unidos y Alemania, hasta Argentina e Israel, incluyendo los periódicos mexicanos del Grupo REFORMA, se destacaba esa fotografía con el fin de dar rostro a las víctimas del tsunami.
A medida que pasaron los días, muchos alrededor del mundo se congraciaron con la tragedia de esta joven pareja.