dito de best
Bovino adicto
- Desde
- 8 May 2008
- Mensajes
- 813
- Tema Autor
- #1
En el ferry había cerca de 250 pasajeros. Algunos turistas que paseaban sin saber aún la magnitud de la tragedia, e innumerables heridos que, como ella, fueron sumándose a la embarcación.
Viajamos tres o cuatro horas, ni siquiera me acordé de marearme. Mi único objetivo era dejar inscrito el nombre de Jacobo en todas las posibles listas de desaparecidos. Junto a mi nombre, injured, quedaría el de Jacobo, missing.
A las diez de la noche, del mismo 26 de diciembre, Karen arribó a la isla de Phuket. En una ambulancia, junto con otros seis heridos, fue transportada al Hospital Vachira, una institución gubernamental de escasos recursos. Fue ella de los primeros lesionados en llegar. Con el paso de las horas, este hospital, que concentró a los damnificados de todas las islas tailandesas, se convertiría en un hervidero.
Sentados en sillas a lo largo de interminables pasillos, un numeroso grupo de voluntarios atendía a quienes iban llegando. Un hombre le inyectó a Karen xilocaina en cada una de las heridas y sin mucho oficio procedió a coserlas. A quienes ella veía pasar, les insistía: My name is Karen Michan, I´m looking for Jacobo Hassan. Quería que alguien se apiadara de ella, que le ayudaran a encontrarlo.
Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos los cuartos y rincones del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas estaban saturadas. En un cuarto al fondo de aquel hospital, viejo y sucio, leyó en una cartulina: "free email". Había tres computadoras, todas desocupadas.
En México eran las once de la mañana. En el messenger sólo estaba conectado un primo suyo que vivía en Israel. "Comunícate a mi casa, pídeles que se metan a messenger", escribió. Asimismo mandó un mensaje a los celulares de sus amigos: "Salo, Marc y Jacobo: Hola soy Karen, acaba de pasar un desastre natural en la isla, yo estoy bien, pero no sé nada de Jacobo. No sé si está vivo o no. Por favor comuníquense a mi casa, díganles que estoy bien, que se conecten a messenger".
Desesperada, buscaba más conocidos. Mateo, un amigo de la universidad, estaba conectado, pero no respondía. Escribió un mensaje y desapareció de la red: "Karen no te preocupes por tus materias, ya te arreglé todo, disfruta tu luna de miel".
RENOVANDO LA ESPERANZA
Un enfermero comenzó a llamar: Karen Michan, Karen Michan. Con enorme emoción le dijo que habían encontrado a su esposo, estaba vivo, en el mismo hospital. Tenía, sin embargo, mucha agua en los pulmones. En ese momento, en la recepción, entró una llamada de la cónsul de México en Tailandia. Festejó ella la noticia, le dijo a Karen que el Embajador se encargaría de llamarle a su familia para darles la buena nueva.
En silla de ruedas la condujeron a encontrarse con Jacobo. Estaba vendada y moreteada, el camillero pensó que no podría dar un paso. Ella se desesperó ante la lentitud de su enfermero y se levantó para moverse por su propio pie. Buscó entre el medio centenar de heridos de cada cuarto. Parecía el fin del mundo. Había hombres con vidrios encajados por todo el cuerpo, otros con los huesos destrozados. La única mujer que Karen encontró era una israelí que lloraba desesperada. Le contó que había estado inconsciente varias horas y que el tsunami la sorprendió mientras dormía con su novio. Él, como Jacobo, estaba desaparecido.
Escuchó historias, se contagió del dolor multiplicado, reconoció su rostro sucio y dolorido en la cara de los demás. Jacobo, sin embargo, no aparecía. Frustrada, preguntó de dónde salió la información. Pegada sobre una mampara, afuera del hospital, había un listado. Entonces lo entendió. El 276 en la lista era Jacobo Hassan y el 277, Karen Michan Hassan. Era imposible que sus nombres fueran subsecuentes, Jacobo no había llegado con ella. Tantas veces dio su nombre y el de Jacobo, que alguien confundió los datos y los anotó a ambos como sobrevivientes. Todo era un doloroso malentendido.
A la una y media de la mañana regresó a internet. Abrió su mail y, como una ironía del destino, encontró el mensaje que Jacobo le había enviado dos días antes: "Mi vida solo quiero decirte q te amo y que estas 2 semanas que hemos vivido juntos han sido las mejores de mi vida y vamos a ser los más felices del mundo. Te amo hoy y siempre, tu amado esposo".
Comenzó a recordar los momentos de la luna de miel. Se veía cantando con Jacobo las canciones de Blanca Nieves en el parque de San Francisco. Lo imaginaba corriendo para que la cámara nuevamente los tomara juntos, abrazados, ahora en ese espantoso hospital. Venían a su mente los coqueteos y los besos. Las exóticas frutas que se dieron de comer en la boca, paseando en una lancha en Bangkok. El pánico de ella y las carcajadas de él en la rueda de la fortuna de Hong Kong. Las miradas en el metro de Shangai. Los últimos momentos en Phi Phi. Extrañaba su argolla y su anillo de compromiso que se había quitado en la cabaña, un instante antes del tsunami. Anhelaba encontrar a Jacobo, nada más le importaba ya en esta vida.
Al fin, su familia se conectó en messenger. Estaban todos juntos, sus papás y los de Jacobo, los hermanos y cuñados. Decían que estaban felices, tranquilos, que había sido un milagro encontrar a Jacobo. La emoción les duró sólo una hora. Supieron ahora, cerca de las dos de la mañana del día 27 de diciembre, tiempo de Tailandia, que él seguía desaparecido y que Karen los necesitaba en ese momento más que nunca.
Isaac, su hermano, la sorprendió: "No te preocupes, mis papás y los de Jacobo irán para allá. Mientras tanto están por llegar mis amigos". ¿Quiénes y qué día llegarán?, preguntó ella sabiendo que cruzar el océano desde México podía tardar más de 36 horas de viaje. "Rafa, Abraham, Marcos y Moy estarán ahí en 15 minutos". Sin que Karen lo supiera, los amigos de toda la vida de su hermano, habían estado en Phi Phi el día 26 y se habían salvado de milagro.
A la hora del tsunami, viajaban en el ferry que salió a las 9 de la mañana de Phi Phi rumbo a Phuket, porque su vuelo desde esta última isla rumbo a Bangkok salía esa misma tarde. Habían titubeado si embarcarse a las 9 o a las 11. Una decisión aparentemente intrascendente les había salvado la vida.
En altamar no se sintió nada. El ferry, sin embargo, ancló un par de horas a la mitad del océano porque el capitán recibió órdenes de alejarse de las costas. Los cuatro mexicanos, según contaron después, protestaron furiosos, insistían que por culpa de un marinero inepto perderían el vuelo. Ni aún llegando a Phuket estuvieron dispuestos a dimensionar la tragedia. A pesar de que el taxista les dijo que el aeropuerto estaba cerrado, se empecinaron en que ahí los llevaran.
Al llamar a México para avisar que los tailandeses los tenían atrapados, sin poder viajar, la mamá de Moisés Bissu les avisó que era urgente que llamaran a Isaac Michan, en México. Fue así como pudieron ellos llegar al Hospital Vachira para encontrarse con Karen, y para darse cuenta, al fin, que Tailandia era zona de desastre.
Al verlos se me iluminaron los ojos, me solté a llorar. Estaban perfumados, recién bañaditos, no sé cómo fue que el destino me los mandó. Se quedaron pasmados ante mi facha: vendada, herida, con los pelos erizados. Yo que me preocupo tanto por arreglarme, era un harapo. Me dolía hasta el último hueso. Estaba sucia, maloliente, destrozada.
"Los cuatro fantásticos" se movilizarían para buscar a Jacobo en los hospitales de la isla. Llevaba ella casi 24 horas sin comer ni dormir, pero su presencia era un refrescante alivio. Mientras ellos investigaban qué hacer, Karen pasó el resto de la noche conectada en internet con amigos y familiares.
Escribió el nombre de Jacobo en una infinidad de bases de datos de personas perdidas. Al recibir, por intermediación de su hermano, la foto del columpio que ella conservaba en su computadora, comenzó a añadir la imagen a las listas cibernéticas. Asimismo imprimió cientos de copias para pegarlas en el City Hall de Phuket y ten todas las mamparas imaginables. Comenzaban ya a llegar los periodistas. Un periodista latino de Reuters, se hizo cargo también de la foto. Prometió divulgarla. Todo el mundo tenía que saber que Jacobo estaba perdido, que teníamos que encontrarlo.
Viajamos tres o cuatro horas, ni siquiera me acordé de marearme. Mi único objetivo era dejar inscrito el nombre de Jacobo en todas las posibles listas de desaparecidos. Junto a mi nombre, injured, quedaría el de Jacobo, missing.
A las diez de la noche, del mismo 26 de diciembre, Karen arribó a la isla de Phuket. En una ambulancia, junto con otros seis heridos, fue transportada al Hospital Vachira, una institución gubernamental de escasos recursos. Fue ella de los primeros lesionados en llegar. Con el paso de las horas, este hospital, que concentró a los damnificados de todas las islas tailandesas, se convertiría en un hervidero.
Sentados en sillas a lo largo de interminables pasillos, un numeroso grupo de voluntarios atendía a quienes iban llegando. Un hombre le inyectó a Karen xilocaina en cada una de las heridas y sin mucho oficio procedió a coserlas. A quienes ella veía pasar, les insistía: My name is Karen Michan, I´m looking for Jacobo Hassan. Quería que alguien se apiadara de ella, que le ayudaran a encontrarlo.
Cojeando intentó buscar a Jacobo en todos los cuartos y rincones del hospital. No lo encontró. Tampoco pudo hablar a México, las líneas estaban saturadas. En un cuarto al fondo de aquel hospital, viejo y sucio, leyó en una cartulina: "free email". Había tres computadoras, todas desocupadas.
En México eran las once de la mañana. En el messenger sólo estaba conectado un primo suyo que vivía en Israel. "Comunícate a mi casa, pídeles que se metan a messenger", escribió. Asimismo mandó un mensaje a los celulares de sus amigos: "Salo, Marc y Jacobo: Hola soy Karen, acaba de pasar un desastre natural en la isla, yo estoy bien, pero no sé nada de Jacobo. No sé si está vivo o no. Por favor comuníquense a mi casa, díganles que estoy bien, que se conecten a messenger".
Desesperada, buscaba más conocidos. Mateo, un amigo de la universidad, estaba conectado, pero no respondía. Escribió un mensaje y desapareció de la red: "Karen no te preocupes por tus materias, ya te arreglé todo, disfruta tu luna de miel".
RENOVANDO LA ESPERANZA
Un enfermero comenzó a llamar: Karen Michan, Karen Michan. Con enorme emoción le dijo que habían encontrado a su esposo, estaba vivo, en el mismo hospital. Tenía, sin embargo, mucha agua en los pulmones. En ese momento, en la recepción, entró una llamada de la cónsul de México en Tailandia. Festejó ella la noticia, le dijo a Karen que el Embajador se encargaría de llamarle a su familia para darles la buena nueva.
En silla de ruedas la condujeron a encontrarse con Jacobo. Estaba vendada y moreteada, el camillero pensó que no podría dar un paso. Ella se desesperó ante la lentitud de su enfermero y se levantó para moverse por su propio pie. Buscó entre el medio centenar de heridos de cada cuarto. Parecía el fin del mundo. Había hombres con vidrios encajados por todo el cuerpo, otros con los huesos destrozados. La única mujer que Karen encontró era una israelí que lloraba desesperada. Le contó que había estado inconsciente varias horas y que el tsunami la sorprendió mientras dormía con su novio. Él, como Jacobo, estaba desaparecido.
Escuchó historias, se contagió del dolor multiplicado, reconoció su rostro sucio y dolorido en la cara de los demás. Jacobo, sin embargo, no aparecía. Frustrada, preguntó de dónde salió la información. Pegada sobre una mampara, afuera del hospital, había un listado. Entonces lo entendió. El 276 en la lista era Jacobo Hassan y el 277, Karen Michan Hassan. Era imposible que sus nombres fueran subsecuentes, Jacobo no había llegado con ella. Tantas veces dio su nombre y el de Jacobo, que alguien confundió los datos y los anotó a ambos como sobrevivientes. Todo era un doloroso malentendido.
A la una y media de la mañana regresó a internet. Abrió su mail y, como una ironía del destino, encontró el mensaje que Jacobo le había enviado dos días antes: "Mi vida solo quiero decirte q te amo y que estas 2 semanas que hemos vivido juntos han sido las mejores de mi vida y vamos a ser los más felices del mundo. Te amo hoy y siempre, tu amado esposo".
Comenzó a recordar los momentos de la luna de miel. Se veía cantando con Jacobo las canciones de Blanca Nieves en el parque de San Francisco. Lo imaginaba corriendo para que la cámara nuevamente los tomara juntos, abrazados, ahora en ese espantoso hospital. Venían a su mente los coqueteos y los besos. Las exóticas frutas que se dieron de comer en la boca, paseando en una lancha en Bangkok. El pánico de ella y las carcajadas de él en la rueda de la fortuna de Hong Kong. Las miradas en el metro de Shangai. Los últimos momentos en Phi Phi. Extrañaba su argolla y su anillo de compromiso que se había quitado en la cabaña, un instante antes del tsunami. Anhelaba encontrar a Jacobo, nada más le importaba ya en esta vida.
Al fin, su familia se conectó en messenger. Estaban todos juntos, sus papás y los de Jacobo, los hermanos y cuñados. Decían que estaban felices, tranquilos, que había sido un milagro encontrar a Jacobo. La emoción les duró sólo una hora. Supieron ahora, cerca de las dos de la mañana del día 27 de diciembre, tiempo de Tailandia, que él seguía desaparecido y que Karen los necesitaba en ese momento más que nunca.
Isaac, su hermano, la sorprendió: "No te preocupes, mis papás y los de Jacobo irán para allá. Mientras tanto están por llegar mis amigos". ¿Quiénes y qué día llegarán?, preguntó ella sabiendo que cruzar el océano desde México podía tardar más de 36 horas de viaje. "Rafa, Abraham, Marcos y Moy estarán ahí en 15 minutos". Sin que Karen lo supiera, los amigos de toda la vida de su hermano, habían estado en Phi Phi el día 26 y se habían salvado de milagro.
A la hora del tsunami, viajaban en el ferry que salió a las 9 de la mañana de Phi Phi rumbo a Phuket, porque su vuelo desde esta última isla rumbo a Bangkok salía esa misma tarde. Habían titubeado si embarcarse a las 9 o a las 11. Una decisión aparentemente intrascendente les había salvado la vida.
En altamar no se sintió nada. El ferry, sin embargo, ancló un par de horas a la mitad del océano porque el capitán recibió órdenes de alejarse de las costas. Los cuatro mexicanos, según contaron después, protestaron furiosos, insistían que por culpa de un marinero inepto perderían el vuelo. Ni aún llegando a Phuket estuvieron dispuestos a dimensionar la tragedia. A pesar de que el taxista les dijo que el aeropuerto estaba cerrado, se empecinaron en que ahí los llevaran.
Al llamar a México para avisar que los tailandeses los tenían atrapados, sin poder viajar, la mamá de Moisés Bissu les avisó que era urgente que llamaran a Isaac Michan, en México. Fue así como pudieron ellos llegar al Hospital Vachira para encontrarse con Karen, y para darse cuenta, al fin, que Tailandia era zona de desastre.
Al verlos se me iluminaron los ojos, me solté a llorar. Estaban perfumados, recién bañaditos, no sé cómo fue que el destino me los mandó. Se quedaron pasmados ante mi facha: vendada, herida, con los pelos erizados. Yo que me preocupo tanto por arreglarme, era un harapo. Me dolía hasta el último hueso. Estaba sucia, maloliente, destrozada.
"Los cuatro fantásticos" se movilizarían para buscar a Jacobo en los hospitales de la isla. Llevaba ella casi 24 horas sin comer ni dormir, pero su presencia era un refrescante alivio. Mientras ellos investigaban qué hacer, Karen pasó el resto de la noche conectada en internet con amigos y familiares.
Escribió el nombre de Jacobo en una infinidad de bases de datos de personas perdidas. Al recibir, por intermediación de su hermano, la foto del columpio que ella conservaba en su computadora, comenzó a añadir la imagen a las listas cibernéticas. Asimismo imprimió cientos de copias para pegarlas en el City Hall de Phuket y ten todas las mamparas imaginables. Comenzaban ya a llegar los periodistas. Un periodista latino de Reuters, se hizo cargo también de la foto. Prometió divulgarla. Todo el mundo tenía que saber que Jacobo estaba perdido, que teníamos que encontrarlo.