Saphiro
Bovino adicto
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Según los abuelos de la ciudad, la zona que se encuentra entre la actual escuela López Mateos y el Barrio de San Román era un área de arbustos, abrojos y bosque. Ahí existió una vieja cueva, internada en lo profundo del bosque y que según los pobladores de la época de la colonia, era conocida como "La cueva del Toro".
Se decía que estaba habitada por un hombre ya muy anciano. No era una mezcla de hombre y animal. Pensará el lector que es la versión campechana del famoso Minotauro griego, hombre con cabeza de toro de la antigua isla de Creta. Sin embargo se equivoca al suponer esto.
Para los campechanos de esos tiempos, el famoso "Hombre Toro" era un viejo brujo o chamán maya, el cual al llegar la noche se transformaba en un descomunal toro que aterrorizaba a la población.
Actualmente, la zona donde supuestamente atacaba el "Hombre Toro" es una ampliación del Barrio de San Román, y aunque poca gente recuerda esta vieja leyenda, muchos aseguran oir por las noches ruidos y bramidos en las vieja casonas coloniales de San Román. Aunque esto tiene una explicación científica, no podemos culpar a los viejos campechanos por temer a los innumerables seres fantásticos, pues la superstición y el miedo a la brujería en esos tiempos estaba en su apogeo.
Se decía que estaba habitada por un hombre ya muy anciano. No era una mezcla de hombre y animal. Pensará el lector que es la versión campechana del famoso Minotauro griego, hombre con cabeza de toro de la antigua isla de Creta. Sin embargo se equivoca al suponer esto.
Para los campechanos de esos tiempos, el famoso "Hombre Toro" era un viejo brujo o chamán maya, el cual al llegar la noche se transformaba en un descomunal toro que aterrorizaba a la población.
Actualmente, la zona donde supuestamente atacaba el "Hombre Toro" es una ampliación del Barrio de San Román, y aunque poca gente recuerda esta vieja leyenda, muchos aseguran oir por las noches ruidos y bramidos en las vieja casonas coloniales de San Román. Aunque esto tiene una explicación científica, no podemos culpar a los viejos campechanos por temer a los innumerables seres fantásticos, pues la superstición y el miedo a la brujería en esos tiempos estaba en su apogeo.