jarochilandio
Bovino de la familia
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Rick Newman
Finanzas Internacional
4 de junio de 2018
En esta foto del 30 de mayo de 2018, el presidente Donald Trump durante la firma de una ley en la Casa Blanca, Washington. (AP Foto/Evan Vucci)
El mejor activo del presidente Trump como político en este momento es la fortaleza de la economía estadounidense. La tasa de desempleo es baja, las ganancias han subido y los nortearmericanos se sienten más seguros de lo que habían estado en más de una década.
Si Trump simplemente dejara que la economía siguiera su curso, tendría un sólido discurso para atraer a los votantes en las elecciones de mitad de mandato que tendrán lugar en noviembre: es mejor que yo y mis compañeros republicanos estemos en el poder. Sigamos de esta forma.
Sin embargo, parece que a Trump le motiva algo más. Parece claro que ahora está obsesionado con el comercio y con reprogramar el flujo global de manufacturas que ha evolucionado durante los últimos 30 años. Sus últimas medidas incluyen la imposición de aranceles sobre el acero y el aluminio a aliados que parecían disfrutar de exenciones, como Canadá, México y los 28 países de la Unión Europea. Trump lo ha dejado claro: no más exenciones. Y tal y como se esperaba, esos socios comerciales han respondido de la misma manera, con el anuncio de aranceles sobre una cantidad similar de importaciones de productos estadounidenses como motocicletas, bourbon, carne de cerdo, manzanas y queso.
Trump podría recién estar comenzando. El 29 de mayo anunció que habría nuevos aranceles sobre las importaciones por valor de 50.000 millones de dólares procedentes de China, los cuales serán efectivos a partir de mediados de junio. También está considerando la posibilidad de establecer aranceles de hasta el 25% sobre los 8 millones de coches importados que los estadounidenses compran cada año. Y quién sabe qué más.
En una guerra comercial, no hay vencedores
Hay guerras comerciales en las que Trump cree que puede ganar, y el presidente ya no amenaza con iniciar tales guerras; las inicia. Dado que Estados Unidos importa más de lo que exporta, Trump parece pensar que podemos aplicar aranceles a muchos más productos que cualquier otro socio comercial. Pero este es el peor de los temores para los mercados financieros en relación a las medidas que adopta el presidente, porque más aranceles pueden dar pie a una guerra de desgaste en la que los gobiernos destruyen el valor y el “ganador” es el que menos pierde.
Me he referido antes a Trump como un hombre de los años 70: ve en las industrias de chimenea como la del acero y la del carbón la columna vertebral del poder económico estadounidense, a pesar de que hemos evolucionado hacia una economía de servicios y tecnología con un importante, pero en declive, sector manufacturero. Cree que las manufacturas son tan importantes que está dispuesto a sacrificar empleos y ganancias en otros lugares ‒por ejemplo, en el comercio minorista y la agricultura‒ para impulsar un sector que ha ido en declive de forma natural como parte de la producción económica general de la nación.
Las economías cambian continuamente. Las nuevas industrias desplazan a las viejas. Los trabajadores de las industrias en declives salen perjudicados a medida que van desapareciendo puestos de trabajo y se van creando otros nuevos en campos muy distintos. Estados Unidos ha hecho poco para ayudar a los trabajadores desplazados a adaptarse y encontrar nuevas formas de prosperar, y Trump ha apelado hábilmente a los “hombres y mujeres olvidados” sobre los que otros políticos han parloteado pero por los que han hecho poco o nada.
El ministro de finanzas francés Bruno Le Maire, a la izquierda, recibe al secretario de comercio estadounidense Wilbur Ross antes de su reunión en el ministerio de economía francés en París, Francia, el jueves 31 de mayo de 2018 (AP Photo / Francois Mori).
Pero el estilo de proteccionismo de Trump producirá más trabajadores desplazados, en las industrias perjudicadas por los daños colaterales de sus guerras comerciales. Esto sucederá al menos de dos formas. Primero, los aranceles son impuestos que hacen aumentar el precio del producto protegido, en este caso el acero y el aluminio. Por lo que los productores nacionales ganan más dinero y pueden contratar a más trabajadores. Pero las empresas que compran esos productos, como los fabricantes de coches, electrodomésticos y bebidas, ahora tienen que pagar más y sus productos se vuelven más caros, lo que podría afectar negativamente a las ventas. Eso destruye las ganancias y los puestos de trabajo.
Otros perjuicios proceden de los aranceles impuestos en represalia por otros países, lo que eleva los precios de las exportaciones estadounidenses y reduce las ventas. Algunos agricultores estadounidenses y propietarios de empresas ya se han quejado de la reducción del acceso a los mercados chinos, tras las medidas proteccionistas de ambos países. El secretario de comercio de Trump, Wilbur Ross, dijo en abril que los estadounidenses tienen que “soportar un poco de dolor” para lograr los acuerdos comerciales más favorables para los Estados Unidos. Pues bien, llega el dolor. Lo que los estadounidenses realmente necesitan hacer es tolerar los pesares durante más tiempo que nuestros enemigos en la guerra comercial, esperando que cedan primero.
La bolsa se ha mantenido igual este año, lo cual es extraño si tenemos en cuenta que la bajada de impuestos de Trump firmada en 2017 ha hecho aumentar las ganancias de las empresas. Los líderes del empresariado citan el estilo proteccionista del presidente como una de sus preocupaciones principales, y a los anuncios de aranceles de Trump este año les han seguido ventas masivas en el mercado. Muchos inversores ven las tarifas del primer mandatario como garrotazos temporales destinados a fijar un apalancamiento que puede usar para negociar mejores acuerdos, pero empiezan a parecerse más a políticas que, a largo plazo, podrían asfixiar a los mercados de forma indefinida.
También ha habido un retroceso en el proteccionismo de Trump en los estados agrícolas, cruciales para los resultados de las elecciones que tendrán lugar a mitad de mandato, entre las que se incluyen Iowa, Kansas, Missouri y North Dakota. Y es que los agricultores han descubierto nuevas barreras para vender sus productos en el extranjero. ¿Le importa a Trump? ¿Hay un plan maestro para arreglar todo esto antes de noviembre? Parece, cada vez con mayor certeza, que no lo hay. El hombre de los años 70 quiere sus aranceles, y más acero estadounidense en las calles. El resto de la economía puede esperar.
Fuente
En Pejelandia es Pejenomics, en Trumpilandia es Trupinomics. Trump es un hombre que sigue viviendo en los años 70's, AMLO es un hombre que sigue viviendo en los años 60's. Definitivamente estos dos vejestorios se llevarán muy bien.