dito de best
Bovino adicto
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Bueno aqui les dejo esta historia para que no se pierda esa bonita costumbre de leer saludos a todo el corral
El buen comensal
Algún día te encontrarás conduciendo por una larguísima carretera de dos carriles. Alrededor no habrá señales, automóviles, animales, ni siquiera aves surcando el cielo. Solo tú y una carretera que se extiende hasta donde alcanza la vista entre un inhóspito desierto. Puedes manejar eternamente sobre esta carretera sin llegar a ningún lado. Puedes darte vuelta y conducir por donde viniste. Nada sucederá. Te mantendrás conduciendo por siempre sin jamás encontrar un fin.
Quizás te empieces a preocupar por quedarte sin combustible. Si revisas el tablero te darás cuenta que el indicador está un poco más abajo que la última vez que comprobaste, cuando quiera que haya sido eso. El tiempo no tiene importancia aquí. Sin embargo, ni de cerca se aproximará a un tanque vacío durante muchos kilómetros, por lo que puedes seguir conduciendo.
Es posible que también sientas algo de hambre. Si revisas tu equipaje o el automóvil notarás que no llevas nada para comer. No le das demasiada importancia, pues no es más que un poco de hambre. Sigues conduciendo a través de este camino sin fin.
A medida que conduces, el hambre no hace más que empeorar. El indicador de combustible mostrará un poco menos cada vez que lo revises. Eventualmente, cuando estés muriendo de hambre y casi te hayas quedado sin gasolina, verás una antigua gasolinera con un restaurante adjunto. Tendrá un enorme cartel que anuncie “El buen comensal”, con la letra O faltante. A continuación se listan los precios de la gasolina, pero esto no tiene importancia.
Te sentirás feliz y aliviado de haber encontrado este lugar en el mayor momento de urgencia en esta carretera tan desolada. Llenarás el tanque e inmediatamente entrarás al restaurante para comer. Al entrar encontrarás una barra a la derecha con varios taburetes dispuestos en el frente. Algunas mesas a la izquierda y dos baños en el fondo. El suelo está cubierto con adoquines de barro desgastado y las paredes forradas con paneles de madera. Un par de ventiladores giran a duras penas en el techo.
Tu atención volverá a la barra donde podrás distinguir a un hombre de pie, limpiando tranquilamente el mostrador con un harapo. Es un sujeto enorme de raza negra, probablemente en sus 60 años, con la cabeza repleta de canas y una barba de varios días. También podrás notar su experiencia de vida en el rostro, como si hubiera experimentado un sinfín de cosas que se han abierto paso desde su mente hasta su piel, dejándole un montón de arrugas.
Apenas y verás sus ojos, pero te darás cuenta que transmiten una profunda sabiduría, y cuando te mire, podrás sentir algo diferente en ellos. Dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero los ojos de este hombre son su alma, su esencia contenida en el interior. Te escaparás de la realidad durante un instante, pero casi inmediatamente regresarás.
Recordando el hambre, te sentarás para pedir algo de comer. Mientras miras alrededor notarás que no hay menú, o carteles de la comida disponible. Si le solicitas al hombre el menú, te dará uno con todas las opciones de un restaurante típico. Te preparará todo lo que pidas, y lo servirá, con muy poca conversación.
Después de comer tendrás que pagar la cuenta, darle las gracias e irte. Si regresas a ver, ahí estará el hombre con una expresión de tristeza, una tristeza tan grande que te oprime el corazón. Después vuelves la atención al camino y sigues a tu destino. Llegas al lugar donde vas y olvidas todo sobre el restaurante.
Pero, si así lo quieres, puedes no solicitar un menú. Simplemente dices “¿Qué tienes para ofrecerme?”. El hombre sonreirá y contestará, “¿Qué deseas tener?”. En este momento puedes pedir cualquier cosa que desees en el mundo. Cualquier cosa que desees saber, tener o ser puedes pedirla y el hombre te la concederá.
Puedes hacerle preguntas sobre el futuro. Puedes pedirle que te permita volar. Lo que sea, el hombre te lo dará. Después de recibirlo, te irás del lugar. Si regresas a ver en esta ocasión, el hombre parecerá sumido en una profunda pena, casi al borde de las lágrimas. Te encaminarás a tu destino, pero estará vacío. Quedarás solo contigo mismo y con lo que sea que hayas deseado.
Aunque… si eres lo suficientemente valiente, hay algo que puedes pedir, algo tan terrible como poderoso. Debes solicitar la última rebanada de tarta en el plato grande que está sobre el mostrador. Cuando se la solicites al hombre, este será solemne y te dará una sonrisa tranquila. “Como quieras”, dirá. Retirará la tapa y pondrá la rebanada sobre un pequeño recipiente de plata, acompañado de un tenedor. Toma el tenedor y come el pastel. No tendrá ningún sabor particular para ti, tu lengua ni siquiera será capaz de identificar de qué se trata. Cómelo todo y, después, devuelve el plato al hombre. Cuando intentes sacar tu cartera, él simplemente sacudirá la cabeza y dirá “Corre por mi cuenta”.
Le darás las gracias y saldrás, entrarás en el auto y conducirás a tu destino. Si volteas a ver en esta ocasión, el hombre parecerá pensativo mientras posa su mirada en la distancia.
¿Qué hace esta rebanada de tarta? Bueno, cuando empieces a conducir empezarás a contemplar cosas. Pensamientos que surgirán en tu cabeza y que te rebelarán los orígenes del universo. Sabrás quién es la entidad máxima, el creador de este mundo. Conocerás los secretos de la otra vida, y sabrás todo sobre quien eres. Y solo una vez que comprendas plenamente esta información, tendrás que abandonar la carretera.
El buen comensal
Algún día te encontrarás conduciendo por una larguísima carretera de dos carriles. Alrededor no habrá señales, automóviles, animales, ni siquiera aves surcando el cielo. Solo tú y una carretera que se extiende hasta donde alcanza la vista entre un inhóspito desierto. Puedes manejar eternamente sobre esta carretera sin llegar a ningún lado. Puedes darte vuelta y conducir por donde viniste. Nada sucederá. Te mantendrás conduciendo por siempre sin jamás encontrar un fin.
Quizás te empieces a preocupar por quedarte sin combustible. Si revisas el tablero te darás cuenta que el indicador está un poco más abajo que la última vez que comprobaste, cuando quiera que haya sido eso. El tiempo no tiene importancia aquí. Sin embargo, ni de cerca se aproximará a un tanque vacío durante muchos kilómetros, por lo que puedes seguir conduciendo.
Es posible que también sientas algo de hambre. Si revisas tu equipaje o el automóvil notarás que no llevas nada para comer. No le das demasiada importancia, pues no es más que un poco de hambre. Sigues conduciendo a través de este camino sin fin.
A medida que conduces, el hambre no hace más que empeorar. El indicador de combustible mostrará un poco menos cada vez que lo revises. Eventualmente, cuando estés muriendo de hambre y casi te hayas quedado sin gasolina, verás una antigua gasolinera con un restaurante adjunto. Tendrá un enorme cartel que anuncie “El buen comensal”, con la letra O faltante. A continuación se listan los precios de la gasolina, pero esto no tiene importancia.
Te sentirás feliz y aliviado de haber encontrado este lugar en el mayor momento de urgencia en esta carretera tan desolada. Llenarás el tanque e inmediatamente entrarás al restaurante para comer. Al entrar encontrarás una barra a la derecha con varios taburetes dispuestos en el frente. Algunas mesas a la izquierda y dos baños en el fondo. El suelo está cubierto con adoquines de barro desgastado y las paredes forradas con paneles de madera. Un par de ventiladores giran a duras penas en el techo.
Tu atención volverá a la barra donde podrás distinguir a un hombre de pie, limpiando tranquilamente el mostrador con un harapo. Es un sujeto enorme de raza negra, probablemente en sus 60 años, con la cabeza repleta de canas y una barba de varios días. También podrás notar su experiencia de vida en el rostro, como si hubiera experimentado un sinfín de cosas que se han abierto paso desde su mente hasta su piel, dejándole un montón de arrugas.
Apenas y verás sus ojos, pero te darás cuenta que transmiten una profunda sabiduría, y cuando te mire, podrás sentir algo diferente en ellos. Dicen que los ojos son las ventanas del alma, pero los ojos de este hombre son su alma, su esencia contenida en el interior. Te escaparás de la realidad durante un instante, pero casi inmediatamente regresarás.
Recordando el hambre, te sentarás para pedir algo de comer. Mientras miras alrededor notarás que no hay menú, o carteles de la comida disponible. Si le solicitas al hombre el menú, te dará uno con todas las opciones de un restaurante típico. Te preparará todo lo que pidas, y lo servirá, con muy poca conversación.
Después de comer tendrás que pagar la cuenta, darle las gracias e irte. Si regresas a ver, ahí estará el hombre con una expresión de tristeza, una tristeza tan grande que te oprime el corazón. Después vuelves la atención al camino y sigues a tu destino. Llegas al lugar donde vas y olvidas todo sobre el restaurante.
Pero, si así lo quieres, puedes no solicitar un menú. Simplemente dices “¿Qué tienes para ofrecerme?”. El hombre sonreirá y contestará, “¿Qué deseas tener?”. En este momento puedes pedir cualquier cosa que desees en el mundo. Cualquier cosa que desees saber, tener o ser puedes pedirla y el hombre te la concederá.
Puedes hacerle preguntas sobre el futuro. Puedes pedirle que te permita volar. Lo que sea, el hombre te lo dará. Después de recibirlo, te irás del lugar. Si regresas a ver en esta ocasión, el hombre parecerá sumido en una profunda pena, casi al borde de las lágrimas. Te encaminarás a tu destino, pero estará vacío. Quedarás solo contigo mismo y con lo que sea que hayas deseado.
Aunque… si eres lo suficientemente valiente, hay algo que puedes pedir, algo tan terrible como poderoso. Debes solicitar la última rebanada de tarta en el plato grande que está sobre el mostrador. Cuando se la solicites al hombre, este será solemne y te dará una sonrisa tranquila. “Como quieras”, dirá. Retirará la tapa y pondrá la rebanada sobre un pequeño recipiente de plata, acompañado de un tenedor. Toma el tenedor y come el pastel. No tendrá ningún sabor particular para ti, tu lengua ni siquiera será capaz de identificar de qué se trata. Cómelo todo y, después, devuelve el plato al hombre. Cuando intentes sacar tu cartera, él simplemente sacudirá la cabeza y dirá “Corre por mi cuenta”.
Le darás las gracias y saldrás, entrarás en el auto y conducirás a tu destino. Si volteas a ver en esta ocasión, el hombre parecerá pensativo mientras posa su mirada en la distancia.
¿Qué hace esta rebanada de tarta? Bueno, cuando empieces a conducir empezarás a contemplar cosas. Pensamientos que surgirán en tu cabeza y que te rebelarán los orígenes del universo. Sabrás quién es la entidad máxima, el creador de este mundo. Conocerás los secretos de la otra vida, y sabrás todo sobre quien eres. Y solo una vez que comprendas plenamente esta información, tendrás que abandonar la carretera.