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Bovino de la familia
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- 11 Jul 2006
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- #1
Antes de postear el relato es menester decirles que no es mio, de hecho lo encontré vagando por la red, pero aqui se los dejo
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DOS MUJERES Y UNA MADRUGADA
Se fue serenando hasta que estuvo tranquila. Yo la contemplaba, se veía preciosa. Respiraba pausadamente. Por fin abrió los ojos… e iluminó la estancia con su sonrisa.
-Estuviste maravillosa -dijo.
-Contigo es fácil – contesté.
Me acercó a ella, quería gozarme también. Empezó a acariciarme, al tratar de desvestirme se desvaneció. Mi novia estaba agotada. La tomé, me puse boca arriba y la ubiqué en mi pecho, sabiendo el gusto que tiene por mis senos. Pero ella no se recuperaba, apenas intentaba algo se desplomaba. Me sorprendió; siempre se restablece rápido.
Intenté reiniciar, pero me rechazó. Quería hacérmelo ella.
- Una mujer no puede quedarse así excitada vienen dolores y cosas allá abajo- me informó.
-Es cierto- contesté riendo, por lo ceremonioso de la acotación.
- Es cierto. No te rías- replicó irritada.
No contesté, pensó que me burlaba.
-Tú tienes la culpa, todo este rato y todavía estás en interiores – dijo molesta.
No hice comentario.
Suavizando un poco el tono dijo:
-Termina de desnudarte, mujer, que afán el tuyo de querer desnudarme y que yo te desnude…siempre. A veces es desvestirnos y joder-.
-¿Joder?- pregunté
Fuera de lugar los comentarios, estaba claro que lo había dicho en alusión a mi gusto de que el sexo sea precedido por momentos. A pesar de lo poco sensual que me pareció, me quité la ropa interior, que efectivamente aún llevaba puesta.
-¿Mejor así?- le sonreí conciliadora.
Asintió. Se acomodó y con un gesto me invitó a que me ubicara a su lado.
-Discúlpame -dijo.
Moví la cabeza en señal de aceptación. No quería mencionar nada que propiciara una discusión. Con ella pasaban horas y estábamos ahí y ahí, dando vueltas al mismo punto.
Sentí sus manos acariciando mi cabeza, sus largas uñas pasando por mi espalda, como quien soba a una mascota, yo me movía imitando a una que se acomoda en el regazo de su dueña, hasta ronroneaba. Ella reía divertida. Como me gusta ser tocada por esta mujer, sabiendo también, que a ella le gusta sentirse a cargo.
Intenté acariciarla pero no me dejó. Obedecí y me mantuve quieta.
Seguía sintiendo sus caricias en mi espalda y la parte de las nalgas que alcanzaba al extender su mano. Empezó a delinear mi rostro, sentí sus uñas acariciar mis ojos, siguió en recorrido hasta el oído y revolvió su interior. Sentí un hormigueo por todo el cuerpo y gemí.
Levantó mi cara:
-¿Te gusta?- preguntó.
-Sí- contesté.
Se inclinó, entreabrió sus labios e introdujo su lengua en mi boca con suavidad. Le correspondí, comí sus labios de manzana y bajé en un segundo desde lo alto la montaña. Mi chica también besaba con delicadeza. Que diferencia con la forma violenta con que lo hace cuando está excitada.
Su mano se movía magistralmente por mi torso; sin tocar las aureolas. Retrocedió el andar de la mano hasta que se posó en mi boca. No sabía que quería que hiciera. Esperé. Tenía los labios cerrados y ella pasaba sus yemas por ellos trasmitiendo electricidad. Insistió y abrí la boca; su dedo mamé con fruición, imitábamos la penetración, se excitó mucho, empecé a sentir sus uñas en mi carne. Me acomodó boca arriba y posó un beso en mis senos. Me olfateó como un perrito: debajo de los senos, el túnel entre ellos. Al sentir su rostro en mi axila gemí con fuerza. Ella siguió aspirando mi olor en el cuello. Me dejé hacer y me aferré a ella. Sentir su respiración agitada, agitó la mía.
-Apetecible…eres una mujer muy apetecible-dijo bajo en el oído.
Me estremecí al escucharla.
-¿Estás caliente?- preguntó.
-Sabes que sí- le contesté mirándola.
-¿Qué quieres que te haga?- dijo con voz entrecortada.
-Tú sabes – le contesté excitada.
-Sí… pero quiero oírlo- dijo.
-Mama tus senos – le contesté diluida.
Se relamió y con uñas empezó a recorrerlos, bordeaba en círculos ambos. Amagaba con tocar las aureolas pero se retiraba. Yo arqueaba mi cuerpo buscando ansiosa el contacto. Me tomó ambas manos y las fijó a los barrotes de la cama:
-Quédate así hasta que yo te diga-ordenó
Asentí.
-Ábrete más- indicó.
Obedecí, se ubicó entre mis piernas. Acaricio mi vientre con ambas manos, apenas si sentía el contacto pero que excitante era. Bordeó mi contorno con sus palmas, acariciando suavemente mis caderas… se detuvo, aumentó la presión hasta que las aprisionó con firmeza:
-Esto (agarrando mis caderas)… fue lo que me gustó…cuando te vi. … -me pregunté- ¿como será sentir a esa hembra latina cuando se corre?– dijo lujuriosamente.
Yo empezaba a retorcerme agarrada a los barrotes. Mi chica me acariciaba con la punta de los dedos, por fin sentí el contacto en ambas aureolas. Exhalé como un búfalo. Apretó los pezones aumentando la fuerza…ohhh…esa mezcla de placer y dolor. Con mis manos sujetando los barrotes, mi espalda se arqueo y giraba de un lado hacia otro, buscó uno de mis senos y pasó la lengua por mi carne sensibilizada. Me tenía hecha un amasijo.
-Ahora- pidió.
Liberada, la atraje hacia mí con fuerza y seguí moviéndome bajo su cuerpo. Ella pasaba la lengua por mi pezón. Sólo hacia eso. ¡Qué gusto!
Nos movíamos acompasadas, el cuerpo se me siguió derritiendo. Relajé un poco la fuerza del abrazo, ella lo notó y busco mí otro pezón, enterraba mis manos en su espalda…transportada.
-Nunca sabrás cuanto me gustan tus tetas-la escuché decir.
Ella hizo una fiesta en mis senos. No usaba sus dientes. No esta vez. Cuando se demoraba más de lo que yo quería la guiaba hacia el otro. Atraía su cabeza hacia mí, buscando aumentar el contacto. Mi chica tenía sus ojos cerrados, con una mano en el seno lo succionaba, concentrada en lo que estaba haciendo, disfrutándolo también.
Sintió mi mirada y abrió los ojos.
-Está rica… ¿te agrada?-dijo descompuesta por el exceso.
No esperó respuesta ni movimiento de mi parte, y se pegó a mi otro seno, llenándolo de caricias. Sentía el contacto de su vientre en mi vulva húmeda, pero no apuré nada. Estaba disfrutando de esa boca. Quería extenderlo hasta donde fuera posible.
La estaba gozando.
Le dije cuanto me gustaba lo que estaba haciendo, lo bien que se sentía, le pedí que siguiera, que no parara, que parara por que me iba a correr.
-Sí… nena así… sigue así-susurré.
Ella restregaba su cuerpo contra el mío, como una leona en celo.
Le imploré: que me pasara la lengua, que me mordiera suavecito, que comiera sus tetas, que siguiera así… así.
Excitada exclamé:
“¡Que Dios te bendiga esa boca, muchacha!”.
Sabía muy bien lo que yo disfrutaba. Lo supo desde aquella noche que estuvimos juntas por primera vez en Praga.
-Tómame-le dije- ya no podía más.
No atendió. Quizás pensaba que era otra cosa más que yo le decía, así que tomé su cara y le dije:
-Nena, cógeme que estoy en punto-.
Ahora sí reaccionó.
-Ponte en tus rodillas-pidió.
Como pude obedecí y ella me imitó. Sin mediar palabra introdujo dos dedos en una vagina que rebozaba. Con su brazo libre me sujetó por las caderas y siguió mamando de su seno. Ambas sabíamos lo que teníamos que hacer. Yo me movía contrario a su mano y ella empujaba rítmicamente. Se escuchaba el sonido húmedo de la penetración. Ella se separó:
-Eso es…muévete…coge para mí -dijo lascivamente.
Supo que estaba a la puerta y aumentó la rapidez en la penetración. Sentí la oleada de calor, hice un arco hacia atrás, me aferré a su hombro y luego…el desborde…imparable. La sensación de placer provenía de mi vagina y se propagó por todo mi cuerpo. Los espasmos remecían mis caderas. Me apoye sobre mis rodillas y los hombros de mi mujer, que esa madrugada había tenido un desempeño impecable. Ella me sujetó cuanto pudo, pero todas maneras caí sobre ella. La sentía moverse debajo de mí, como pude sostuve mi peso hasta que se liberó. Sentí sus brazos rodearme, el cuerpo me temblaba por el orgasmo.
Al rato, una sensación de bienestar se apoderó de mí. Me recuperé, pero nos mantuvimos abrazadas.
-¿Te dormiste?- preguntó
-No-
Levanté la cara y besé su pecho.
Noté que ella esperaba que dijera algo, así estuvimos unos segundos.
-Oye…no seas maleducada y dime lo genial que estuve- bromeó.
-Señorita, con toda propiedad digo, que estuvo Ud. espléndida- dije feliz
-¿En escala de 1 a 10?- siguió bromeando.
-Definitivamente: 10- dije sin bromear en lo absoluto.
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DOS MUJERES Y UNA MADRUGADA
Se fue serenando hasta que estuvo tranquila. Yo la contemplaba, se veía preciosa. Respiraba pausadamente. Por fin abrió los ojos… e iluminó la estancia con su sonrisa.
-Estuviste maravillosa -dijo.
-Contigo es fácil – contesté.
Me acercó a ella, quería gozarme también. Empezó a acariciarme, al tratar de desvestirme se desvaneció. Mi novia estaba agotada. La tomé, me puse boca arriba y la ubiqué en mi pecho, sabiendo el gusto que tiene por mis senos. Pero ella no se recuperaba, apenas intentaba algo se desplomaba. Me sorprendió; siempre se restablece rápido.
Intenté reiniciar, pero me rechazó. Quería hacérmelo ella.
- Una mujer no puede quedarse así excitada vienen dolores y cosas allá abajo- me informó.
-Es cierto- contesté riendo, por lo ceremonioso de la acotación.
- Es cierto. No te rías- replicó irritada.
No contesté, pensó que me burlaba.
-Tú tienes la culpa, todo este rato y todavía estás en interiores – dijo molesta.
No hice comentario.
Suavizando un poco el tono dijo:
-Termina de desnudarte, mujer, que afán el tuyo de querer desnudarme y que yo te desnude…siempre. A veces es desvestirnos y joder-.
-¿Joder?- pregunté
Fuera de lugar los comentarios, estaba claro que lo había dicho en alusión a mi gusto de que el sexo sea precedido por momentos. A pesar de lo poco sensual que me pareció, me quité la ropa interior, que efectivamente aún llevaba puesta.
-¿Mejor así?- le sonreí conciliadora.
Asintió. Se acomodó y con un gesto me invitó a que me ubicara a su lado.
-Discúlpame -dijo.
Moví la cabeza en señal de aceptación. No quería mencionar nada que propiciara una discusión. Con ella pasaban horas y estábamos ahí y ahí, dando vueltas al mismo punto.
Sentí sus manos acariciando mi cabeza, sus largas uñas pasando por mi espalda, como quien soba a una mascota, yo me movía imitando a una que se acomoda en el regazo de su dueña, hasta ronroneaba. Ella reía divertida. Como me gusta ser tocada por esta mujer, sabiendo también, que a ella le gusta sentirse a cargo.
Intenté acariciarla pero no me dejó. Obedecí y me mantuve quieta.
Seguía sintiendo sus caricias en mi espalda y la parte de las nalgas que alcanzaba al extender su mano. Empezó a delinear mi rostro, sentí sus uñas acariciar mis ojos, siguió en recorrido hasta el oído y revolvió su interior. Sentí un hormigueo por todo el cuerpo y gemí.
Levantó mi cara:
-¿Te gusta?- preguntó.
-Sí- contesté.
Se inclinó, entreabrió sus labios e introdujo su lengua en mi boca con suavidad. Le correspondí, comí sus labios de manzana y bajé en un segundo desde lo alto la montaña. Mi chica también besaba con delicadeza. Que diferencia con la forma violenta con que lo hace cuando está excitada.
Su mano se movía magistralmente por mi torso; sin tocar las aureolas. Retrocedió el andar de la mano hasta que se posó en mi boca. No sabía que quería que hiciera. Esperé. Tenía los labios cerrados y ella pasaba sus yemas por ellos trasmitiendo electricidad. Insistió y abrí la boca; su dedo mamé con fruición, imitábamos la penetración, se excitó mucho, empecé a sentir sus uñas en mi carne. Me acomodó boca arriba y posó un beso en mis senos. Me olfateó como un perrito: debajo de los senos, el túnel entre ellos. Al sentir su rostro en mi axila gemí con fuerza. Ella siguió aspirando mi olor en el cuello. Me dejé hacer y me aferré a ella. Sentir su respiración agitada, agitó la mía.
-Apetecible…eres una mujer muy apetecible-dijo bajo en el oído.
Me estremecí al escucharla.
-¿Estás caliente?- preguntó.
-Sabes que sí- le contesté mirándola.
-¿Qué quieres que te haga?- dijo con voz entrecortada.
-Tú sabes – le contesté excitada.
-Sí… pero quiero oírlo- dijo.
-Mama tus senos – le contesté diluida.
Se relamió y con uñas empezó a recorrerlos, bordeaba en círculos ambos. Amagaba con tocar las aureolas pero se retiraba. Yo arqueaba mi cuerpo buscando ansiosa el contacto. Me tomó ambas manos y las fijó a los barrotes de la cama:
-Quédate así hasta que yo te diga-ordenó
Asentí.
-Ábrete más- indicó.
Obedecí, se ubicó entre mis piernas. Acaricio mi vientre con ambas manos, apenas si sentía el contacto pero que excitante era. Bordeó mi contorno con sus palmas, acariciando suavemente mis caderas… se detuvo, aumentó la presión hasta que las aprisionó con firmeza:
-Esto (agarrando mis caderas)… fue lo que me gustó…cuando te vi. … -me pregunté- ¿como será sentir a esa hembra latina cuando se corre?– dijo lujuriosamente.
Yo empezaba a retorcerme agarrada a los barrotes. Mi chica me acariciaba con la punta de los dedos, por fin sentí el contacto en ambas aureolas. Exhalé como un búfalo. Apretó los pezones aumentando la fuerza…ohhh…esa mezcla de placer y dolor. Con mis manos sujetando los barrotes, mi espalda se arqueo y giraba de un lado hacia otro, buscó uno de mis senos y pasó la lengua por mi carne sensibilizada. Me tenía hecha un amasijo.
-Ahora- pidió.
Liberada, la atraje hacia mí con fuerza y seguí moviéndome bajo su cuerpo. Ella pasaba la lengua por mi pezón. Sólo hacia eso. ¡Qué gusto!
Nos movíamos acompasadas, el cuerpo se me siguió derritiendo. Relajé un poco la fuerza del abrazo, ella lo notó y busco mí otro pezón, enterraba mis manos en su espalda…transportada.
-Nunca sabrás cuanto me gustan tus tetas-la escuché decir.
Ella hizo una fiesta en mis senos. No usaba sus dientes. No esta vez. Cuando se demoraba más de lo que yo quería la guiaba hacia el otro. Atraía su cabeza hacia mí, buscando aumentar el contacto. Mi chica tenía sus ojos cerrados, con una mano en el seno lo succionaba, concentrada en lo que estaba haciendo, disfrutándolo también.
Sintió mi mirada y abrió los ojos.
-Está rica… ¿te agrada?-dijo descompuesta por el exceso.
No esperó respuesta ni movimiento de mi parte, y se pegó a mi otro seno, llenándolo de caricias. Sentía el contacto de su vientre en mi vulva húmeda, pero no apuré nada. Estaba disfrutando de esa boca. Quería extenderlo hasta donde fuera posible.
La estaba gozando.
Le dije cuanto me gustaba lo que estaba haciendo, lo bien que se sentía, le pedí que siguiera, que no parara, que parara por que me iba a correr.
-Sí… nena así… sigue así-susurré.
Ella restregaba su cuerpo contra el mío, como una leona en celo.
Le imploré: que me pasara la lengua, que me mordiera suavecito, que comiera sus tetas, que siguiera así… así.
Excitada exclamé:
“¡Que Dios te bendiga esa boca, muchacha!”.
Sabía muy bien lo que yo disfrutaba. Lo supo desde aquella noche que estuvimos juntas por primera vez en Praga.
-Tómame-le dije- ya no podía más.
No atendió. Quizás pensaba que era otra cosa más que yo le decía, así que tomé su cara y le dije:
-Nena, cógeme que estoy en punto-.
Ahora sí reaccionó.
-Ponte en tus rodillas-pidió.
Como pude obedecí y ella me imitó. Sin mediar palabra introdujo dos dedos en una vagina que rebozaba. Con su brazo libre me sujetó por las caderas y siguió mamando de su seno. Ambas sabíamos lo que teníamos que hacer. Yo me movía contrario a su mano y ella empujaba rítmicamente. Se escuchaba el sonido húmedo de la penetración. Ella se separó:
-Eso es…muévete…coge para mí -dijo lascivamente.
Supo que estaba a la puerta y aumentó la rapidez en la penetración. Sentí la oleada de calor, hice un arco hacia atrás, me aferré a su hombro y luego…el desborde…imparable. La sensación de placer provenía de mi vagina y se propagó por todo mi cuerpo. Los espasmos remecían mis caderas. Me apoye sobre mis rodillas y los hombros de mi mujer, que esa madrugada había tenido un desempeño impecable. Ella me sujetó cuanto pudo, pero todas maneras caí sobre ella. La sentía moverse debajo de mí, como pude sostuve mi peso hasta que se liberó. Sentí sus brazos rodearme, el cuerpo me temblaba por el orgasmo.
Al rato, una sensación de bienestar se apoderó de mí. Me recuperé, pero nos mantuvimos abrazadas.
-¿Te dormiste?- preguntó
-No-
Levanté la cara y besé su pecho.
Noté que ella esperaba que dijera algo, así estuvimos unos segundos.
-Oye…no seas maleducada y dime lo genial que estuve- bromeó.
-Señorita, con toda propiedad digo, que estuvo Ud. espléndida- dije feliz
-¿En escala de 1 a 10?- siguió bromeando.
-Definitivamente: 10- dije sin bromear en lo absoluto.