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Bovino Milenario
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DesvergüenzaRicardo Alemán
Itinerario Político
Andrés Manuel López Obrador regresó a los reflectores a partir de lo que algunos llaman ezquizofrenia
Muchos despistados se tragaron de un bocado el más reciente lance de Andrés Manuel López Obrador, quien regresó a los reflectores a partir de lo que algunos llaman ezquizofrenia.
Se escandalizan porque AMLO mandó “al carajo” a la dirigencia del PRD, ordenó a su grey sufragar por el PT en Iztapalapa, decidió la renuncia del candidato petista “si gana”; que Marcelo Ebrard proponga a Clara Brugada como delegada sustituta y, por si hiciera falta, adivinó que la Asamblea Legislativa votará a favor de sus ocurrencias.
Y “se tragaron el cuento” porque abundan los que se niegan a reconocer que el López Obrador que todos vieron el martes en Iztapalapa es el mismo de siempre: político sinvergüenza y cínico que no respeta nada y a nadie, que para conseguir sus delirantes ambiciones personales engaña a todo el que se deja engañar y, sobre todo, que desde hace por lo menos una década se ha convertido en el sepulturero del más importante partido de la izquierda mexicana.
¿De qué se escandalizan sus críticos? ¿Acaso no es el mismo AMLO que en 1996 negoció con el gobierno de Zedillo su llegada a la dirigencia del PRD; pactó la reforma electoral de 1997, transó su candidatura ilegal, hizo fraude para llegar al GDF en 2000; cometió parricidio con su promotor Cuauhtémoc Cárdenas; persiguió a Rosario Robles; defraudó con la construcción de los segundos pisos, impuso su candidatura presidencial al PRD y metió al partido lo más podrido del PRI?
¿Qué es, si no una sinvergüenzada y un acto de cinismo y traición, que AMLO llame a votar por PT y Convergencia, y contra el PRD? ¿Qué es, si no cobardía, que Los Chuchos se escondan ante los gritos del mesías y sean incapaces de expulsar al traidor no sólo del PRD y de aquellos que creyeron en su mesianismo, sino de la izquierda toda? AMLO pasó de “un peligro para México” al depredador de la izquierda.
Pregona en las plazas no votar por “la mafia de PRI y PAN”, no dar ni un voto a la derecha. Pero en su cotidiana práctica política, lanza paladas de tierra a la sepultura de la izquierda. Todo ante el aplauso de PRI y PAN. ¿Quién es su principal colaborador contra la izquierda? ¿Quién es el sepulturero de la izquierda? ¿Quién es el principal aliado de la derecha? Sí, se llama Andrés y se apellida López Obrador. EN EL CAMINO Por cierto, según La Razón —diario comandado por Pablo Hiriart—, el candidato del PRD en Gustavo a Madero, Víctor Lobo, fue impuesto por AMLO y resultó “pájaro de cuenta”. Preso en 1999 por fraude. Y en su campaña habla de honestidad. Tal para cual.
Razones
Jorge Fernández Menéndez
Y López los mandó al carajo…
Se mostró, una vez más, como lo que es y confirmó que, en esas corrientes políticas, él es el que manda. Si antes había mandado al diablo a las instituciones, el martes en la noche mandó al carajo a la dirigencia del que supuestamente es aún su partido. En Iztapalapa cambió candidaturas: hizo jurar a un candidato desconocido (“Sí, jefe, acepto”, respondió un anonadado Rafael Acosta) que si ganaba renunciaría a su cargo para dejarlo a la que hasta ayer era su oponente. Le ordenó, desde el templete de un acto desangelado y rodeado de dirigentes suyos, al jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, que cuando ganara Acosta y renunciara, debía designar a Clara Brugada como su sucesora y le ordenó a su vez a una Asamblea Legislativa del DF, que ni siquiera ha sido elegida, que aprobara esa designación. López Obrador aseguró finalmente que sigue siendo militante del PRD aunque pida votar en contra de ese partido, y que si lo expulsan será por órdenes de la “mafia” (no, no estaba hablando de Bejarano, Imaz, PonceMeléndez y los demás rateros que han sido parte de su equipo, sino de sus enemigos históricos que van de Felipe Calderón a Carlos Salinas, pasando por políticos, empresarios y banqueros). Y todavía le quedó tiempo para ordenarle al PRD-DF, que la gente de Bejarano controla a través de Alejandra Barrales que, desacatando por segunda vez las órdenes del Tribunal Electoral, no registrara como candidata a Silvia Oliva. Y, por supuesto, no la registraron.
Es López Obrador en plenitud. Las leyes no importan, las instituciones, tampoco, mucho menos los dirigentes de su partido. Las leyes, las instituciones, los partidos, los candidatos, apellídense Brugada o Acosta, están para servir a su causa. Y si se equivoca o alguien no está de acuerdo con ese estilo mussoliniano (o chavista, que es casi lo mismo) de ejercer el poder, de entender la política, es que es parte de una mafia que intenta detenerlo.
Es un estilo perverso, pero que a López Obrador le funciona. No le alcanzó, por poco, para ganar las elecciones de 2006, pero su objetivo ya está puesto en 2012 “corrigiendo” lo que no funcionó en la pasada elección: ahora no quiere ser el candidato de una fuerza política, quiere que las mismas estén a su disposición, colocar a los candidatos, a los dirigentes, y que todo se haga de acuerdo con sus órdenes. Y que ese camino se recorra en el filo de la legalidad, para poder cruzar al otro lado cuando sea preciso. En la estrategia hay que desfondar al PRD, donde se encuentran las mayores resistencias a su proyecto unipersonal: el PT y Convergencia hace tiempo que se han convertido en furgones de cola del mismo. Para derrotar al PRD, López Obrador debe permanecer formalmente en él y busca obligar a la dirigencia del partido a que lo expulse. Éstos, sin saber cómo responder y esperando los resultados del 5 de julio, han demorado esa decisión una y otra vez y cada día que pasa les sale más cara. Si el lopezobradorismo y Bejarano ya les quitaron por lo menos un tercio (o más) de las candidaturas, si entre el PT y Convergencia le han restado un porcentaje similar de votos, lo que veremos después del 5 de julio será una operación donde se formará, de hecho, una nueva fracción parlamentaria lopezobradorista con los diputados del PT y Convergencia sumados a los que formal o informalmente abandonen el PRD para incorporárseles. Y el número de unos y otros va a ser similar.
Si fuera necesario, ya envió el mensaje en Iztapalapa de que espera subordinación de la futura Asamblea Legislativa del DF, de los delegados capitalinos y de Marcelo Ebrard, quien algún día tendrá que decidirse, si quiere ser candidato presidencial, para tomar su propio rumbo. Pero ni Jesús Ortega ni Ebrard aciertan a tomar sus respectivas decisiones en vez de reaccionar a las provocaciones del tabasqueño. Se sienten atrapados y sólo esperan que el 5 de julio defina la correlación interna de fuerzas.
En Iztapalapa demostraron que no están pudiendo con la operación y que ellos mismos se encuentran confundidos. La crisis en la delegación política clave de la capital (tiene la quinta parte de todos los habitantes de la ciudad, el mayor presupuesto y si fuera municipio sería el más importante del país) se dio por las numerosas traiciones internas para buscar posicionarse: López Obrador y Bejarano mandaron y apoyaron a Brugada a fin de quitarle el control delegacional a René Arce y Víctor Hugo Círigo, a quienes consideran enemigos. Ebrard apoyó con todo el peso del GDF a Brugada, para hacer un gesto hacia López Obrador, pero sobre todo con miras a deshacerse de Arce y Círigo a quienes acusa de obstaculizar su gobierno. Nueva Izquierda, desde mucho tiempo atrás, aliada con esos dirigentes, como que decidió mirar a otro lado, dejarlos solos y apostar a fortalecer una hipotética alianza con Ebrard. Arce y Círigo apostaron todo a los suyos, pues Oliva es la ex esposa de Arce y sabían que si no ganaban su situación sería muy endeble. En ese escenario, la elección interna fue escandalosamente sucia, ganó Clara Brugada pero Oliva apeló incluso ante el Tribunal Electoral que finalmente anuló poco más de 40 casillas (no hizo sino cumplir con aquello de revisar voto por voto) y ordenó al perredismo registrar a la candidata de Nueva Izquierda. El PRD-DF no lo hizo y respaldará a López Obrador y el PT. Quienes el 5 de julio crucen la boleta electoral por el PRD, que llevará el nombre y la foto de Clara Brugada, estarán votando en realidad por Silvia Oliva, pero quienes voten por el PT y un tal Acosta, votarán por Brugada. Todos se acusan de traidores y de querer destruir el proyecto del PRD. El problema es que todos parecen tener una parte de la razón: ninguno de ellos quiere a ese partido como se encuentra hoy. Y se están mandando recíprocamente al carajo. Claro, a costa de la ciudadanía y con cargo a nuestros recursos públicos.
******
¿ Será que este es el inicio de la llamada Revolución por México ?
¿ O será que aquellos que depositan su confianza por unanimidad les resulta ahora la mejor via? o en su defecto, la peor via de las molestias por un mencionado y retraido proyecto de Nación.
Itinerario Político
Andrés Manuel López Obrador regresó a los reflectores a partir de lo que algunos llaman ezquizofrenia
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http://www.eluniversal.com.mx/columnas/78730.html
Muchos despistados se tragaron de un bocado el más reciente lance de Andrés Manuel López Obrador, quien regresó a los reflectores a partir de lo que algunos llaman ezquizofrenia.
Se escandalizan porque AMLO mandó “al carajo” a la dirigencia del PRD, ordenó a su grey sufragar por el PT en Iztapalapa, decidió la renuncia del candidato petista “si gana”; que Marcelo Ebrard proponga a Clara Brugada como delegada sustituta y, por si hiciera falta, adivinó que la Asamblea Legislativa votará a favor de sus ocurrencias.
Y “se tragaron el cuento” porque abundan los que se niegan a reconocer que el López Obrador que todos vieron el martes en Iztapalapa es el mismo de siempre: político sinvergüenza y cínico que no respeta nada y a nadie, que para conseguir sus delirantes ambiciones personales engaña a todo el que se deja engañar y, sobre todo, que desde hace por lo menos una década se ha convertido en el sepulturero del más importante partido de la izquierda mexicana.
¿De qué se escandalizan sus críticos? ¿Acaso no es el mismo AMLO que en 1996 negoció con el gobierno de Zedillo su llegada a la dirigencia del PRD; pactó la reforma electoral de 1997, transó su candidatura ilegal, hizo fraude para llegar al GDF en 2000; cometió parricidio con su promotor Cuauhtémoc Cárdenas; persiguió a Rosario Robles; defraudó con la construcción de los segundos pisos, impuso su candidatura presidencial al PRD y metió al partido lo más podrido del PRI?
¿Qué es, si no una sinvergüenzada y un acto de cinismo y traición, que AMLO llame a votar por PT y Convergencia, y contra el PRD? ¿Qué es, si no cobardía, que Los Chuchos se escondan ante los gritos del mesías y sean incapaces de expulsar al traidor no sólo del PRD y de aquellos que creyeron en su mesianismo, sino de la izquierda toda? AMLO pasó de “un peligro para México” al depredador de la izquierda.
Pregona en las plazas no votar por “la mafia de PRI y PAN”, no dar ni un voto a la derecha. Pero en su cotidiana práctica política, lanza paladas de tierra a la sepultura de la izquierda. Todo ante el aplauso de PRI y PAN. ¿Quién es su principal colaborador contra la izquierda? ¿Quién es el sepulturero de la izquierda? ¿Quién es el principal aliado de la derecha? Sí, se llama Andrés y se apellida López Obrador. EN EL CAMINO Por cierto, según La Razón —diario comandado por Pablo Hiriart—, el candidato del PRD en Gustavo a Madero, Víctor Lobo, fue impuesto por AMLO y resultó “pájaro de cuenta”. Preso en 1999 por fraude. Y en su campaña habla de honestidad. Tal para cual.
Razones
Jorge Fernández Menéndez
Y López los mandó al carajo…
Se mostró, una vez más, como lo que es y confirmó que, en esas corrientes políticas, él es el que manda. Si antes había mandado al diablo a las instituciones, el martes en la noche mandó al carajo a la dirigencia del que supuestamente es aún su partido. En Iztapalapa cambió candidaturas: hizo jurar a un candidato desconocido (“Sí, jefe, acepto”, respondió un anonadado Rafael Acosta) que si ganaba renunciaría a su cargo para dejarlo a la que hasta ayer era su oponente. Le ordenó, desde el templete de un acto desangelado y rodeado de dirigentes suyos, al jefe de Gobierno capitalino, Marcelo Ebrard, que cuando ganara Acosta y renunciara, debía designar a Clara Brugada como su sucesora y le ordenó a su vez a una Asamblea Legislativa del DF, que ni siquiera ha sido elegida, que aprobara esa designación. López Obrador aseguró finalmente que sigue siendo militante del PRD aunque pida votar en contra de ese partido, y que si lo expulsan será por órdenes de la “mafia” (no, no estaba hablando de Bejarano, Imaz, PonceMeléndez y los demás rateros que han sido parte de su equipo, sino de sus enemigos históricos que van de Felipe Calderón a Carlos Salinas, pasando por políticos, empresarios y banqueros). Y todavía le quedó tiempo para ordenarle al PRD-DF, que la gente de Bejarano controla a través de Alejandra Barrales que, desacatando por segunda vez las órdenes del Tribunal Electoral, no registrara como candidata a Silvia Oliva. Y, por supuesto, no la registraron.
Es López Obrador en plenitud. Las leyes no importan, las instituciones, tampoco, mucho menos los dirigentes de su partido. Las leyes, las instituciones, los partidos, los candidatos, apellídense Brugada o Acosta, están para servir a su causa. Y si se equivoca o alguien no está de acuerdo con ese estilo mussoliniano (o chavista, que es casi lo mismo) de ejercer el poder, de entender la política, es que es parte de una mafia que intenta detenerlo.
Es un estilo perverso, pero que a López Obrador le funciona. No le alcanzó, por poco, para ganar las elecciones de 2006, pero su objetivo ya está puesto en 2012 “corrigiendo” lo que no funcionó en la pasada elección: ahora no quiere ser el candidato de una fuerza política, quiere que las mismas estén a su disposición, colocar a los candidatos, a los dirigentes, y que todo se haga de acuerdo con sus órdenes. Y que ese camino se recorra en el filo de la legalidad, para poder cruzar al otro lado cuando sea preciso. En la estrategia hay que desfondar al PRD, donde se encuentran las mayores resistencias a su proyecto unipersonal: el PT y Convergencia hace tiempo que se han convertido en furgones de cola del mismo. Para derrotar al PRD, López Obrador debe permanecer formalmente en él y busca obligar a la dirigencia del partido a que lo expulse. Éstos, sin saber cómo responder y esperando los resultados del 5 de julio, han demorado esa decisión una y otra vez y cada día que pasa les sale más cara. Si el lopezobradorismo y Bejarano ya les quitaron por lo menos un tercio (o más) de las candidaturas, si entre el PT y Convergencia le han restado un porcentaje similar de votos, lo que veremos después del 5 de julio será una operación donde se formará, de hecho, una nueva fracción parlamentaria lopezobradorista con los diputados del PT y Convergencia sumados a los que formal o informalmente abandonen el PRD para incorporárseles. Y el número de unos y otros va a ser similar.
Si fuera necesario, ya envió el mensaje en Iztapalapa de que espera subordinación de la futura Asamblea Legislativa del DF, de los delegados capitalinos y de Marcelo Ebrard, quien algún día tendrá que decidirse, si quiere ser candidato presidencial, para tomar su propio rumbo. Pero ni Jesús Ortega ni Ebrard aciertan a tomar sus respectivas decisiones en vez de reaccionar a las provocaciones del tabasqueño. Se sienten atrapados y sólo esperan que el 5 de julio defina la correlación interna de fuerzas.
En Iztapalapa demostraron que no están pudiendo con la operación y que ellos mismos se encuentran confundidos. La crisis en la delegación política clave de la capital (tiene la quinta parte de todos los habitantes de la ciudad, el mayor presupuesto y si fuera municipio sería el más importante del país) se dio por las numerosas traiciones internas para buscar posicionarse: López Obrador y Bejarano mandaron y apoyaron a Brugada a fin de quitarle el control delegacional a René Arce y Víctor Hugo Círigo, a quienes consideran enemigos. Ebrard apoyó con todo el peso del GDF a Brugada, para hacer un gesto hacia López Obrador, pero sobre todo con miras a deshacerse de Arce y Círigo a quienes acusa de obstaculizar su gobierno. Nueva Izquierda, desde mucho tiempo atrás, aliada con esos dirigentes, como que decidió mirar a otro lado, dejarlos solos y apostar a fortalecer una hipotética alianza con Ebrard. Arce y Círigo apostaron todo a los suyos, pues Oliva es la ex esposa de Arce y sabían que si no ganaban su situación sería muy endeble. En ese escenario, la elección interna fue escandalosamente sucia, ganó Clara Brugada pero Oliva apeló incluso ante el Tribunal Electoral que finalmente anuló poco más de 40 casillas (no hizo sino cumplir con aquello de revisar voto por voto) y ordenó al perredismo registrar a la candidata de Nueva Izquierda. El PRD-DF no lo hizo y respaldará a López Obrador y el PT. Quienes el 5 de julio crucen la boleta electoral por el PRD, que llevará el nombre y la foto de Clara Brugada, estarán votando en realidad por Silvia Oliva, pero quienes voten por el PT y un tal Acosta, votarán por Brugada. Todos se acusan de traidores y de querer destruir el proyecto del PRD. El problema es que todos parecen tener una parte de la razón: ninguno de ellos quiere a ese partido como se encuentra hoy. Y se están mandando recíprocamente al carajo. Claro, a costa de la ciudadanía y con cargo a nuestros recursos públicos.
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http://www.exonline.com.mx/diario/columna/634762
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¿ Será que este es el inicio de la llamada Revolución por México ?
¿ O será que aquellos que depositan su confianza por unanimidad les resulta ahora la mejor via? o en su defecto, la peor via de las molestias por un mencionado y retraido proyecto de Nación.