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Algunos dicen que hasta las peores tragedias tienen un lado positivo. Sin embargo, en ocasiones lo que ya es malo puede ser mucho peor de lo que pensábamos. Por ejemplo, los desastres más terribles pueden tener algunos detalles horripilantes que no siempre aparecen en las historias. Hoy te presentamos estas catástrofes con detalles poco conocidos que las hacen aún peores.
El desastre del RMS Titanic que provocó otro naufragio.
En el año de 1912, el RMS Titanic terminó en el fondo del océano por motivos que la cultura pop se ha encargado de difundir bastante bien (un iceberg, exceso de confianza, etc.). Los peritajes subsecuentes al desastre pusieron la mayor parte de la responsabilidad sobre los terribles procedimientos de seguridad del navío, notablemente sobre la escases de botes salvavidas. Esto precipitó un frenesí sobre normas de seguridad en los barcos de pasajeros, lo que ciertamente parece algo beneficioso. De ninguna forma esto podría conducir a la muerte de otras 800 personas.
Desafortunadamente no fue el caso, más tarde estos procedimientos de seguridad llevarían a la muerte de otras 800 personas.
El 24 de julio de 1915, el Eastland, un barco de pasajeros que operaba en Chicago, partió con rumbo a Michigan City. El viaje terminó pocos minutos después, cuando el barco simplemente se volteó de lado y arrojó a sus 2,573 ocupantes a las aguas del río Chicago, resultando en un total de 844 víctimas mortales.
Irónicamente, la culpa fue de los botes salvavidas que habían sido instalados en el barco para evitar este tipo de desastre. Después del Titanic, el Congreso estadounidense aprobó leyes que exigían que los barcos de pasajeros llevaran suficientes botes salvavidas como para acomodar a todas las personas a bordo. Esto terminó convirtiéndose en un gran problema para los barcos de río y sus cascos de aguas poco profundas. El Eastland ya era demasiado pesado, y con estas nuevas reglamentaciones lo obligaron a llevar sus botes salvavidas de seis a once. Agrega más botes y chalecos salvavidas – todos los cuales fueron almacenados en el deck superior – y dejarás de tener un barco funcional para pasar a ser dueño de un desastre ambulante.
En defensa del pobre diablo que concibió originalmente esta idea, el Eastland estaba construido para transportar a un máximo de 500 pasajeros, no 2,500. Las modificaciones improvisadas, aparentemente legales, hicieron al navío estable durante su desplazamiento, pero siempre presentaba inestabilidad durante la carga y descarga. Los bien intencionados botes salvavidas terminaron siendo responsables finales de la tragedia.
Los marineros condenados que quedaron atrapados durante dos semanas en Pearl Harbor.
En 1941 tuvo lugar un ataque kamikaze sorpresa sobre la base naval de Pearl Harbor que resultó en una cantidad increíble de muerte y destrucción. Un total de diecinueve barcos fueron hundidos o damnificados y murieron más de 2,400 personas. Esto es lo que podemos denominar un gran desastre, con varios horrores dentro de sí. Pero uno de estos horrores en particular merece atención, sobre todo por el tiempo que tomó para que culminara.
Uno de los barcos dañados en aquel ataque fue el U.S.S. West Virginia. Y como si ser alcanzado por dos bombas, siete torpedos y perder a más de cien hombres de su tripulación no fuera suficiente, todavía restaba un terrible secreto para la tripulación encargada de salvarlo.
En los momentos que siguieron al ataque, la guardia de marines que se encontraba sobre los restos informó haber escuchado ruidos provenientes del caso del barco. Inicialmente se pensó que estos sonidos provenían del enfriamiento del metal, de equipos de rescate e incluso hasta de fantasmas. Pero, a medida que avanzaron en la investigación, quedó claro lo que en realidad estaba sucediendo: había personas vivas y atrapadas entre las ruinas. Peor aún, las condenaron a morir allí. Hacer un agujero en el casco del barco podría terminar hundiéndolo o provocando una explosión. No había nada que pudieran hacer para salvarles la vida.
No fue sino hasta seis meses después que los equipos de rescate pudieron elevar el barco. Al interior de un almacén hermético se encontraron los cadáveres de tres marineros – Clifford Olds, Ronald Endicott y Louis Costin – junto a baterías abiertas, alimentos, linternas y un tanque de agua dulce. Según el calendario que se encontró en el recinto, los hombres sobrevivieron 16 días antes de sofocarse.
A las familias se les informó que los hombres habían muerto el 7 de diciembre, el día del ataque. Después de algunos años la verdad salió a flote y, hasta hoy, los monumentos indican que el 7 de diciembre fue el día en que murieron.
Los presos que fueron abandonados en una inundación en el huracán Katrina.
El huracán Katrina significó uno de los peores desastres en la historia de los Estados Unidos. Se estima que la tempestad y sus consecuencias terminaron con la vida de más de 2 mil personas, desplazaron a cientos de miles y causaron más de 100 mil millones de dólares en daños. Y eso es solo una parte. De hecho, hay un capítulo del huracán sobre el que nadie parece querer hablar.
Según investigadores de DD.HH. que entrevistaron a los reclusos de una prisión llamada Templeman III, cuando la inundación alcanzó las instalaciones, los encargados huyeron de la prisión – guardias, administradores, todo mundo – y dejaron a su suerte a más de 600 prisioneros en celdas inundadas, sin comida ni agua, durante cuatro días.
Según el cronograma de eventos realizado por estos investigadores, los prisioneros informaron haber visto guardias por última vez el 28 de agosto – el día en que el huracán tocó tierra y la gran mayoría de los residentes de la ciudad huyó o se refugió en el estadio Superdome, que sirvió como albergue para aquellos que no pudieron huir. Para el 29 de agosto, la prisión era una instalación fantasma, sin ley y con una inundación que llegaba hasta el pecho. Para completar el panorama, gracias a un sistema de drenaje de reserva, el agua no estaba precisamente limpia, por así decirlo.
Los internos intentaron poner una solución al problema con sus propios medios. Algunos lograron salir de las celdas para escapar del aumento en el nivel del agua. Otros, con la esperanza de que alguien iría sin importarle la absurda situación, colgaron señales fuera de sus celdas pidiendo ayuda – una visión atestiguada por un oficial correccional de otra prisión. Independientemente de esto, no fue sino hasta el 1 de septiembre que alguien se acordó que habían dejado abandonada una prisión entera, y que probablemente las personas en su interior necesitaban ser rescatadas.
No había grandes criminales tras las rejas. La mayoría de los prisioneros de este lugar estaban recluidos por delitos menores como perturbación del orden y embriaguez en la vía pública – muchos ni siquiera habían recibido condena o una acusación formal. Los prisioneros “mayores” estaban detenidos en prisiones similares Templeman I y Templeman II, que fueron evacuadas casi inmediatamente.
Los astronautas del Challenger probablemente sobrevivieron a la primera explosión.
El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger fue objeto de una falla fatal cuando el gas caliente presurizado rompió uno de los principales tanques de combustible, provocando la desintegración de la nave en lo que se conoce como uno de los mayores desastres en la historia de la NASA. Es común pensar que la tripulación murió al instante. Desafortunadamente, existe evidencia que sugiere otra cosa.
Contrario a lo que muchos creen, la explosión no destrozó el transbordador espacial – si bien se desintegró, eyectó el compartimento de la tripulación relativamente intacto. Y, aunque este módulo casi seguramente se despresurizó en el proceso, todo mundo allí dentro iba en un traje espacial equipado con un PEAP, un dispositivo de aire personal. Cuando los equipos de rescate localizaron estos PEAPs (cuatro de siete), observaron que tres habían sido activados. Y no por golpear contra el agua – fueron activados de forma manual. Al examinar el PEAP que pertenecía al capitán Michael Smith, la NASA encontró que una parte significativa del aire había sido usada. Lo que significa que algunos miembros de la tripulación probablemente estaban con vida cuando impactaron en el océano.
Tras este descubrimiento, se suscitó un esfuerzo considerable por parte de la agencia espacial para ocultar estos hallazgos. Esto, de forma parcial, ocurrió en un intento por evitarle a las familias el trauma de saber que sus seres queridos no habían muerto instantáneamente, aunque la NASA quizá también intentó evitar la condena pública por estar tan mal preparada para un escenario como este. Que un transbordador espacial se desintegre durante un lanzamiento es algo muy malo, no cabe duda. Pero si el módulo de la tripulación salió casi intacto, un aterrizaje suave o un descenso a velocidad controlada podrían haber salvado la vida de todos – claro, si la NASA lo hubiera previsto.
Sin embargo, esta no fue la cosa más horrenda, considerando que la NASA ignoró de forma sistemática advertencias de las personas que construyeron el Challenger de que el transbordador espacial estaba por explotar.
El desastre del RMS Titanic que provocó otro naufragio.
En el año de 1912, el RMS Titanic terminó en el fondo del océano por motivos que la cultura pop se ha encargado de difundir bastante bien (un iceberg, exceso de confianza, etc.). Los peritajes subsecuentes al desastre pusieron la mayor parte de la responsabilidad sobre los terribles procedimientos de seguridad del navío, notablemente sobre la escases de botes salvavidas. Esto precipitó un frenesí sobre normas de seguridad en los barcos de pasajeros, lo que ciertamente parece algo beneficioso. De ninguna forma esto podría conducir a la muerte de otras 800 personas.
Desafortunadamente no fue el caso, más tarde estos procedimientos de seguridad llevarían a la muerte de otras 800 personas.
El 24 de julio de 1915, el Eastland, un barco de pasajeros que operaba en Chicago, partió con rumbo a Michigan City. El viaje terminó pocos minutos después, cuando el barco simplemente se volteó de lado y arrojó a sus 2,573 ocupantes a las aguas del río Chicago, resultando en un total de 844 víctimas mortales.
Irónicamente, la culpa fue de los botes salvavidas que habían sido instalados en el barco para evitar este tipo de desastre. Después del Titanic, el Congreso estadounidense aprobó leyes que exigían que los barcos de pasajeros llevaran suficientes botes salvavidas como para acomodar a todas las personas a bordo. Esto terminó convirtiéndose en un gran problema para los barcos de río y sus cascos de aguas poco profundas. El Eastland ya era demasiado pesado, y con estas nuevas reglamentaciones lo obligaron a llevar sus botes salvavidas de seis a once. Agrega más botes y chalecos salvavidas – todos los cuales fueron almacenados en el deck superior – y dejarás de tener un barco funcional para pasar a ser dueño de un desastre ambulante.
En defensa del pobre diablo que concibió originalmente esta idea, el Eastland estaba construido para transportar a un máximo de 500 pasajeros, no 2,500. Las modificaciones improvisadas, aparentemente legales, hicieron al navío estable durante su desplazamiento, pero siempre presentaba inestabilidad durante la carga y descarga. Los bien intencionados botes salvavidas terminaron siendo responsables finales de la tragedia.
Los marineros condenados que quedaron atrapados durante dos semanas en Pearl Harbor.
En 1941 tuvo lugar un ataque kamikaze sorpresa sobre la base naval de Pearl Harbor que resultó en una cantidad increíble de muerte y destrucción. Un total de diecinueve barcos fueron hundidos o damnificados y murieron más de 2,400 personas. Esto es lo que podemos denominar un gran desastre, con varios horrores dentro de sí. Pero uno de estos horrores en particular merece atención, sobre todo por el tiempo que tomó para que culminara.
Uno de los barcos dañados en aquel ataque fue el U.S.S. West Virginia. Y como si ser alcanzado por dos bombas, siete torpedos y perder a más de cien hombres de su tripulación no fuera suficiente, todavía restaba un terrible secreto para la tripulación encargada de salvarlo.
En los momentos que siguieron al ataque, la guardia de marines que se encontraba sobre los restos informó haber escuchado ruidos provenientes del caso del barco. Inicialmente se pensó que estos sonidos provenían del enfriamiento del metal, de equipos de rescate e incluso hasta de fantasmas. Pero, a medida que avanzaron en la investigación, quedó claro lo que en realidad estaba sucediendo: había personas vivas y atrapadas entre las ruinas. Peor aún, las condenaron a morir allí. Hacer un agujero en el casco del barco podría terminar hundiéndolo o provocando una explosión. No había nada que pudieran hacer para salvarles la vida.
No fue sino hasta seis meses después que los equipos de rescate pudieron elevar el barco. Al interior de un almacén hermético se encontraron los cadáveres de tres marineros – Clifford Olds, Ronald Endicott y Louis Costin – junto a baterías abiertas, alimentos, linternas y un tanque de agua dulce. Según el calendario que se encontró en el recinto, los hombres sobrevivieron 16 días antes de sofocarse.
A las familias se les informó que los hombres habían muerto el 7 de diciembre, el día del ataque. Después de algunos años la verdad salió a flote y, hasta hoy, los monumentos indican que el 7 de diciembre fue el día en que murieron.
Los presos que fueron abandonados en una inundación en el huracán Katrina.
El huracán Katrina significó uno de los peores desastres en la historia de los Estados Unidos. Se estima que la tempestad y sus consecuencias terminaron con la vida de más de 2 mil personas, desplazaron a cientos de miles y causaron más de 100 mil millones de dólares en daños. Y eso es solo una parte. De hecho, hay un capítulo del huracán sobre el que nadie parece querer hablar.
Según investigadores de DD.HH. que entrevistaron a los reclusos de una prisión llamada Templeman III, cuando la inundación alcanzó las instalaciones, los encargados huyeron de la prisión – guardias, administradores, todo mundo – y dejaron a su suerte a más de 600 prisioneros en celdas inundadas, sin comida ni agua, durante cuatro días.
Según el cronograma de eventos realizado por estos investigadores, los prisioneros informaron haber visto guardias por última vez el 28 de agosto – el día en que el huracán tocó tierra y la gran mayoría de los residentes de la ciudad huyó o se refugió en el estadio Superdome, que sirvió como albergue para aquellos que no pudieron huir. Para el 29 de agosto, la prisión era una instalación fantasma, sin ley y con una inundación que llegaba hasta el pecho. Para completar el panorama, gracias a un sistema de drenaje de reserva, el agua no estaba precisamente limpia, por así decirlo.
Los internos intentaron poner una solución al problema con sus propios medios. Algunos lograron salir de las celdas para escapar del aumento en el nivel del agua. Otros, con la esperanza de que alguien iría sin importarle la absurda situación, colgaron señales fuera de sus celdas pidiendo ayuda – una visión atestiguada por un oficial correccional de otra prisión. Independientemente de esto, no fue sino hasta el 1 de septiembre que alguien se acordó que habían dejado abandonada una prisión entera, y que probablemente las personas en su interior necesitaban ser rescatadas.
No había grandes criminales tras las rejas. La mayoría de los prisioneros de este lugar estaban recluidos por delitos menores como perturbación del orden y embriaguez en la vía pública – muchos ni siquiera habían recibido condena o una acusación formal. Los prisioneros “mayores” estaban detenidos en prisiones similares Templeman I y Templeman II, que fueron evacuadas casi inmediatamente.
Los astronautas del Challenger probablemente sobrevivieron a la primera explosión.
El 28 de enero de 1986, el transbordador espacial Challenger fue objeto de una falla fatal cuando el gas caliente presurizado rompió uno de los principales tanques de combustible, provocando la desintegración de la nave en lo que se conoce como uno de los mayores desastres en la historia de la NASA. Es común pensar que la tripulación murió al instante. Desafortunadamente, existe evidencia que sugiere otra cosa.
Contrario a lo que muchos creen, la explosión no destrozó el transbordador espacial – si bien se desintegró, eyectó el compartimento de la tripulación relativamente intacto. Y, aunque este módulo casi seguramente se despresurizó en el proceso, todo mundo allí dentro iba en un traje espacial equipado con un PEAP, un dispositivo de aire personal. Cuando los equipos de rescate localizaron estos PEAPs (cuatro de siete), observaron que tres habían sido activados. Y no por golpear contra el agua – fueron activados de forma manual. Al examinar el PEAP que pertenecía al capitán Michael Smith, la NASA encontró que una parte significativa del aire había sido usada. Lo que significa que algunos miembros de la tripulación probablemente estaban con vida cuando impactaron en el océano.
Tras este descubrimiento, se suscitó un esfuerzo considerable por parte de la agencia espacial para ocultar estos hallazgos. Esto, de forma parcial, ocurrió en un intento por evitarle a las familias el trauma de saber que sus seres queridos no habían muerto instantáneamente, aunque la NASA quizá también intentó evitar la condena pública por estar tan mal preparada para un escenario como este. Que un transbordador espacial se desintegre durante un lanzamiento es algo muy malo, no cabe duda. Pero si el módulo de la tripulación salió casi intacto, un aterrizaje suave o un descenso a velocidad controlada podrían haber salvado la vida de todos – claro, si la NASA lo hubiera previsto.
Sin embargo, esta no fue la cosa más horrenda, considerando que la NASA ignoró de forma sistemática advertencias de las personas que construyeron el Challenger de que el transbordador espacial estaba por explotar.