Christian01
Bovino Milenario
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De todas las cosas que se desprendieron del rescate de los mineros chilenos hubo una que me dejó profundamente molesto: el movimiento antimexicano.
Nomás comenzaron las labores para sacar a esos hombres y una multitud se lanzó a las redes sociales y a los medios tradicionales de comunicación a comparar lo que hubiera pasado si esos mineros, en lugar de chilenos, hubieran sido mexicanos.
El resultado fue que los mexicanos somos una lacra asquerosa, irresponsable, payasa, corrupta y estúpida, y que los chilenos son la máxima manifestación de solidaridad, pulcritud, responsabilidad, compromiso e inteligencia de este planeta.
Todo esto, dicho a través de unos chistes infames que le dieron la vuelta a Twitter, Facebook, la radio y la televisión.
El problema es que entre broma y broma, la verdad se asoma, y que este movimiento, a diferencia de otros diseñados para apoyar o perjudicar a determinadas figuras, fue ciento por ciento espontáneo.
Eso es lo que los mexicanos pensamos de nosotros mismos. Ojo, ya no es lo que pensamos de nuestros políticos, de nuestras instituciones o de nuestros empresarios. El México mierda ahora somos nosotros y eso duele.
Duele porque es un indicador de que nuestra autoestima, como país, está peor que nunca y porque en esta nación, a pesar de los problemas, siempre había algo parecido a una fortaleza colectiva que nos mantenía vivos y unidos hasta el final.
Eso, me queda claro, ya se perdió y los mexicanos preferimos sentirnos inferiores ante cualquier noticia positiva que nos llega del extranjero en lugar de seguir reconociendo nuestras cualidades.
No sé usted, pero yo, conforme iba observando el fenómeno del rescate de los mineros y mirando lo que se iba diciendo en las redes sociales, me sentía peor.
Los twitteros y los facebookeros decían cosas como que si esos mineros hubieran sido mexicanos, se hubiera hecho una transmisión tipo show y muchas instancias hubieran aprovechado el numerito para hacerse publicidad.
¡Cuando era más que obvio que lo que estábamos viendo era una transmisión tipo show y que muchas instancias estaban aprovechando el numerito para hacerse publicidad!
Aquello no fue una cobertura periodística, fue un espectáculo monumental donde el presidente chileno se hizo promoción de principio a fin y donde varias marcas hicieron su agosto.
Pero los mexicanos preferimos cerrar los ojos ante eso, que estaba ahí, clarísimo, y nos colgamos de ese evento para tener no uno sino varios pretextos para idealizar a los chilenos y humillarnos como país.
¡Qué mala memoria tenemos! Ya se nos olvidó que los chilenos, en contraste con los mexicanos, nomás sintieron el terremoto de este año y se fueron a saquear supermercados en lugar de ayudarse unos a otros a salir de los escombros.
Ya se nos olvidó que hubo severas críticas a ese gobierno, tanto a escala local como global, por no haber prevenido a la población de un tsunami que mató a miles de personas y que, de haber sido anunciado con prontitud, no hubiera provocado la muerte de nadie.
Ya se nos olvidó que los mineros chilenos trabajan en condiciones infrahumanas y que, entre rescate y rescate, hasta hubo frentes internacionales que le reclamaron al presidente Piñera estar más presente en el show que en la firma de tratados que garantizaran las condiciones de seguridad de sus trabajadores.
¡Ah, pero rápido nos acordamos de Pasta de Conchos! Lo que yo no entiendo es por qué si la opinión pública nacional tiene tan presente este caso, nadie se acordó de nada hasta que salieron en televisión los mineros chilenos.
¿Dónde estuvieron antes las críticas? ¿Cuándo fueron las marchas que no las vi? ¿Adónde se fueron la reclamaciones para Vicente Fox?
¿Sabe por qué nadie había dicho nada? Porque ya nadie se acordaba de Pasta de Conchos.
¿Sabe por qué ahora hay tantos ataques tan rudos? Porque cualquier pretexto es bueno para joder a México y los mineros chilenos, que ni vela tienen en ese entierro, nos dieron la excusa perfecta para quejarnos, atacarnos y hundirnos más de lo que ya estamos.
¿A dónde vamos a llegar si seguimos como vamos? ¿Cuándo nos vamos a recuperar? ¿Quién nos va a sacar de este agujero que, por ser emocional, es más profundo y oscuro que el que tuvo atrapados a los mineros de Chile? ¡Quién!
FUENTE
Nomás comenzaron las labores para sacar a esos hombres y una multitud se lanzó a las redes sociales y a los medios tradicionales de comunicación a comparar lo que hubiera pasado si esos mineros, en lugar de chilenos, hubieran sido mexicanos.
El resultado fue que los mexicanos somos una lacra asquerosa, irresponsable, payasa, corrupta y estúpida, y que los chilenos son la máxima manifestación de solidaridad, pulcritud, responsabilidad, compromiso e inteligencia de este planeta.
Todo esto, dicho a través de unos chistes infames que le dieron la vuelta a Twitter, Facebook, la radio y la televisión.
El problema es que entre broma y broma, la verdad se asoma, y que este movimiento, a diferencia de otros diseñados para apoyar o perjudicar a determinadas figuras, fue ciento por ciento espontáneo.
Eso es lo que los mexicanos pensamos de nosotros mismos. Ojo, ya no es lo que pensamos de nuestros políticos, de nuestras instituciones o de nuestros empresarios. El México mierda ahora somos nosotros y eso duele.
Duele porque es un indicador de que nuestra autoestima, como país, está peor que nunca y porque en esta nación, a pesar de los problemas, siempre había algo parecido a una fortaleza colectiva que nos mantenía vivos y unidos hasta el final.
Eso, me queda claro, ya se perdió y los mexicanos preferimos sentirnos inferiores ante cualquier noticia positiva que nos llega del extranjero en lugar de seguir reconociendo nuestras cualidades.
No sé usted, pero yo, conforme iba observando el fenómeno del rescate de los mineros y mirando lo que se iba diciendo en las redes sociales, me sentía peor.
Los twitteros y los facebookeros decían cosas como que si esos mineros hubieran sido mexicanos, se hubiera hecho una transmisión tipo show y muchas instancias hubieran aprovechado el numerito para hacerse publicidad.
¡Cuando era más que obvio que lo que estábamos viendo era una transmisión tipo show y que muchas instancias estaban aprovechando el numerito para hacerse publicidad!
Aquello no fue una cobertura periodística, fue un espectáculo monumental donde el presidente chileno se hizo promoción de principio a fin y donde varias marcas hicieron su agosto.
Pero los mexicanos preferimos cerrar los ojos ante eso, que estaba ahí, clarísimo, y nos colgamos de ese evento para tener no uno sino varios pretextos para idealizar a los chilenos y humillarnos como país.
¡Qué mala memoria tenemos! Ya se nos olvidó que los chilenos, en contraste con los mexicanos, nomás sintieron el terremoto de este año y se fueron a saquear supermercados en lugar de ayudarse unos a otros a salir de los escombros.
Ya se nos olvidó que hubo severas críticas a ese gobierno, tanto a escala local como global, por no haber prevenido a la población de un tsunami que mató a miles de personas y que, de haber sido anunciado con prontitud, no hubiera provocado la muerte de nadie.
Ya se nos olvidó que los mineros chilenos trabajan en condiciones infrahumanas y que, entre rescate y rescate, hasta hubo frentes internacionales que le reclamaron al presidente Piñera estar más presente en el show que en la firma de tratados que garantizaran las condiciones de seguridad de sus trabajadores.
¡Ah, pero rápido nos acordamos de Pasta de Conchos! Lo que yo no entiendo es por qué si la opinión pública nacional tiene tan presente este caso, nadie se acordó de nada hasta que salieron en televisión los mineros chilenos.
¿Dónde estuvieron antes las críticas? ¿Cuándo fueron las marchas que no las vi? ¿Adónde se fueron la reclamaciones para Vicente Fox?
¿Sabe por qué nadie había dicho nada? Porque ya nadie se acordaba de Pasta de Conchos.
¿Sabe por qué ahora hay tantos ataques tan rudos? Porque cualquier pretexto es bueno para joder a México y los mineros chilenos, que ni vela tienen en ese entierro, nos dieron la excusa perfecta para quejarnos, atacarnos y hundirnos más de lo que ya estamos.
¿A dónde vamos a llegar si seguimos como vamos? ¿Cuándo nos vamos a recuperar? ¿Quién nos va a sacar de este agujero que, por ser emocional, es más profundo y oscuro que el que tuvo atrapados a los mineros de Chile? ¡Quién!
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