Dragut
Bovino de alcurnia
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Crucero ARA "General Belgrano"
"Siendo las 16:00 hora oficial de Argentina (.Hof +3) - 19:00 [07:00 P.M.] hora oficial de Greenwich (.GMT) - 20:00 [08:00 P.M.] hora oficial de Inglaterra (.Hof -1) - del domingo 2 de mayo de 1982, el Crucero A.R.A. General Belgrano fue hundido en Latitud 55º 24' Sur y Longitud 61º 32' Oeste, por el submarino nuclear británico HMS Conqueror "
Nada nuevo bajo el sol. O bajo las aguas.
La entonces primer ministro Margareth Thatcher envió a sus modernos corsarios a torpedear un incipiente plan de paz que hubiera evitado el conflicto armado en las islas Malvinas. Razones de Estado o sinrazones del estado demencial de la Dama de Hierro. Unas elecciones difíciles contra la vida de 323 marineros argentinos.
323.
Los números son como la sonrisa de una azafata: funcionales, asépticos, mecánicos.
Se dice que en el amor y en la guerra todo es válido (sin duda dicho por alguien que no supo lo que es ser amado y que jamás vio a su familia entre los escombros de un bombardeo) que el crucero General Belgrano era un objetivo militar puesto que de un buque militar se trataba. La brújula del "General Belgrano" (ahora quieta y empañada, marcando eternamente el norte de la vergüenza) no contaba con los derroteros de los derrotadores y el crucero abandonaba la zona de exclusión en la ignorancia de que alguien, tras una taza de te, había decidido ya excluirle a él, a la paz, y a la vida de 323 de sus marineros.
323.
Han pasado 28 años, pero el buque no descansa a 3.000 metros de profundidad, entre la nostalgia de colinas y árboles, de cantos de pájaro y de erguidos cipreses de sus 323 (trescientos veintitrés) ya perpetuos marineros. El crímen del "General Belgrano" no lo han podido sepultar las toneladas de agua ni las toneladas de tinta, ni las borrosas corrientes del tiempo porque sigue vivo en muchos argentinos y en muchos de los que amamos a los argentinos. La "Union Jack" se pavonea entre las focas mientras los reactores británicos arañan el cielo austral para sostener un imperio caduco, hipócrita y asesino.
Era un barco de guerra; tenía casi medio siglo en su cubierta y había sobrevivido a Pearl Harbor, Mindanao y Guadalcanal, transportando también tropas británicas a lo largo y ancho del pacífico. El 2 de mayo de 1982 terminó su travesía a manos de aquellos a los que ayudó a defender.
Ahora los ingleses recuerdan el incidente con un encogimiento de hombros y, molestos en el fondo, como quien da una bofetada a un niño, argumentan que "aquilas non capit muscas".
Pero en el "General Belgrano" no hay ahora moscas, sino 323 (trescientos veintitrés) marineros, de los cuales 200 de ellos tenían entre 18 y 20 años. Seguramente, desde el puente de mando hasta la sala de máquinas, desde las torretas antiaéreas hasta el último camarote ya se habría extendido el rumor de que volvían a casa. La proa enfilaba hacia puerto y muchos de ellos estarían bravuconeando (en su juvenil e ingenua arrogancia) con que se quedaban con las ganas de dar una buena lección a esos ingleses, pero satisfechos íntimamente de no tener que combatir.
Las cuatro de la tarde.
Dos torpedos, uno a proa y otro a popa.
Los tripulantes del submarino atómico se felicitan por su arriesgado éxito. Ocultos bajo el mar y en una de las más potentes máquinas de guerra del momento. Se felicitan por la puntería al apretar un botón y soltar dos torpedos teledirigidos por sensores a cinco kilómetros de distancia. Como disparar a bocajarro con una escopeta de caza a un gorrión encerrado en una jaula.
Armas inteligentes para mentes estúpidas. Ciencia sin conciencia.
Se felicitan, ponen popa al navío que agoniza y se marchan a toda máquina hacia su base.
Pero el corazón de un cobarde no es lo único helado que había en esas aguas.
El viento tenía una velocidad cercana a los 50 Km por hora, la temperatura ambiente y el aire creaban una sensación térmica inferior a 10 grados centígrados bajo cero; el agua del mar estaba a menos de 3 grados centígrados bajo cero.
Y el submarino británico no acudió a rescatar a los posibles supervivientes. No. Tampoco avisó por radio a otros buques argentinos o de cualquier nacionalidad que hubiera en la zona para que los rescatara. Ni siquiera, saltándose el "ius in belli", a la Cruz Roja.
Se les enfriaba el te.
Vaya desde aquí mi homenaje a esos 323 (trescientos veintitrés, os lo recuerdo) marineros argentinos. Son héroes precisamente porque cobardemente les privaron la oportunidad de ser héroes.
Y vaya también mi deseo a los británicos de que sigan siendo tan caballerosos en el mar como lo fueron en tiempos de salteadores y mercenarios de la vela elevados a Sires. La prepotencia no suele esconder sino cobardía. Trafalgar es un ejemplo.
Por eso la Historia los recluyó en una isla.
Abrazotes.
(No es por echar leña al fuego dada la creciente tensión sobre el tema pero creo que no conviene olvidar ciertos pasajes de la Historia y por eso rescato esto que escribí hace un tiempo)
"Siendo las 16:00 hora oficial de Argentina (.Hof +3) - 19:00 [07:00 P.M.] hora oficial de Greenwich (.GMT) - 20:00 [08:00 P.M.] hora oficial de Inglaterra (.Hof -1) - del domingo 2 de mayo de 1982, el Crucero A.R.A. General Belgrano fue hundido en Latitud 55º 24' Sur y Longitud 61º 32' Oeste, por el submarino nuclear británico HMS Conqueror "
Nada nuevo bajo el sol. O bajo las aguas.
La entonces primer ministro Margareth Thatcher envió a sus modernos corsarios a torpedear un incipiente plan de paz que hubiera evitado el conflicto armado en las islas Malvinas. Razones de Estado o sinrazones del estado demencial de la Dama de Hierro. Unas elecciones difíciles contra la vida de 323 marineros argentinos.
323.
Los números son como la sonrisa de una azafata: funcionales, asépticos, mecánicos.
Se dice que en el amor y en la guerra todo es válido (sin duda dicho por alguien que no supo lo que es ser amado y que jamás vio a su familia entre los escombros de un bombardeo) que el crucero General Belgrano era un objetivo militar puesto que de un buque militar se trataba. La brújula del "General Belgrano" (ahora quieta y empañada, marcando eternamente el norte de la vergüenza) no contaba con los derroteros de los derrotadores y el crucero abandonaba la zona de exclusión en la ignorancia de que alguien, tras una taza de te, había decidido ya excluirle a él, a la paz, y a la vida de 323 de sus marineros.
323.
Han pasado 28 años, pero el buque no descansa a 3.000 metros de profundidad, entre la nostalgia de colinas y árboles, de cantos de pájaro y de erguidos cipreses de sus 323 (trescientos veintitrés) ya perpetuos marineros. El crímen del "General Belgrano" no lo han podido sepultar las toneladas de agua ni las toneladas de tinta, ni las borrosas corrientes del tiempo porque sigue vivo en muchos argentinos y en muchos de los que amamos a los argentinos. La "Union Jack" se pavonea entre las focas mientras los reactores británicos arañan el cielo austral para sostener un imperio caduco, hipócrita y asesino.
Era un barco de guerra; tenía casi medio siglo en su cubierta y había sobrevivido a Pearl Harbor, Mindanao y Guadalcanal, transportando también tropas británicas a lo largo y ancho del pacífico. El 2 de mayo de 1982 terminó su travesía a manos de aquellos a los que ayudó a defender.
Ahora los ingleses recuerdan el incidente con un encogimiento de hombros y, molestos en el fondo, como quien da una bofetada a un niño, argumentan que "aquilas non capit muscas".
Pero en el "General Belgrano" no hay ahora moscas, sino 323 (trescientos veintitrés) marineros, de los cuales 200 de ellos tenían entre 18 y 20 años. Seguramente, desde el puente de mando hasta la sala de máquinas, desde las torretas antiaéreas hasta el último camarote ya se habría extendido el rumor de que volvían a casa. La proa enfilaba hacia puerto y muchos de ellos estarían bravuconeando (en su juvenil e ingenua arrogancia) con que se quedaban con las ganas de dar una buena lección a esos ingleses, pero satisfechos íntimamente de no tener que combatir.
Las cuatro de la tarde.
Dos torpedos, uno a proa y otro a popa.
Los tripulantes del submarino atómico se felicitan por su arriesgado éxito. Ocultos bajo el mar y en una de las más potentes máquinas de guerra del momento. Se felicitan por la puntería al apretar un botón y soltar dos torpedos teledirigidos por sensores a cinco kilómetros de distancia. Como disparar a bocajarro con una escopeta de caza a un gorrión encerrado en una jaula.
Armas inteligentes para mentes estúpidas. Ciencia sin conciencia.
Se felicitan, ponen popa al navío que agoniza y se marchan a toda máquina hacia su base.
Pero el corazón de un cobarde no es lo único helado que había en esas aguas.
El viento tenía una velocidad cercana a los 50 Km por hora, la temperatura ambiente y el aire creaban una sensación térmica inferior a 10 grados centígrados bajo cero; el agua del mar estaba a menos de 3 grados centígrados bajo cero.
Y el submarino británico no acudió a rescatar a los posibles supervivientes. No. Tampoco avisó por radio a otros buques argentinos o de cualquier nacionalidad que hubiera en la zona para que los rescatara. Ni siquiera, saltándose el "ius in belli", a la Cruz Roja.
Se les enfriaba el te.
Vaya desde aquí mi homenaje a esos 323 (trescientos veintitrés, os lo recuerdo) marineros argentinos. Son héroes precisamente porque cobardemente les privaron la oportunidad de ser héroes.
Y vaya también mi deseo a los británicos de que sigan siendo tan caballerosos en el mar como lo fueron en tiempos de salteadores y mercenarios de la vela elevados a Sires. La prepotencia no suele esconder sino cobardía. Trafalgar es un ejemplo.
Por eso la Historia los recluyó en una isla.
Abrazotes.
(No es por echar leña al fuego dada la creciente tensión sobre el tema pero creo que no conviene olvidar ciertos pasajes de la Historia y por eso rescato esto que escribí hace un tiempo)
