jarochilandio
Bovino de la familia
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Alejandro Páez Varela
SinEmbargo
julio 24, 2017
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Se llevaron la bandera con hilo de oro, y dejaron esta.
En las semanas previas a dejar el poder, César Horacio Duarte Jáquez acrecentó su afición por la bebida.
Primero ordenó que sacaran al personal del segundo piso del Palacio de Gobierno y, de acuerdo con testimonios, dejó únicamente gente de su confianza; a los de su equipo cercano. Luego se encerró aparentemente a beber en su oficina de paredes de madera roja, en ese edificio que alberga el Altar de la Patria –donde fue fusilado Miguel Hidalgo y Costilla–; que ocupó Abraham González a principios de siglo y que en la segunda mitad del Siglo XX fue adornado con murales.
Hombre despojado de letras; un ex vendedor de autos usados –como cientos en Ciudad Juárez–, Duarte Jáquez se volvió extraordinariamente rico en un sexenio y se acostumbró en estos años a los vinos más caros del mundo. Bebía regularmente Petrus. En las francachelas de la cresta del poder le daba por cerrar La Casona, en donde, según ha reportado la prensa local, pagaba hasta 86 mil pesos por botella cuando su precio comercial, en un restaurante, ronda los 45 mil.
Pero la encerrona de agosto, septiembre y octubre de 2016 no fue un simple gusto por la fiesta. Fue para enfrentar el horror de haber perdido la elección: en el Revolucionario Institucional, el partido del Presidente Enrique Peña Nieto y del mismo Duarte Jáquez, no hay mayor pecado que perder. Se puede hacer prácticamente todo (Humberto Moreira, Rubén Moreira, Eruviel Ávila…) menos entregar el poder (Javier Duarte, César Duarte, Roberto Borge, Rodrigo Medina…) a uno que no sea del clan. Eso, y él lo sabía, no se perdona.
Y había dos razón más para la encerrona: una, intentar borrar las huellas del mayor saqueo en la historia del estado. Otra, robarse lo que quedara.
Así como sacaban, de madrugada y a escondidas, a un César Duarte en completo estado de ebriedad, así salían cajas y cajas en vehículos cerrados. Me lo dijeron, apenas este fin de semana, varias fuentes que han estado todo este tiempo junto a los fiscales que llevan la Operación Justicia para Chihuahua.
En las semanas previas a dejar el poder, César Horacio Duarte Jáquez ordenó, de acuerdo con distintos testimonios, llevarse lo que cupiera en camiones, autos y camionetas.
Sí, salieron cajas con documentos, carpetas y discos duros. Pero también fueron sustraídos del Palacio de Gobierno los cuadros que varias administraciones acumularon durante décadas. Incluso los bustos de bronce, de los que dejaron sólo los pedestales de madera. Y cientos de vasijas de Mata Ortiz (cotizadas entre 3 y 5 mil dólares por pieza). Y cinco mil libros de una edición de lujo que el Gobernador mandó imprimir como regalos personales. Y los platos, las cucharas, las tazas, los cuchillos, los ceniceros: la vajilla completa que los distintos gobiernos utilizaron en los banquetes oficiales para invitados especiales.
Ah, y se llevaron una Bandera Nacional de hilo de oro que estaba en la oficina principal, la del Gobernador de Chihuahua. Allí tuvieron “más cuidado”. La sustituyeron con otra, de hilo simple, apenas bordada, que es la que recibió al Gobernador Javier Corral Jurado.
Los clavos de los cuadros no se los llevaron. Siguen allí, en las paredes pelonas. Cada uno de esos clavos mudos, sin embargo, han servido para contabilizar el tamaño del saqueo; cada uno habla de un cuadro, una obra de arte que se ha perdido quizás para siempre.
Los fiscales buscan las fotos oficiales para completar la narrativa del saqueo; fotos donde aparece Duarte Jázquez en las oficinas, saludando a alguien, dando un discurso, celebrando algo: allí están esos cuadros desaparecidos y así es como los ministerios públicos reconstruyen la historia del saqueo, como un rompecabezas.
Sobre los pedestales vacíos donde antes había bustos de bronce, hoy se han colocado pequeñas vasijas, recuerdos ridículos de que un depredador pasó por allí.
Quizás pase otro medio siglo para que los siguientes gobernadores de Chihuahua vuelvan a llenar las paredes y pedestales del Palacio de Gobierno, un edificio hermoso de cantera donde alguna vez despacharon Francisco Villa, Silvestre Terrazas, Francisco R. Almada o Teófilo Borunda.
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Los pedestales, que tenían bustos de bronce, quedaron vacíos.
***
Algunos nos reímos cuando la columna de casa de un diario de circulación nacional destapó a César Duarte para la presidencia nacional del PRI. Pensamos que era, simplemente, una grilla alimentada con los cientos de millones de pesos que repartió entre la prensa.
Pero no, no era broma. El Presidente Enrique Peña Nieto sí tuvo toda la intención de hacerlo líder de los priistas. Así me lo confirmaron la semana pasada.
No habría desentonado, en lo absoluto, pensé.
–Los baños, los lavabos. También se los llevaron, de varias oficinas –me dijo otra fuente, y agregó: “Si ya te tomaste el trabajo de desmontar un lavabo, pues un cuadro es más fácil”.
Esa misma fuente me contó, en la capital chihuahuense, que mientras se desmontaba Palacio de Gobierno, en las oficinas de las secretarías pasaba algo similar.
Me dijo que muchos empleados fueron requeridos en esos mismos días para firmar documentos que justificaran egresos injustificados: millones de pesos de “asesorías” de empresas fantasmas; millones de pesos para “conferencias y talleres” de conferencistas sin nombre.
Algunos firmaron. Otros no.
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El complejo de una de las propiedades de César Duarte en El Paso, Texas. Se cree que es uno de sus refugios.
[CONTINUA EN LA SIGUIENTE ENTRADA]