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Bovino Milenario
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Bueno pues esta noticia la saque de un blog y quede realmente ENCABRONADO! maldito drogadicto de 5ta mira que maltratar a un niño solo porque andaba drogado y veia alusinaciones en fin les dejo la historia y en verdad muyyy ENCABRONADO E INDIGNADO ojala en estos casos si exista la pena de muerte seria el primero en apoyar!!!
ACLARO ES UNA NOTA LARGA PERO VALE LA PENA LEERLO!
Una vida de consumo de “crystal” y violencia marcaría la relación sentimental que Hever sostendría con Azucena, con quien procreó un hijo al cual defendería a su manera de un supuesto abuso sexual
Primera de dos partes
La fachada de un salón de fiestas infantiles en la colonia Murúa ocultaba el infierno de agresiones y maltrato que el pequeño Brayan, de 9 años de edad, sufría por parte de su padrastro, Hever Sánchez Gómez de 26 años.
Hace siete años Hever, originario de Minatitlán, Veracruz, conoció a la madre de Brayan; el pequeño tenía entonces 2 años de edad y en ese momento no fue ningún inconveniente para que la pareja se uniera y se fueran vivir juntos a Tijuana.
Queriendo hacer a un lado su pasado, en el que purgó una condena de más de un año por el delito de robo en Veracruz, Hever, quien por distintas razones no concluyó siquiera la educación primaria, llegó a Tijuana y comenzó a realizar trabajos esporádicos, pero el vicio, adquirido en su tierra natal, fue más fuerte.
Una vida de constante consumo de “crystal” y violencia marcaría la relación sentimental que tendría con Azucena.
Aun así, procrearon al pequeño Hever Jair, 6 años menor que su medio hermano Brayan, engrosando la lista familiar pero reduciendo los recursos que apenas llegaban a la casa tras los trabajos que Hever hacía.
A Azucena no le quedó de otra más que ponerse a trabajar en una maquiladora cercana como muchas otras mujeres de la zona, que siendo jefas de familia ven a las fábricas como una oportunidad de conseguir un ingreso constante para sacar a sus hijos adelante.
Vivían en el salón
Por su parte, Hever consiguió que les prestaran el pequeño cuarto instalado dentro del salón de fiestas donde trabajaba los fines de semana y hacía la limpieza.
Amontonada, la familia pasaba los días, pero los maltratos y golpes que Hever le propinaba a su pareja iban en aumento, al grado de amenazar con matarla a ella y a su hijo Brayan si pensaba denunciarlo o abandonarlo.
El cuidado de los hijos mientras Azucena trabajaba, de 4:00 de la tarde a 2:00 de la mañana, era encomendado a Hever, quien en la ausencia de su pareja golpeaba y amenazaba a su hijastro.
A pesar de las marcas y heridas provocadas, la madre no sospechaba lo que a Brayan le pasaba en su ausencia.
“Mi padrastro me pegaba en las manos y en los pies, y sí me dejaba moretes, pero mi mamá pensaba que yo me había pegado al jugar y me preguntaba ‘con qué te pegaste’ y yo le decía que jugando, pero yo nunca le dije que mi padrastro me pegaba porque le tenía miedo porque también veía cómo le pegaba a mi mamá”, menciona Brayan en su declaración.
Como castigo
Sin embargo, la verdad salió a flote un día, justo en junio de este año, cuando Hever, bajo los influjos del “crystal” que acababa de fumar, quemó el rostro de Brayan, prendiéndole fuego al colchón donde la familia dormía, a un lado de la estufa en su improvisada cocina.
De acuerdo a la declaración ministerial de Hever, “castigó” de esa manera a su hijastro ya que la tarde del 28 de junio, cuando limpiaba a su hijo de 3 años, que lleva el mismo nombre que él, éste le refirió que le dolía, por lo que supuso que Brayan había abusado sexualmente del pequeño.
Fue entonces que despertó la ira de Hever y golpeó en repetidas ocasiones a Brayan, después lo amarró de manos y pies, prendió fuego al colchón y acercó la cara del menor provocándole quemaduras de primer grado.
Según la declaración de Hever, fue el pequeño de 3 años el que había prendido fuego a la cama y no él como más tarde se sabría.
Tras descargar su furia, llamó por teléfono a la abuela paterna de Brayan para decirle que se lo llevara o no sabía qué otra cosa más podría hacerle para cobrar venganza.
Daba problemas
Les explicó que “Junior”, como cariñosamente llamaban a Brayan, había abusado sexualmente del pequeño Hever y que en consecuencia lo había golpeado y quemado, la familia quedó alarmada y trataron de localizar a la madre de los niños; sin embargo, en el trabajo les dijeron que no podrían pasarle recado sino hasta la hora de la comida.
Entre la desesperación llamaron hasta Ciudad Juárez a un tío de Brayan que se desempeña como policía federal, quien le pidió a Hever no hacerle daño a su sobrino y esperar a que él se trasladara a Tijuana para arreglar las cosas.
De acuerdo al tío del menor, quien también rindió declaración en calidad de testigo, no era la primera vez que el sujeto les provocaba problemas, a pesar de que Brayan era hijo de Azucena y uno de sus hermanos, tío de la familia paterna, seguía velando por el menor.
Recordó que un mes antes, Hever les había hablado a Minatitlán diciéndoles que Brayan había robado un juguete de cien pesos en una tienda y que estaba metido en problemas y que le urgía que le depositaran 2 mil pesos para que pudiera pagar la fianza del menor, sin embargo, el tío le advirtió que no obtendría dinero de su parte y que no serían consecuentes con su mentira.
“Le dije a mi mamá, que fue quien tomó la llamada, que eso no podía ser, que no podían meter a la cárcel al Junior y que no le hiciera caso al tipo, que sólo quería sacar dinero”, dijo Julio César Gallegos, tío de Brayan.
Confiesa el ataque
Más tarde, de madrugada, cuando la madre de los pequeños regresó de trabajar, le mencionó que Brayan se había quemado cara y cuerpo con agua hirviendo porque el menor quiso hacerse un café, sin embargo, la madre dudó y despertó a su hijo, quien por temor solapó la versión de su verdugo.
Tres horas más tarde, Azucena se arregló para llevar a su hijo a la clínica 39 del instituto Mexicano del Seguro Social, pero Hever insistió en acompañarlos también junto con el pequeño de 3 años.
En la abarrotada sala que antecede a los consultorios médicos, Hever no le confesó a Azucena lo que hizo, ni siquiera al transcurrir las largas horas de espera hicieron que perdiera la compostura.
De tanto en tanto, volteaba a ver a Brayan, en cuyo rostro se exponían las marcas que el plástico quemado había dejado, pero aun así no soltó palabra alguna de lo sucedido.
El turno de Brayan llegó, al consultorio pasó acompañado de su madre que le explicó que el menor se había quemado con agua caliente, tal como Hever le había manifestado, pero la incredulidad del médico y enfermera permitieron indagar la verdad.
“Ándale, mijo, dinos la verdad, no te va a pasar nada, y el que te lo hizo va a pagar con la cárcel”, fueron las palabras pronunciadas por la enfermera que finalmente le dieron confianza Brayan para confesar.
“Fue mi padrastro”, manifestó el pequeño. Enseguida, el médico llamó a la Policía, tal como es su obligación ante casos de esta naturaleza, sin embargo, Hever había desaparecido junto con su primogénito.
Fue en la entrada del salón de fiestas infantiles donde más tarde la Policía Ministerial lo esperaba, al llegar con su pequeño hijo en brazos, lo abordaron para que los acompañara a rendir su declaración.
En el documento donde quedó registrada la declaración de Hever, manifestó que lo hizo porque se metió con uno de los suyos y que quería hacerlo pagar con dolor lo que su hijo sufrió, sin embargo, tras los exámenes médicos y sicológicos, agotando todas las instancias para indagar el posible abuso sexual, se determinó que nunca hubo tal.
FUENTE
ACLARO ES UNA NOTA LARGA PERO VALE LA PENA LEERLO!
Una vida de consumo de “crystal” y violencia marcaría la relación sentimental que Hever sostendría con Azucena, con quien procreó un hijo al cual defendería a su manera de un supuesto abuso sexual
Primera de dos partes
La fachada de un salón de fiestas infantiles en la colonia Murúa ocultaba el infierno de agresiones y maltrato que el pequeño Brayan, de 9 años de edad, sufría por parte de su padrastro, Hever Sánchez Gómez de 26 años.
Hace siete años Hever, originario de Minatitlán, Veracruz, conoció a la madre de Brayan; el pequeño tenía entonces 2 años de edad y en ese momento no fue ningún inconveniente para que la pareja se uniera y se fueran vivir juntos a Tijuana.
Queriendo hacer a un lado su pasado, en el que purgó una condena de más de un año por el delito de robo en Veracruz, Hever, quien por distintas razones no concluyó siquiera la educación primaria, llegó a Tijuana y comenzó a realizar trabajos esporádicos, pero el vicio, adquirido en su tierra natal, fue más fuerte.
Una vida de constante consumo de “crystal” y violencia marcaría la relación sentimental que tendría con Azucena.
Aun así, procrearon al pequeño Hever Jair, 6 años menor que su medio hermano Brayan, engrosando la lista familiar pero reduciendo los recursos que apenas llegaban a la casa tras los trabajos que Hever hacía.
A Azucena no le quedó de otra más que ponerse a trabajar en una maquiladora cercana como muchas otras mujeres de la zona, que siendo jefas de familia ven a las fábricas como una oportunidad de conseguir un ingreso constante para sacar a sus hijos adelante.
Vivían en el salón
Por su parte, Hever consiguió que les prestaran el pequeño cuarto instalado dentro del salón de fiestas donde trabajaba los fines de semana y hacía la limpieza.
Amontonada, la familia pasaba los días, pero los maltratos y golpes que Hever le propinaba a su pareja iban en aumento, al grado de amenazar con matarla a ella y a su hijo Brayan si pensaba denunciarlo o abandonarlo.
El cuidado de los hijos mientras Azucena trabajaba, de 4:00 de la tarde a 2:00 de la mañana, era encomendado a Hever, quien en la ausencia de su pareja golpeaba y amenazaba a su hijastro.
A pesar de las marcas y heridas provocadas, la madre no sospechaba lo que a Brayan le pasaba en su ausencia.
“Mi padrastro me pegaba en las manos y en los pies, y sí me dejaba moretes, pero mi mamá pensaba que yo me había pegado al jugar y me preguntaba ‘con qué te pegaste’ y yo le decía que jugando, pero yo nunca le dije que mi padrastro me pegaba porque le tenía miedo porque también veía cómo le pegaba a mi mamá”, menciona Brayan en su declaración.
Como castigo
Sin embargo, la verdad salió a flote un día, justo en junio de este año, cuando Hever, bajo los influjos del “crystal” que acababa de fumar, quemó el rostro de Brayan, prendiéndole fuego al colchón donde la familia dormía, a un lado de la estufa en su improvisada cocina.
De acuerdo a la declaración ministerial de Hever, “castigó” de esa manera a su hijastro ya que la tarde del 28 de junio, cuando limpiaba a su hijo de 3 años, que lleva el mismo nombre que él, éste le refirió que le dolía, por lo que supuso que Brayan había abusado sexualmente del pequeño.
Fue entonces que despertó la ira de Hever y golpeó en repetidas ocasiones a Brayan, después lo amarró de manos y pies, prendió fuego al colchón y acercó la cara del menor provocándole quemaduras de primer grado.
Según la declaración de Hever, fue el pequeño de 3 años el que había prendido fuego a la cama y no él como más tarde se sabría.
Tras descargar su furia, llamó por teléfono a la abuela paterna de Brayan para decirle que se lo llevara o no sabía qué otra cosa más podría hacerle para cobrar venganza.
Daba problemas
Les explicó que “Junior”, como cariñosamente llamaban a Brayan, había abusado sexualmente del pequeño Hever y que en consecuencia lo había golpeado y quemado, la familia quedó alarmada y trataron de localizar a la madre de los niños; sin embargo, en el trabajo les dijeron que no podrían pasarle recado sino hasta la hora de la comida.
Entre la desesperación llamaron hasta Ciudad Juárez a un tío de Brayan que se desempeña como policía federal, quien le pidió a Hever no hacerle daño a su sobrino y esperar a que él se trasladara a Tijuana para arreglar las cosas.
De acuerdo al tío del menor, quien también rindió declaración en calidad de testigo, no era la primera vez que el sujeto les provocaba problemas, a pesar de que Brayan era hijo de Azucena y uno de sus hermanos, tío de la familia paterna, seguía velando por el menor.
Recordó que un mes antes, Hever les había hablado a Minatitlán diciéndoles que Brayan había robado un juguete de cien pesos en una tienda y que estaba metido en problemas y que le urgía que le depositaran 2 mil pesos para que pudiera pagar la fianza del menor, sin embargo, el tío le advirtió que no obtendría dinero de su parte y que no serían consecuentes con su mentira.
“Le dije a mi mamá, que fue quien tomó la llamada, que eso no podía ser, que no podían meter a la cárcel al Junior y que no le hiciera caso al tipo, que sólo quería sacar dinero”, dijo Julio César Gallegos, tío de Brayan.
Confiesa el ataque
Más tarde, de madrugada, cuando la madre de los pequeños regresó de trabajar, le mencionó que Brayan se había quemado cara y cuerpo con agua hirviendo porque el menor quiso hacerse un café, sin embargo, la madre dudó y despertó a su hijo, quien por temor solapó la versión de su verdugo.
Tres horas más tarde, Azucena se arregló para llevar a su hijo a la clínica 39 del instituto Mexicano del Seguro Social, pero Hever insistió en acompañarlos también junto con el pequeño de 3 años.
En la abarrotada sala que antecede a los consultorios médicos, Hever no le confesó a Azucena lo que hizo, ni siquiera al transcurrir las largas horas de espera hicieron que perdiera la compostura.
De tanto en tanto, volteaba a ver a Brayan, en cuyo rostro se exponían las marcas que el plástico quemado había dejado, pero aun así no soltó palabra alguna de lo sucedido.
El turno de Brayan llegó, al consultorio pasó acompañado de su madre que le explicó que el menor se había quemado con agua caliente, tal como Hever le había manifestado, pero la incredulidad del médico y enfermera permitieron indagar la verdad.
“Ándale, mijo, dinos la verdad, no te va a pasar nada, y el que te lo hizo va a pagar con la cárcel”, fueron las palabras pronunciadas por la enfermera que finalmente le dieron confianza Brayan para confesar.
“Fue mi padrastro”, manifestó el pequeño. Enseguida, el médico llamó a la Policía, tal como es su obligación ante casos de esta naturaleza, sin embargo, Hever había desaparecido junto con su primogénito.
Fue en la entrada del salón de fiestas infantiles donde más tarde la Policía Ministerial lo esperaba, al llegar con su pequeño hijo en brazos, lo abordaron para que los acompañara a rendir su declaración.
En el documento donde quedó registrada la declaración de Hever, manifestó que lo hizo porque se metió con uno de los suyos y que quería hacerlo pagar con dolor lo que su hijo sufrió, sin embargo, tras los exámenes médicos y sicológicos, agotando todas las instancias para indagar el posible abuso sexual, se determinó que nunca hubo tal.
FUENTE