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Carta a los rechazados

jarochilandio

Bovino de la familia
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Instrucciones para leer las nuevas promesas en un año electoral


Luis Porter
LAISUM. - México, 18 de febrero de 2012



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Estimados rechazados:

En una etapa pre-electoral en un país donde tres grupos lucharán enconadamente por preservar, recuperar o conquistar el poder, es muy posible que el tema de la educación superior surja con fuerza en forma de devaneos seductores dirigidos a conquistar a aquellos que no estudian ni trabajan, pero si votan. Podemos esperar que ello provoque declaraciones de corte maravilloso. En este artículo trataré de esbozar algunos factores claves que generalmente no se consideran en el discurso político y que al joven rechazado le servirá de guía para llevar una lectura anotada de las promesas que le lleguen.

El panorama de la educación superior nacional no es nada simple en un país multitudinario como el nuestro. Por una parte están las políticas que se concentran en calificar la mano de obra barata sustituyendo la educación por listados de competencias, en un lenguaje apropiado para un modelo de país maquilador. Por el otro están las políticas que reconocen nuestras capacidades y buscan algo más ambicioso, a partir del desarrollo de la ciencia y la tecnología, pensando en egresados que utilicen su cerebro, para un país que debería crecer más con sus propios recursos. Entre los que piensan en el conocimiento como aplicación práctica y los que lo ven como preocupación básica, se encuentran los observadores externos que defienden la inclusión de las artes y las humanidades, para que junto con destrezas manuales y razonamientos mentales, se haga caso a la sensibilidad como complemento de la razón. Dentro de esta variedad, por sexenios o temporadas, se esgrimen planteamientos cuya metodología poco o nada ha cambiado. Y es en esta lógica que es posible enlistar una serie de llamadas de atención, para que el rechazado lector pueda leerlas con criterios de análisis.

Por una parte, las políticas son emitidas desde determinados sitios para ser aplicadas en otros. Esta mirada de catalejo, rara vez, si es que alguna, toma en cuenta las investigaciones y estudios hechos sobre la materia que trata. Se enfocan en los pronunciamientos, hacen corrección de estilo minucioso en las declaraciones, son hábiles manejadores de la palabra. Pero esos documentos lejos están de ser la realidad. La realidad son ustedes, y una manera de leer las políticas que los afectan, es buscándose en ellas.

Las políticas no se ven ni se tocan, por eso distorsionan. Un problema de salida es que da lo mismo si estas políticas, que se emiten como proclamas, existen o no existen, porque generalmente no emanan de la vida de nuestras instituciones ni de nuestros estudiantes, sino de la sala de juntas de unos cuantos para que afecten o sean seguidos por muchos otros.

Repetimos de esta manera esa lealtad que forma parte de nuestra cultura política, en donde la sumisión y la obediencia, entendidas como lealtad y disciplina, nos colocan a merced del estratega situado en la alta esfera, discutiendo sus grandes ideas para que los demás las desarrollen, las pongan en marcha y “se ocupen de los detalles”. Pero generalmente ninguna de las dos cosas ocurre, ni los altos directivos y sus asesores son estrategas, ni los subordinados las logran poner en marcha.

Entre los que tienen la voz cantante para emitir este tipo de políticas discursivas, podemos visualizar a dos grupos: uno se genera en la academia, en las universidades, cuyo foro es la ANUIES situada como intermediaria de las políticas de la SEP, específicamente la Subsecretaría de Educación Superior. El otro corresponde a la comunidad científica agrupada en torno a la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), el Foro Consultivo Científico y Tecnológico y el Consejo Consultivo de Ciencias (de la Presidencia) que se vincula con el Conacyt y sus programas, aunque no sin posiciones contrastantes, actitudes críticas y conflictos.

La “inteligencia mexicana” que no adolece de talento, se divide en dos, las grandes “vacas sagradas” cuyas mentes clarividentes ejercen su capacidad en centros y laboratorios, y las pequeñas elites de académicos que terminan redactando los documentos de recomendaciones de políticas, en “petit comité”, revisados o avalados por asesores invitados, que se ocupan de cubrir con su docto barniz el documento minuciosamente revisado. Estos instrumentos declaratorios, que buscan cambiar con palabras el rumbo de las carencias y vicios creados, son mandatos que rara vez logran el aterrizaje ni la guía que dan por hecho sus autores. Porque para los autores la realidad está hecha con tinta y con papel, mismas que quedan inmóviles en el tiempo, que avanza inexorable dejando a la imprenta atrás. Esto ocurre porque todavía domina en nuestro medio una concepción de formulación de políticas, semejante al diseño de un distribuidor vial. Y es así como se confunde política, con concepto. Esta es la principal limitante de los proyectos políticos para el futuro: sus autores y la forma macro en que conciben lo que afectaría los niveles micros que desconocen.

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Definiendo el futuro desde la sala de juntas

Para leer estas políticas, entonces, tendremos primero que aprender a distinguir entre los rasgos estructurales, macros, generalmente expresados en cifras o en la creación de nuevas instancias centrales de dirección y control, y los detalles en donde los actores afectados, como pueden ser ustedes, los rechazados, deberían de aparecer, de estar presentes, y reconocerse. Son demasiados los jóvenes que se quedan fuera de la educación superior, y es altísimo el precio que México seguirá pagando, si no rompemos con la inercia de las elites, y no buscamos involucrarnos todos en un despertar que nos saque de las declaraciones que se construyen con la fachada científica de las cifras y las descripciones panorámicas ultra optimistas que rápido se congelan en el “sin embargo...” y en el “desafortunadamente...”.

Trataremos entonces, en calidad de maestros-en-la-práctica, de esbozar algunos elementos que lleven al rechazado a leer con lentes bifocales que abarquen tanto el largo alcance, como el detalle preciso, para poder observar con una mirada realista las promesas de un cambio cultural, en donde la honestidad, la autenticidad y el compromiso, son los únicos que podrán contribuir a recuperar la paz que todos requerimos, y la esperanza sin la cual todos los impulsos, hasta los mejor intencionados, se desvanecen. Las nuevas propuestas, jugarán un importante papel en estos próximos meses. Ello hace necesario poder leerlas en las redes y en los medios, sin ignorar las múltiples entrelíneas propias del discurso político correcto, que forma parte de una cultura política caracterizada por su ambigüedad, ambivalencia y contradicción.

Las nuevas políticas

Imaginemos que de alguno de estos pequeños grupos que escriben, surge la intención sentida y convencida de abrir las puertas de la educación superior a una gran mayoría de ustedes, los hoy rechazados. Imaginemos que se plantee el firme compromiso de ampliar la cobertura hasta, en términos ideales, duplicar la oferta actual. Para imaginar un salto de ese tamaño deberíamos pasar de la metáfora numérica al power point de las imágenes para poder ver al rechazado en un mañana donde deja de serlo, para incorporarse con posibilidades de éxito y permanencia al estatus de estudiante universitario, ya dentro del vasto mundo del conocimiento formal y sistemático.

En términos de infraestructura deberíamos imaginar a las ávidas empresas constructoras edificando 40 nuevas universidades públicas a lo largo y ancho del país. Una visión bella, para los que nos solazamos observando cómo construyen en el Distrito Federal los segundos pisos, los distribuidores viales y las supervías, que semejan una construcción tipo Lego. Los que vivimos en la gran urbe, podemos imaginar nuevas universidades construidas con celeridad por inmensas grúas, como partes de un Mecano nacional, creciendo durante el día y la noche. Es algo que se imagina bello, y por ello quisiéramos tener pruebas de su realismo, por lo que bien vale la pena detenernos a reflexionar sobre qué debería acompañar a una política de ese tamaño, y de esa manera comenzar a aprender como pasar del titular de primera plana a las letras chicas de la realidad de cada día.

Podríamos aventurarnos a afirmar que ampliar la cobertura de la educación superior no es un problema de recursos (si damos un paseo por la Estela de Luz y escuchamos un concierto en el Nuevo Bellas Artes, veremos qué recursos hay). Tampoco es un problema de tecnología, porque todos sabemos que desde el celular, hasta la inmensa grúa, la tecnología ha llegado y está aquí para quedarse. El problema parece ir por otros caminos menos contables y menos visibles, que definiremos como la “capacidad de proyecto” de los que tienen en sus manos decidir. Me refiero a las propuestas que deben surgir de la imaginación y la inteligencia (y no solamente de la retórica política) de una comunidad, y no de nos cuantos. En otras palabras, la capacidad creativa que se requiere para pasar de la impactante declaración al proyecto mismo, en forma de propuestas que tengan precisión y detalle, que sean susceptibles de ser visualizadas en sus alcances y viabilidad, deberían ser resultado de estudios y proyectos existentes, y no del escritorio de unos cuantos.

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Hoy en las calles... ¿mañana en el campus?

Es legal que ustedes, no-alumnos de la universidad, se pregunten si tal imaginación y tal inteligencia existen en un país predominantemente artístico como México. Es una pregunta legítima que debe responderse con un sí, pero requiere de propuestas alternativas y sorprendentes e implica una capacidad de diseño que sólo surge de la libertad. Una libertad que exige a su vez la capacidad de conocimiento de uno mismo, la auto-crítica, y después la reflexión y el estudio, lo que implica procesos democráticos que requieren tiempo y trabajo, y no el ritmo de los llamados “bomberazos”. Se requiere de tomadores de decisiones que representen a alguien, y no que sólo se enorgullezcan de ser capaces de recordar los primeros libros que les dejaron huella. Que tengan ideas imaginativas, creativas, laterales, sorprendentes, que en mucho tiempo (posiblemente desde los años cincuenta con la concepción de la Ciudad Universitaria y más tarde el Museo de Antropología), no hemos llegado a ver. Mientras que lo que si vemos a menudo, son ideas ostentosas, arbitrarias, ilógicas, irreales o absurdas, como resultado de haber suplantado la ambición al largo plazo para un país grande, por la visión coyuntural del corto plazo para un país en crisis.

Los expertos en estos asuntos, los que elaboran o deberían elaborar las estrategias que permitan que ustedes, los rechazados, lleguen a tener la oportunidad de ingresar, quedarse y terminar una carrera, hoy se encuentran maniatados por los intereses creados, las promesas y los programas comprometidos, por las inercias y ambiciones, entre las que sobresale un sentido del “éxito” fuertemente ligado al logro de determinada posición de poder que amordaza a los más elocuentes. Esta actitud, que aleja al que detenta la autoridad de los sujetos que pretende formar o transformar, tiene su reflejo en la universidad (espejo de la realidad), en la forma vertical en que se dicta cátedra, se definen protocolos, se imponen usos del lenguaje, o se entiende el rigor como un concepto equivocado de “buena docencia”.

La cultura del proyecto en México no parece haber superado una concepción de la educación fuertemente ligada a ideas provenientes del Siglo XIX, en la que el dato medible prevalece por encima del juicio sensible. Sumemos a ello el artificial lenguaje proveniente de las agencias internacionales, preñado de una visión cuantitativa que todo lo convierte en indicadores y abstracciones intraducibles como ‘calidad’, “competencias”, “excelencia” entre tantas otras, y veremos que de eso está hecho el currículum vitae con el que los académicos venidos a políticos, han cimentado su prestigio, encerrándose en los compartimentos estancos desde los que dicen su palabra. La misma palabra que mañana leerán en las primeras planas. La misma palabra que tenemos que aprender a traducir.

Algunos criterios guía

1) Presencia experta de la tecnología: si les prometen abrir las puertas de la educación superior a una mayoría, de inmediato deberían ustedes leer la propuesta de una nueva manera de educar, donde las tecnologías no aparezcan como varitas mágicas, y donde quede claro, en el diseño mismo de la nueva universidad, que la tecnología del aula, el gis y el pizarrón, ya es inoperante. En palabras del colega de El Colegio de México, Carlos Matute “La estrategia para la cobertura universal de educación media superior de calidad, subrayo calidad, no puede reducirse a seguir con la tendencia actual de construcción de aulas, ni aumentar sin ton ni son la capacidad instalada. La extensión de este tipo de educación debe recurrir a otros medios que pueden ser los virtuales y la educación a distancia, debe insertarse en procesos sociales y económicos más amplios que garanticen la continuidad de la educación del individuo y la eventual incorporación a la vida productiva”.

2) Reconciliación entre académicos y juventud: ¿cómo evitar que una mayor cobertura no se convierta en la extensión del campo de batalla en el que muchos profesores han convertido el espacio educativo, para pelear entre sí, y contra una juventud que consideran “mal preparada”, “incapaz de leer y escribir”, “floja y asistemática”? ¿Qué mosaico rico de programas, servicios y organizaciones, facilitarían el tránsito de los estudiantes por múltiples oportunidades de alta calidad, que enriquezca su vida estudiantil, que garantice la formación de destrezas y capacidades intelectuales, que asegure la retención, el complemento de programas apuntalándolos hasta obtener el título prometido, articulado con realismo al mercado de trabajo, y previendo en sus estrategias la atención a los grupos con fuertes carencias económicas, facilitando la presencia activa a los que viven lejos, tomando en cuenta las limitaciones propias y las características particulares de nuestra población estudiantil?

¿Qué programas existentes en México servirán de referencia a un salto cuantitativo, que requiere de lo cualitativo por medio de proyectos alternativos, ideas que seguramente están allí, sumidas en el anonimato, pero que nadie conoce ni atiende, porque hemos uniformado las políticas hasta empujar a los proyectos diferentes hacia los márgenes de la institución? ¿Qué programas o proyectos existentes, que hayan probado su efectividad, surgidos de personas comprometidas, acostumbradas a vivir en la oscuridad necesaria en un ambiente pasivo y a la vez violento, donde los cotos políticos y los grupúsculos de poder, marginan y ningunean a los que trabajan de verdad, integraremos a las nuevas promesas, para hacerlas viables?

3) Presencia de la pobreza: ¿cómo lograr que las palabras, generalmente vacías y de fachada de estos documentos oficiales, se refieran a los aspectos micro de los problemas reales, sin disfrazarlos ni soslayarlos? Por eso a los rechazados les decimos, - si en el discurso no encuentras nada que te toque, que reconozcas como algo que vives y sufres, que veas y sientas como una puerta abierta, entonces, es posible que se trate, una vez más, de palabras vacías - . En cambio, un proyecto que los incluya, debe preguntarse sobre los efectos de la pobreza en dicha intención de abrir la puerta al acceso de más estudiantes: ¿quién los toma en cuenta como lo que son y no como una masa abstracta perteneciente a una clase media inexistente?

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¿Te reconoces en los documentos de políticas?

4) La identificación de actores claves: lo que el rechazado debe buscar en las nuevas promesas, son pruebas que identifiquen con nombres y apellidos a aquellos educadores establecidos en redes, en grupos interdisciplinarios, trabajando juntos, los profesores que se parecen a los que nuestros padres recuerdan y admiran, así sea el maestro de escuela rural, del que estamos orgullosos, porque hicieron la diferencia en nuestra vida. Una educación superior que no se divorcie de la vida real cotidiana de los estudiantes, ni que descalifique o subestime el conocimiento natural logrado por aquellos profesores que han estado por años en el frente de batalla, aunque no hayan obtenido grados ni posgrados.

5) Lo cualitativo por encima de lo cuantitativo: un indicador de alarma siempre será ese tipo de reforma que a todas luces busca la garantía de una mayor control, de evaluaciones basadas en indicadores que puedan medirse, exámenes y contralorías que han probado no mejorar a la educación, y alimentar simulaciones y porcentajes para cumplir con los requisitos de la OCED que nos sitúan en el último lugar de los listados. Una política que reduce al mínimo la enferma obsesión por resultados de tests y exámenes técnico-arbitrarios, para promover, en cambio, como recomienda Michael McGill (Superintendente de Escuelas en Scardale NY) “una docencia inteligente, apasionada e innovadora”. Es decir, que no se intente normar la docencia, ni tampoco abandonarla a su suerte, sin momentos programados de interacción entre docentes, para que se conozca lo que hacen los otros y los otros sepan lo que hace uno. Que se integren todas las artes, la música, el teatro, la danza, lo visual, el uso exploratorio de materiales, la creatividad en todas sus manifestaciones, que tan positivo efecto tiene para completar los proyectos pedagógicos que requieren constante experimentación y reciclaje, (como lo recomienda Betsy Grob, del Bank Street College of Education).

6) La reivindicación de la docencia: un nuevo aire para la educación superior requiere de hacer de la docencia, de la enseñanza, en cualquiera de sus modalidades, una profesión honrosa, y no un medio precario de subsistencia. Requiere que se seleccione a los buenos maestros, los comprometidos, para que trabajen en proyectos buscadores de soluciones. Soluciones que serán diferentes en cada región, en cada estado, en cada institución. Es indispensable rechazar todo intento de uniformidad, estandarización, y supeditación de la parte a un todo que ignora la inmensa y rica diversidad que nos caracteriza. Requiere que se inviertan cuantiosos recursos en la renovación de la planta de profesores, situar a los viejos vigentes en sitios de guía y coordinación, y así atraer y desarrollar a una fuerza de educadores, de docentes, que puedan ejercer sus capacidades con grupos pequeños, conectados vía virtual con redes enteras formadas por múltiples grupos pequeños similares.

7) Una nueva concepción de la universidad social de masas: nuestro destino educativo y su solución está en la masificación. El gran número de estudiantes requiere de nuevas concepciones de universidad. La universidad tal cual la conocemos no es útil para dar respuesta a estas grandes demandas. De tal forma que debemos pensar en una masificación creada y tratada con estrategias inteligentes, de tal forma que el nombre y apellido de cada estudiante, nunca se pierda en la masa, y logre formar parte de la memoria de docentes y compañeros. El formato de la masificación es lo opuesto al de un espectáculo realizado en un estadio, como los que estamos acostumbrados a ver en la majestuosidad de sus sistemas de luces y sonidos alienantes y se asemeja más al de un sembradío rural, un viñedo, cuyas cepas perfectamente alineadas se ordenan hasta culminar en cada racimo de uvas, que cabe en la palma de la mano del docente.

8) Una educación superior no separada de los demás niveles: una política nueva debe relacionar el nivel superior con todos los demás niveles educativos, logrando un todo en el que el individuo vive su proceso de constante y cotidiana transformación, en forma continua y fluida, concertada y comunicada orgánicamente, formando un panorama educativo donde todos se encuentran articulados en una cadena ecológica cuyo movimiento tiene el ritmo de las estaciones y su color es el de cualquier paisaje mexicano.

Final

Lo anterior son algunos ingredientes para evitar la quiebra o la banca rota de las nuevas ideas que nazcan empujadas por el fragor de la lucha electoral. Como vemos, se requiere mucho más que cifras. Se requieren paisajes hechos de formas y colores, luces y texturas, que describan en detalle las reformas que requiere un cambio de escala en la atención estudiantil, imposible sin grandes reformas. Una educación superior masiva y renovada como la que dará cobijo a ustedes, los rechazados de hoy, sólo podrá lograrse utilizando como material humano principal a esos mismos estudiantes que hoy excluye, porque la fuerza principal renovadora está en ellos, en ustedes, junto a una planta de profesores reeducada que pueda reconocer y superar los mecanismos, rasgos culturales, limitaciones y prejuicios que hoy tanto la limitan.

En suma, estimados rechazados, cuando lean las nuevas políticas, búsquense en ellas, escudriñen el papel que les reservan, y si no se encuentran, si no están en el proyecto, más que como cifras, es que se trata de signos, símbolos y palabras, que encubren el inmenso e intenso deseo de que todo cambie para que todo se recicle. Busquemos la forma de contribuir con nuestras ideas, de participar con nuestra presencia, de leer y responder con nuestras palabras lo que tienen preparado para nosotros, los rechazados y los que quisiéramos ser sus maestros. Enviemos el mensaje a los que pretenden ser los nuevos detentores de una autoridad que aunque se va desmoronando, forma parte de las reglas de juego de la política nacional, en la que lograr el puesto ansiado es prueba de la más alta consagración. Intentemos contraponer nuestra palabra en la carrera del que alguna vez fue un honesto e idealista académico, para que no termine, por encima de su buena intención, ejerciendo con eficiencia su parte en el eterno muro de contención al cambio.


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