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Bovino de la familia
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Enrique Pérez Quintana
4 de mayo de 2018
CIUDAD DE MÉXICO.-Presentación de René Juárez como nuevo dirigente nacional del PRI en sustitución de Enrique Ochoa Reza, al evento asistió José Antonio Meade, candidato a la Presidencia de la República por la coalición Todos por México, 2 de mayo 2018. Foto: Agencia EL UNIVERSAL/Germán Espinosa/
Los resultados de las encuestas continúan ubicando a José Antonio Meade en el tercer lugar en las preferencias de los electores. Según la encuesta publicada por Reforma, después del debate del 22 de abril, el candidato del PRI retrocedió y como se venía comentando en algunos medios, la paciencia se acabó y fue nombrando a René Juárez Cisneros como nuevo dirigente del partido.
La actuación de Enrique Ochoa como dirigente del PRI en realidad no llegó a impactar en la estructura del partido, eso significa que no logró movilizar el corporativismo que lo caracteriza y el resultado es que los viejos e influyentes priistas se sintieron marginados por los “tecnócratas” que fueron impuestos desde Los Pinos, lo que explica que Meade esté en tercer lugar y retrocediendo y sus candidatos, en ocho de las nueve entidades, en las que habrá cambio de gobernador, no ocupen el primer lugar en las preferencia electorales de esas entidades.
Ante este panorama, aparentemente irreversible, René Juárez Cisneros, exgobernador del estado de Guerrero y cercano colaborador de Miguel Ángel Osorio Chong en la Secretaría de Gobernación, asumió de manera provisional la presidencia del PRI lo que puede ser interpretado como el regreso de los viejos priistas al mando del partido, el retorno de los dinosaurios, dirían algunos, para hacer lo que saben, “ganar elecciones” empleando toda su “sabiduría” y aplicando “las mañas” que los llevaron al poder.
Al asumir el mando del PRI, Juárez Cisneros dijo que viene “de las entrañas” del partido, llamó a la construcción de la unidad interna, pidió que nadie se autoexcluya y dijo que todos los militantes son necesarios para enfrentar el desafío más grande y complejo de la historia del partido.
“Que nadie se autoexcluya, todos son necesarios, sólo juntos en unidad real y sin falsas poses, entendiendo que solo juntos podremos construir la victoria del 1 de julio”.
Aunque no es militante del PRI, José Antonio Meade, dijo que en la estrategia de su campaña se harán los ajustes que sean necesarios para ganar la elección. El cambio en la dirigencia del partido parece insuficiente para alcanzar el triunfo, aunque se podría interpretar como un intento tardío para cambiar el rumbo de la campaña.
Sería lamentable incurrir en la equivocación de pensar que Meade fue el que decidió el cambio en la dirigencia del PRI “dicen en los círculos del poder que la llegada de René Juárez Cisneros al PRI fue una decisión que se tomó en Los Pinos la semana pasada”. (Milenio, 3 de mayo de 2018)
Faltan 59 días para que terminen las campañas y parece corto este plazo para hacer que Meade escale en las preferencias electorales con el “relanzamiento” de su campaña, ahora apoyado por los “expertos mapaches” que saben instrumentar las estrategias para que los ciudadanos acudan a votar a cambio de alguna dádiva.
Este cambio en la cúpula del partido y otros que pudieran venir, se antojan parciales, tardíos e insuficientes porque la estrategia, planteada desde Los Pinos, marginó a la militancia priista y entregó los puestos de elección popular a los afines al grupo de Peña Nieto, lo que marcó una distancia con los liderazgos de la estructura del partido y peor, de los que controlan en los estados y localidades donde radica el “voto duro” del PRI, que ahora busca el calor de otro hogar.
Para que el “golpe de timón” diera resultado se tendría que hacer una revisión de las candidaturas a puestos de elección popular y esto implicaría que Peña Nieto estuviera dispuesto a entregar el control de la campaña a Meade, lo que parece una determinación distante. Se olvidó que el partido es un mecanismo de movilidad política para que circulen los que desean alcanzar el poder, si no cumple esa función es inútil.
Los dinosaurios del PRI van a intentar sacar del rezago a su candidato José Antonio Meade. Los meses anteriores fueron tiempo perdido. Entra de relevo Juárez Cisneros hechura del antiguo priismo, quien tratará tender puentes con “las bases” del partido, antes de que se vayan “con ya saben quién”.
Experiencia en los peores métodos es lo que representa Juárez Cisneros, “Por ejemplo, de un fraude electoral. Porque, a fin de cuentas, es oscuro e inquietante el mensaje que se envía con el personaje que creció políticamente en alianza con José Francisco Ruiz Massieu y Rubén Figueroa Alcocer: optar por Juárez Cisneros significa prescindir de las expectativas de pelear en buena lid y, en consecuencia, significa apostar abiertamente a las artes electorales ocultas o semiocultas.” (Julio Hernández López | Astillero | La Jornada, 3 de mayo de 2018)
El nuevo dirigente formal del PRI llega como operador electoral de emergencia. No representa un salto al futuro es más bien un salto para atrás. Dime con quién andas y te diré quién eres. El candidato más honrado. Otra vez lo chamaquearon.
Fuente
"... la llegada de René Juárez Cisneros al PRI fue una decisión que se tomó en Los Pinos... "
¿Pues no que "los viejos e influyentes priistas se sintieron marginados por los “tecnócratas” que fueron impuestos desde Los Pinos"?
Si en Los Pinos está el representante de los "tecnócratas", ¿cómo es que desde ahí iba a venir la instrucción para remplazarlos por los dinosaurios? Más bien, opino que la jerarquía de los viejos e influyentes priistas decidieron ir a "leerle la cartilla" al yupie de Los Pinos y le dijeron... "¡se acabó tu breve reinado papá! Decididamente ésto ya no es asunto de guapura o Copete envaselinado."
"Experiencia en los peores métodos es lo que representa Juárez Cisneros, “Por ejemplo, de un fraude electoral. Porque, a fin de cuentas, es oscuro e inquietante el mensaje que se envía con el personaje que creció políticamente en alianza con José Francisco Ruiz Massieu y Rubén Figueroa Alcocer: optar por Juárez Cisneros significa prescindir de las expectativas de pelear en buena lid y, en consecuencia, significa apostar abiertamente a las artes electorales ocultas o semiocultas.”"