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ajustando cuentas con marialuz

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Becerro
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2 Ago 2008
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María de la Luz era una mujer en la segunda mitad de los cuarenta, de aproximadamente metro ochenta, complexión delgada, hombros estrechos, con el cabello de color rubio, siempre recogido en una larga cola que le llegaba casi a media espalda. Su pecho, para su constitución era bastante proporcionado, así que hacía poco menos de la talla 80. En cuanto a su forma de vestir, se podría decir que era más tirando a clásica que otra cosa. Habitualmente vestía pantalones tejanos y una blusa, pero no era infrecuente que viniera a trabajar con algún pantalón estampado que, dicho sea de paso, parecía le había quitado a su abuela.

Había llegado a jefa de departamento porque no tenía ningún tipo de escrúpulos, ni apuñalando a los compañeros ni a la hora de ponerse de rodillas ante los superiores, ya fuera de manera figurada o literal. Se rumoreaba que no eran pocas las veces que había acabado en el asiento de atrás del coche de un jefe cuando se hacían las cenas de empresa y que allí, después de vaciarlos bien, se ganaba el favor para poder ascender.

Como toda persona que llega al poder sin currárselo ni merecérselo, su visión del trabajo era muy particular y no dudaba en exprimir a sus compañeros para que se cumplieran los objetivos con creces. Si las cosas salían bien, era su responsabilidad, pero si no se cumplían los plazos, las broncas, la mayor parte de las veces injustificadas, eran terribles. Vamos, que era lo que se suele decir, una jefa incomoda y como no podía ser de otra forma, a mí, también me toco recibir alguna que otra de estas reprimendas. La diferencia es que al menda, no le acobardaba una rubia caprichosa, así que empecé a realizar gestiones para ver que tenia aquella malcriada en el armario. Y allí había oro.

Poco a poco empecé a reunir las pruebas necesarias para demostrar que había pasado información a otra compañía, rival directa de la nuestra, en la que se explicaban los planes de desarrollo de ciertos proyectos clave. Aquello de por si, era totalmente demoledor, pero conocedor de que con una sola piedra no puedes levantar una muralla, seguí escarbando. Comprobé sus correos electrónicos, sus llamadas de teléfono desde la empresa y desde su privado e incluso pude colar un troyano en su ordenador para poder monitorizar su actividad diaria.

De esta forma descubrí, que la pija de Mariluz era adicta al whatsapp y que se pasaba gran cantidad de horas usando este programa en su ordenador, mientras que para el resto de la planta, parecía estar trabajando. Y las conversaciones calientes que mantenía no solo eran con el pobre cornudo de su marido, si no con algunos superiores, llegando a enviarles alguna foto ligerita de ropa, pero por desgracia, ninguna desnuda.

Todos esos datos los compile en un PowerPoint, al que añadí fotos de algunas vigilancias que le hice durante las horas de trabajo y que de cara a la empresa justificaba como visitas comerciales y de relaciones públicas, pero en realidad eran entradas y salidas de un famoso hotel en el que no se suelen pedir los documentos para poder acceder a una habitación junto con directivos tanto de nuestra empresa como de la competencia.

Un domingo por la mañana, sobre las 10:00, mi teléfono emitió una señal. Era el aviso que tenia predeterminado para que me informara cuando la pija encendía el ordenador y se ponía en él. Me extraño tremendamente y me conecte, vía PC a su terminal, para supervisar lo que estaba haciendo. Puedo comprobar que estaba copiando archivos clasificados y los estaba trasladando a una unidad USB. Aquella transferencia estaba totalmente prohibida y era lo que necesitaba para agarrarla como si fuera una bola de bolos: con los dedos metidos en los agujeros.

Así que me vestí y me cogiendo la moto, me dirigí a la empresa. Una vez pasado el control de seguridad, subí hasta la planta donde trabajábamos y en la que estaba seguro que íbamos a estar solos. Los fines de semana, aquellos despachos no tienen a nadie trabajando. Cuando salí del ascensor, escuche la voz de Mariluz, hablando por teléfono
 
Mariluz: Si… si… lo tengo todo… si… pero recuerda el trato. Quiero un puesto de directiva en esa empresa. No me estoy jugando mi delicado culo para que luego me dejes en la estacada… si… yo también a ti…

Sonreí. La hija de puta se estaba buscando un puesto en otra empresa y para ello no dudaría en hundir la que le había dado de comer y le permitía pagarse sus caprichitos hasta entonces. Estaba seguro que cuando descargara los datos del troyano, aquello seria su fin… si yo lo hacia publico. Así que cuando colgó, pase por delante de la puerta de su despacho y haciéndome el sorprendido, la salude.

Carlos: Caray Mariluz! ¿Qué haces por aquí? Tenia entendido que estarías fuera todo el fin de semana. Vamos… creo que se lo comentaste en medio del despacho principal a Sandra y todo…

Mariluz: Yo… eh… Bueno, si… Tenía que… - dijo tartamudeando. La había pillado en bragas y su coartada de que estaba fuera de la ciudad durante todo el fin de semana se había ido a la mierda – Tenia trabajo. Soy la jefa – dijo recuperando su fachada de déspota - ¿Y tú? ¿Qué coño haces aquí?

Carlos: Bueno, tengo trabajo – dije entrando en su despacho, cerrando la puerta y sacando el USB con el PowerPoint que ya tenía preparado – quería terminar de pulir esto, para que lo vieras el lunes, pero ya que estas aquí…

Mariluz pincho el USB en su ordenador, justo al lado del otro, que seguía parpadeando, indicando que todavía no había acabado de transferir los datos prohibidos al periférico. Cuando ejecuto el archivo, su cara cambio de altivez a sorpresa y luego temor. Estaba viendo con sus propios ojos pruebas irrefutables de que había sido desleal a la empresa, a su marido y a unos cuantos principios morales que la podían hundir en su círculo de amistades, incluido el refinado club de tenis al que pertenecía ya que el archivo contenía algunas fotos de ella entrado en un hotel con el director del mismo, un hombre casado y de misa dominical.

Mariluz: Eh… yo… joder, Carlos… - su cara se volvió a encender por la rabia - ¿Qué coño quieres para que esto no salga a la luz, hijo de puta?

Carlos: De momento nada – le dije levantándome y depositando la mochila que llevaba en una mesa de reuniones, cercana a la suya – pero lo más seguro es que te parezca un trato justo si los dos guardamos silencio

Mariluz: ¿Silencio de que, cabronazo? – Estaba roja de ira. Se le marcaban las venas de cuello

Carlos: Silencio. Yo sobre tus trapicheos y tú… - le conteste mientras rodeaba la mesa – de esto

Y le solté una tremenda torta con la izquierda que la hizo caer al suelo con la silla y todo. El impacto la desoriento el tiempo suficiente como para que yo agarrara la silla por el reposabrazos y la hiciera salir volando hasta estrellarse contra una de las paredes de su despacho. Ella intento reptar bajo la mesa, pero agarrándola por la cintura del pantalón, la levante del suelo. Pese a su altura, estaba delgada, así que no me costó trabajo elevarla y ponerla de espaldas a mí, sobre su propia mesa. Ella se revolvió e intento escapar, pero agarrándole la coleta con la mano izquierda le di un empujón y se dio con la frente sobre el escritorio. Con el golpe le fallaron las piernas, pero tirando otra vez del pantalón la volví a incorporar y repetí la acción. Al segundo golpe vio que no tenía opciones de salir airosa de la situación. Al tercer cabezazo, dejo de luchar. Ahora, solo le temblaban las piernas mientras mi fuerza aguantaba su frente contra la madera

Carlos: Bájate el pantalón, puta pija de mierda

Mariluz: Hijo de puta!!! Me haces daño!!! Vete a la mierda!!! – Cuando su cabeza volvió a estrellarse contra el escritorio, se puso a llorar, pero entonces, accedió y se desabrocho el cinturón y el botón de los pantalones – no mas, por favor…

Carlos: Eres tú la que decide si tengo que volver a “explicártelo” o no, pija de mierda – le dije mientras le daba un tirón al pantalón, dejándoselo a la altura de las rodillas. Cuando lo hice, deje al descubierto unas nalgas blancas, redondas y bien trabajadas, definidas por un tanga de hilo de color negro. La prenda, mas diseñada para excitar que para ser usada a diario, no aguanto el tirón que le dí y con un ruido característico, se partió, arrojándola al lado de mi mochila

Carlos: Sepárate las nalgas, zorra – ella no se movió, así que le di una soberana torta con la mano derecha, dejándole los dedos marcados en la nalga. Pese a ello, no se movió hasta que noto como mi mano izquierda tiraba de su coleta para subir otra vez su cabeza. En aquel momento, las separo, dejando ver un prieto agujero marrón rodeado de pelo rubio. Era de las gilipollas que solo se depilan el coño hasta donde les alcanza la vista – Así me gusta, perra… pero lo has hecho tarde – y le di un nuevo cabezazo contra la mesa. Cuando “negocias” a este nivel, les ha de quedar claros los términos desde el primer momento. Se puso a llorar y con las lágrimas, su ojete se contraía como una pequeña boca, dando besitos.

Saque el teléfono y realice unas cuantas fotos en unos cuantos ángulos. Evidentemente, que estuviera el sonido del obturador en silencio hizo que aquella hija de puta no se enterara de la maniobra. Tras la pequeña sesión fotográfica, guarde el teléfono en el bolsillo trasero del pantalón y por el simple placer de hacerlo, tras retirar sus manos de las nalgas, le azote el culo hasta ponérselo rojo. Ella se quejaba y protestaba

Mariluz: Ah! ¿Por qué me pegas? Ay!!!

Carlos: No te estoy pegando. Te estoy demostrando quien manda ahora. Si no haces caso, te incrustare la cabeza contra la mesa, pero si obedeces, eso no pasara. Si te pego, pellizco o escupo, es porque me da la gana y puedo hacerlo. Si te resistes, te aplicare el punto uno y te castigare ¿Lo has comprendido, inútil? – Le dije azotándola nuevamente con todas mis ganas – Ahora, ábrete las nalgas, voy a encularte

Mariluz: No! Por el cul… - Una nueva hostia contra su mesa hizo que le trastabillaran las piernas, a punto de llegar a la inconsciencia. Si no captaba el mensaje, se lo haría llegar alto y claro.

Cuando tire otra vez de su coleta para proceder a otro correctivo, ella misma procedió a separarse las nalgas mientras lloraba a como tendido. Aquello estaba resultando tremendamente divertido. Alargue una mano y metiendo un dedo en su coño comprobé que estaba totalmente seca. Aquello no le estaba gustando a la pija de mi superior jerárquica. Mejor. No lo pretendía.

Me agache tras ella y le escupí en el ojete. El impacto de mi saliva debió de suponer un shock menos traumático que el sonido de mi esputo. No lo había comentado antes, pero la pija de Mariluz tenía una manía persecutoria: odiaba las bacterias, virus y demás microorganismos, cosa que sabíamos todos porque se negaba a dar la mano y tenia siempre uno o dos botes de liquido hidroalcohólico sobre su mesa, para desinfectar. Así que imaginaros lo que suponía para su TOC que alguien le escupiera directamente en el ano. Y aquello no había hecho más que empezar.

Podría haber empezado metiéndole un dedo por el ojete, para distribuir la saliva en el interior de su recto, como había hecho cientos de veces con aquellas hembras que tenían el favor de mi confianza, pero aquella no iba a ser una penetración amistosa. Aquella follada iba a ser una humillación de principio a fin, así que bajándome la cremallera, saque la polla de mi pantalón, que ante aquel apretado agujero ya estaba babeando, deseando partirlo por la mitad. Mientras con la mano izquierda agarraba su coleta, agarre la base de mi polla con la derecha y se la acerque al esfínter, hice un par de círculos en él para distribuir mejor mi saliva y mi líquido pre seminal y le dije al oído “relájate” antes de dejarme caer sobre su indefenso cuerpo. La presión que ejercí sobre aquel ano fue elevada, pero no tanta como para que se me hundiera la polla hasta los cojones en la primera envestida. Aquella zorra no era virgen del culo y ambos lo sabíamos. Pese a todo, ella se debatía, cosa que me indicaba que realmente le dolía. Bien…

Carlos: Vaya, vaya… así que no eras virgen del culo ¿Eh pijita? – le dije mientras tiraba de mi rabo y luego se lo volvía a hundir hasta los huevos -¿Quién te usa por el ojete, cerda? ¿El picha corta de tu marido? ¿O alguno de los machos que te llevas al hotel a que te den rabo a cambio de influencia?

Mariluz: Ah! Ah! Cabrón! Ah!!!!

Carlos: Contesta, cacho de puta! – Le chille y tirando del pelo, separe su cabeza de la mesa.

Mi mano derecha rodeo su delgado cuerpo y agarrando el borde de la blusa, se la rasgue de un seco tirón, dejando a la vista un sujetador del mismo color que el tanga arrancado. Sin siquiera desabrochárselo, de dos tirones, se lo saque por la cabeza. Cuando mi mano regreso a su pecho, encontré un pezón largo, típico de aquellas hembras que han dado de mamar a su prole. Aquella hija de puta tenia un crio de seis años y por la forma de los pitones de su madre, aquel bastardo había chupado teta durante mucho tiempo.
 
Con la mano derecha amase ambas tetas y empece a tirar de los pezones mientras seguía dándole duro por el culo. Si bien la lubricación inicial era claramente insuficiente, tras dos o tres escupitajos, mi rabo empezó a entrar y salir mejor de aquel hoyo que lo apretaba de una forma extraordinaria. Ella se retorcía y quejaba, chillando cuando le apretaba en exceso el pezón, pero seguía con ambas manos separándose las nalgas para que no la volviera a castigar.

Carlos: Vamos, hija de puta, dime quien te peta el culo. No me obligues a castigarte ¿es el cornudo de tu marido?

Mariluz: No… Ah! Mi maridooooo dice que el sexo anal es una guarraaaada. El solo me folla… Ah! En casa, los sábado y haciendo el misionero, cuando el niño duerrrr. JODER! Cuando el niño duerme!

Carlos: ¿Así quien es, cacho de cerda? Dímelo o te moleré a palos, por puta sodomita! Te voy a arrancar los pezones, zorra!

Mariluz: Ah! El jefe!!! El jefe de zona!!! Joder!!! El me lo folla!!!

Carlos: ¿El puto canoso? ¿Te dejas petar el culo por ese mierda?

Mariluz: Ese mierda tiene más poder que tendrás tu en tu vida! Ah!!! Hijo de puta!!! Me estas partiendo el culo!!!

Carlos: Y más duro que te voy a dar si sigues tocándome los huevos, zorra – apreté con ganas su pezón derecho. Cuando lo hacía, el ano se le contraía por el dolor, lo que aprovechaba yo para darle más fuerte – te voy a estar reventando el culo hasta que me digas que disfrutas con ello, hija de puta

Mariluz: Ah!!! Hijo de puta!!! Ni lo sueñes!!!

Me encantan los retos y aquella zorra era uno de los divertidos, asi que le solte la coleta y pase la otra mano por debajo de su sobaco izquierdo, agarrándole fuertemente el pezón que tenia libre. Con una mano por pezón y mi rabo en lo mas profundo de su ojete, empece a bombear duro. La única cosa que hacia que no saliera hacia adelante era la presión que ejercía en sus muslos la mesa y los tirones que le proporcionaba en las ubres

Mariluz: Ah! Cabronazo! Ah!!! Que me revientas!!! Ah!!!

Carlos: Y te gusta ¿eh, zorra? Ya sabes como pararlo. Yo estoy encantado de darte por el culo en tu propio despacho, zorra.

Aquella fulana se estaba haciendo la dura, pero por como se movia, sabia que no le quedaba demasiada resistencia. Sus pezones estaban empezando a agrietarse y su ojete tenia una pinta verdaderamente lamentable, pero aguanto estoicamente durante mas de veinte minutos.

Mariluz: Ah! Por favor!!! – dijo llorando a moco tendido – follame el culo. Dame duro, por favor – se había bajado del burro. Había quebrado su voluntad y ahora estaba haciendo lo que se le había ordenado.

Carlos: ¿Te gusta que te lo folle, fulana?

Mariluz: Si! Por favor! Dame maaaaaah!!!

Carlos: ¿Quién mas te lo peta, cacho de puta? Dime quien mas te revienta el culo

Mariluz: Sergio!!! Me da por el culo Sergio!!! El jefe de zonaaaaaaah!!!!

Carlos: ¿Y la tiene tan gorda como yo ese puto carcamal?

Mariluz: No! Joder!!! Eso es una mierda coparadaaaah con tu pollaaaah!!!!

Carlos: Muy bien, puta! ¿Quieres que te rellene el recto hoy también, golfa?

Mariluz: Hijo de puta!!! Cabron!!!! Cerdo!!!

Carlos: No te he escuchado, guarra! – Le dije mientras tiraba en sentidos opuestos de sus pezones, hasta ponerle las tetas tensas a tope

Mariluz: Aaaaaahhhhh!!!! Si!!! Llename de leche el culo!!! Pero hazlo ya, que no puedo maaaaaassssss.

Carlos: Toma zorra!!! Toma!!!

Y agarrándola por la coleta, la volví a estirar sobre la mesa. Cuando su cuerpo se aplasto contra ella, no le quedo a donde ir y de una sola envestida, le clave mis 20 cm en el recto. Cuando note que llegaba al fondo de su ser, descargue uno, dos… seis chorros de leche. Uno tras otro note como mi polla se hinchaba y soltaba toda su carga en lo más profundo de su ser. Aquella fulana se había quedado paralizada. Había dejado de llorar en cuanto empezó a notar mi ardiente semen en lo más profundo de su recto. Un par de minutos después, saque mi polla y le mire el ojete. Aquello era un verdadero desastre. La piel suave y tensa que presentaba al principio había desaparecido y allí solo había un boquete de bordes dentados, totalmente dilatado. Cuando saque el móvil para hacer video, ella ni se inmuto, asi que le tuve que tirar yo de la coleta para que se incorporara y en aquel momento, todos los grumos de mi semen cayeron a peso sobre su tejano, manchando la entrepierna de semen y restos fecales que bajaban mezclados con mi esperma.

Ella permanecía con los ojos muy abiertos. En estado de shock después de que un compañero se la hubiera follado sin ducharse antes y sin un condón que la pudiera “proteger” de sus gérmenes y virus. Así que la volví a agarrar por la coleta y sin que opusiera la mas minima resistencia, le metí la polla en la boca para que me la limpiara. Ella lo hizo como en estado de trance, casi sin darse ni cuenta. Me chupaba la polla de una forma mecánica, como si algo en su interior hubiera hecho clic y se hubiera tenido que refugiar en algún lugar recóndito de su mente para poder sobrellevarlo. Un rato después, cuando mi rabo ya estaba limpio de todo lo que ella tenia en el culo, pareció reaccionar y miro el teléfono móvil, con el que la grababa.

Mariluz: Hijo de puta! – Dijo todavía con goterones de semen que le resbalaban por la comisura de los labios – ni se te ocurra grabarme! Bórralo inmediatamente!!!

Carlos: Me parece que no. Me lo he pasado muy bien y me gusta tener un recuerdo de todos mis encuentros sexuales

Mariluz: Pienso denunciarte por violación! Te vas a cagar

Carlos: ¿Violarte? Pero si has sido tu la que me has pedido que te reventara el culo y te lo rellenara de lefa hoy también… Bueno… o al menos eso será lo que vera el juez cuando le presente parte de la grabación que nos hemos hecho

Mariluz: El juez te va a mandar a prisión cuando le… ¿Qué grabación?

Carlos: Pues la que he hecho con la cámara que hay encima de la mesa. En mi mochila ¿De verdad creías que iba a entrar aquí sin garantizarme una salida?

Mariluz: Eres un hijo de puta!!! – dijo mientras saltaba hacia mí, con las uñas por delante, en clara intención de arañarme

La diferencia de alturas sirvió para que mi tortón llegara antes a su cara que sus uñas a la mía y la diferencia de peso hizo que diera otra vez con su culo en el suelo, si bien, esta vez, la hostia hizo que vaciara mas semen y se le escurriera por la nalga, dándole una pinta de zorra brutal si se combinaba con los restos de semen que le escurrían de la barbilla. O al menos, así me lo pareció cuando vi después las imágenes que le grabe en aquella humillante postura.

Carlos: He disfrutado mucho con esta reunión, pero he de irme. A diferencia que tu, yo tengo trabajo por hacer – le dije mientras retiraba las dos unidades de USB de los puertos de su ordenador – Mi PowerPoint me lo llevo. Ya lo has visto, pero he de decirte que está incompleto. Hay muchísima más información sensible que ya te iré desvelando en otras reuniones como la de hoy, así que te aconsejo que uses enemas antes de nuestra próxima “cita”. Al menos, te evitara el gusto a mierda que ahora notas en la boca. En cuanto a la información sensible de la empresa… Bueno… No creo que quieras venderla y menos ahora, que se quien la ha extraído del sistema y que tengo la copia de tu traición. Si esto llega a los abogados de la empresa, te van a hundir tanto en la miseria que lo de hoy será un bonito recuerdo en comparación con lo que te harán.

Y tras recoger mi mochila y apagar la cámara de video, salí del despacho y pulse el botón de llamada del ascensor, mientras silbaba una vieja canción y escuchaba de fondo los llantos de la pobre y humillada Mariluz.
 
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