Elizabeth_GZ
Becerro
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- 18 Jul 2021
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- #1
Quiero contarles un poco de mí antes de ir a mi relato. Me llamo Elizabeth, o Eli como la mayoría suele decirme.
Me describo porque sé que es una parte que los lectores disfrutan bastante.
Soy una mujer madura de 40 años y madre de 5 hijos. A pesar de lo que pueda parecer esa primera descripción, no soy la típica señora dejada y poco atractiva. Todo lo contrario.
Soy lo que comúnmente ahora llaman una MILF. Tengo el cabello negro y largo, aunque a veces en mis momentos de locura lo he llegado a cortar demasiado. De hecho quienes me conocen me comentan que con el cabello corto me veo inocente y tierna, mientras que con el cabello largo me veo como vampiresa sexy. No sé si sea cierto esto, pero me gusta jugar de vez en cuando con esa dualidad. Un amigo me comentó una vez que me parezco a la actriz porno Nataly Gold. La busqué en Google para ver quien era y pues, no sé. Quizás sí, quizás no.
Soy morena, de ojos cafés, nariz ancha, pero exquisita y labios gruesos y carnosos que me gusta lucir en labial rojo o negro dependiendo de la situación. A pesar de la edad y de ser madre, mi cuerpo se mantiene en un peso estable. Tengo tetas medianas, no muy grandes pero sí lo suficiente para divertir a mi pareja.
Soy bajita de estatura, con cintura marcada, piernas gordas y caderas anchas y sexys. Y tengo un culo que si bien es ancho, no desentona con el resto de mi cuerpo. No niego que ya apareció la celulitis propia de mi edad, pero a pesar de no cuidar tanto mi alimentación como debería y sobre todo no acudir a un gym como muchas mujeres lo hacen a diario, la naturaleza me ha bendecido con un físico que muchas chicas de la mitad de mi edad quisieran tener.
Y a pesar de que en mi vida diaria no visto sexy y provocativa, mi sonrisa, mi carita maquillada y mi culo grande hacen voltear a más de uno. Me divierte cuando alguien me está viendo descaradamente y volteo de repente para hacerlo sentir descubierto. O a veces con una sola mirada o una sonrisa es suficiente para que alguien te compre un trago. Ese tipo de detalles pequeños que quizás para una chica joven no sean gran cosa, pero para las que ya llegamos a los 40 años nos llena bastante el saber que aún tenemos ese algo que a los hombres les gusta.
Pero a veces el tomar malas decisiones nos lleva a situaciones que nos obligan a hacer cosas que van más allá de nuestra voluntad y que nos atrapan en un bucle del cual es difícil salir. Hoy les compartiré una de esas situaciones. Advierto que es una experiencia que no todos encontrarán agradable.
Eran poco más de las 10 de la noche, la hora que salgo del trabajo. No es muy tarde quizás, pero sí lo suficiente para ya no encontrar transporte público para ir a casa. Y ni pensar en irme caminando. Si bien no era tan lejos la distancia de mi empleo a mi casa, a esa hora ya había mucho vago y vicioso en la calle y no me apetecía arriesgarme. No siempre salgo a esta hora, a veces más temprano. Pero hoy hubo más trabajo de lo normal.
Salí y ya estaba ahí el taxi número 017 esperándome como cada viernes que salía a dichas horas. Caminé lentamente abriendo paso entre las no pocas gentes que como yo, ya iban a sus hogares. Llegué al auto y tomé el asiento del pasajero al lado del conductor, el cual sin decir palabra encendió el vehículo y enfiló en dirección a mi casa.
No bien salimos del estacionamiento cuando el conductor estiró su mano hacia mí, tomando una de mis tetas. La sobaba y apretaba sin ninguna sutileza. Maniobrando el volante del auto con una mano, con la otra no dejó de manosearme hasta abrirse camino por mi escote. El tipo que conducía era horrible. Gordo, prieto y feo. Sin educación. Pero lo más feo era su interior y la maldad que guardaba en su corazón.
Sácate las tetas me dijo a lo cual obedecí sin siquiera responder. Jalé mi blusa hacia abajo con todo y brasier. Mis tetas saltaron al sentirse libres.
A pesar de la edad y todos los putos hijos que has parido, todavía tienes las tetas duritas culera -dijo mientras apretaba mis pechos como si se trataran de globos y quisiera reventarlos.
Mjjmm! No tan duro, por favor -le dije dejando escapar un pequeño gemido de dolor.
Si te duele o no, sabes que me importa verga. Mejor dicho si me importa que te duela. Entre más te duela, mejor. Abre la boca y saca la lengua. Quiero que te vayas así hasta que lleguemos a tu casa, y cuidado si hablas o dices una palabra -dijo el muy estúpido.
Como siempre, obedecí sin replicar. Abrí mi boca y saqué mi lengua y así me fui los poco más de 10 minutos que durábamos para llegar a casa. Para cuando finalmente llegamos a mi hogar ya venía yo con la quijada cansada y un pequeño chorro de babas que colgaba de mi boca hasta caer en medio de mis tetas, las cuales el hijo de perra del taxista no dejaba de manosear, poniendo especial atención a mis duros y doloridos pezones cafés.
No bien estacionaba el auto enfrente de mi casa cuando vi que alguien se asomaba por la ventana, para luego bajar la cortina y ver como apagaban el foco que daba luz al patio frontal de mi casa. Eso y el escaso alumbrado público de mi calle se combinaban para dejarnos completamente a oscuras.
Así me gusta, que tus hijos sepan que queremos privacidad. Sigan así de obedientes y quizás hasta los adopto jajaja -me dijo para luego carcajearse de forma estúpida.
Acaba rápido hoy que vengo cansada y ya quiero estar en mi cama descansando -le dije ignorando su anterior comentario.
¿Te di permiso de hablar o cerrar la boca, puta? Abre el hocico otra vez y mantenlo así que me gusta ver como te escurren las babas como si fueras una perra rabiosa -me ordenó el taxista.
Si me vas a coger, cógeme. Si quieres que te la mame, te la mamo. Pero ya decídete, que no estoy de humor y vengo muy cansada para aguantar tus pendejadas, hijo de puta -le respondí dejando escapar todo mi odio hacia él en mis palabras. Era la única forma de poder desquitar mi coraje.
Vaya, vaya. Viene brava la piruja hoy. Pensaba irme hoy con solo una mamadita, pero como vienes muy respondona eso cambia las cosas. Sal del auto, anda -dijo el malnacido abriendo la puerta para luego bajar del auto.
Me describo porque sé que es una parte que los lectores disfrutan bastante.
Soy una mujer madura de 40 años y madre de 5 hijos. A pesar de lo que pueda parecer esa primera descripción, no soy la típica señora dejada y poco atractiva. Todo lo contrario.
Soy lo que comúnmente ahora llaman una MILF. Tengo el cabello negro y largo, aunque a veces en mis momentos de locura lo he llegado a cortar demasiado. De hecho quienes me conocen me comentan que con el cabello corto me veo inocente y tierna, mientras que con el cabello largo me veo como vampiresa sexy. No sé si sea cierto esto, pero me gusta jugar de vez en cuando con esa dualidad. Un amigo me comentó una vez que me parezco a la actriz porno Nataly Gold. La busqué en Google para ver quien era y pues, no sé. Quizás sí, quizás no.
Soy morena, de ojos cafés, nariz ancha, pero exquisita y labios gruesos y carnosos que me gusta lucir en labial rojo o negro dependiendo de la situación. A pesar de la edad y de ser madre, mi cuerpo se mantiene en un peso estable. Tengo tetas medianas, no muy grandes pero sí lo suficiente para divertir a mi pareja.
Soy bajita de estatura, con cintura marcada, piernas gordas y caderas anchas y sexys. Y tengo un culo que si bien es ancho, no desentona con el resto de mi cuerpo. No niego que ya apareció la celulitis propia de mi edad, pero a pesar de no cuidar tanto mi alimentación como debería y sobre todo no acudir a un gym como muchas mujeres lo hacen a diario, la naturaleza me ha bendecido con un físico que muchas chicas de la mitad de mi edad quisieran tener.
Y a pesar de que en mi vida diaria no visto sexy y provocativa, mi sonrisa, mi carita maquillada y mi culo grande hacen voltear a más de uno. Me divierte cuando alguien me está viendo descaradamente y volteo de repente para hacerlo sentir descubierto. O a veces con una sola mirada o una sonrisa es suficiente para que alguien te compre un trago. Ese tipo de detalles pequeños que quizás para una chica joven no sean gran cosa, pero para las que ya llegamos a los 40 años nos llena bastante el saber que aún tenemos ese algo que a los hombres les gusta.
Pero a veces el tomar malas decisiones nos lleva a situaciones que nos obligan a hacer cosas que van más allá de nuestra voluntad y que nos atrapan en un bucle del cual es difícil salir. Hoy les compartiré una de esas situaciones. Advierto que es una experiencia que no todos encontrarán agradable.
Eran poco más de las 10 de la noche, la hora que salgo del trabajo. No es muy tarde quizás, pero sí lo suficiente para ya no encontrar transporte público para ir a casa. Y ni pensar en irme caminando. Si bien no era tan lejos la distancia de mi empleo a mi casa, a esa hora ya había mucho vago y vicioso en la calle y no me apetecía arriesgarme. No siempre salgo a esta hora, a veces más temprano. Pero hoy hubo más trabajo de lo normal.
Salí y ya estaba ahí el taxi número 017 esperándome como cada viernes que salía a dichas horas. Caminé lentamente abriendo paso entre las no pocas gentes que como yo, ya iban a sus hogares. Llegué al auto y tomé el asiento del pasajero al lado del conductor, el cual sin decir palabra encendió el vehículo y enfiló en dirección a mi casa.
No bien salimos del estacionamiento cuando el conductor estiró su mano hacia mí, tomando una de mis tetas. La sobaba y apretaba sin ninguna sutileza. Maniobrando el volante del auto con una mano, con la otra no dejó de manosearme hasta abrirse camino por mi escote. El tipo que conducía era horrible. Gordo, prieto y feo. Sin educación. Pero lo más feo era su interior y la maldad que guardaba en su corazón.
Sácate las tetas me dijo a lo cual obedecí sin siquiera responder. Jalé mi blusa hacia abajo con todo y brasier. Mis tetas saltaron al sentirse libres.
A pesar de la edad y todos los putos hijos que has parido, todavía tienes las tetas duritas culera -dijo mientras apretaba mis pechos como si se trataran de globos y quisiera reventarlos.
Mjjmm! No tan duro, por favor -le dije dejando escapar un pequeño gemido de dolor.
Si te duele o no, sabes que me importa verga. Mejor dicho si me importa que te duela. Entre más te duela, mejor. Abre la boca y saca la lengua. Quiero que te vayas así hasta que lleguemos a tu casa, y cuidado si hablas o dices una palabra -dijo el muy estúpido.
Como siempre, obedecí sin replicar. Abrí mi boca y saqué mi lengua y así me fui los poco más de 10 minutos que durábamos para llegar a casa. Para cuando finalmente llegamos a mi hogar ya venía yo con la quijada cansada y un pequeño chorro de babas que colgaba de mi boca hasta caer en medio de mis tetas, las cuales el hijo de perra del taxista no dejaba de manosear, poniendo especial atención a mis duros y doloridos pezones cafés.
No bien estacionaba el auto enfrente de mi casa cuando vi que alguien se asomaba por la ventana, para luego bajar la cortina y ver como apagaban el foco que daba luz al patio frontal de mi casa. Eso y el escaso alumbrado público de mi calle se combinaban para dejarnos completamente a oscuras.
Así me gusta, que tus hijos sepan que queremos privacidad. Sigan así de obedientes y quizás hasta los adopto jajaja -me dijo para luego carcajearse de forma estúpida.
Acaba rápido hoy que vengo cansada y ya quiero estar en mi cama descansando -le dije ignorando su anterior comentario.
¿Te di permiso de hablar o cerrar la boca, puta? Abre el hocico otra vez y mantenlo así que me gusta ver como te escurren las babas como si fueras una perra rabiosa -me ordenó el taxista.
Si me vas a coger, cógeme. Si quieres que te la mame, te la mamo. Pero ya decídete, que no estoy de humor y vengo muy cansada para aguantar tus pendejadas, hijo de puta -le respondí dejando escapar todo mi odio hacia él en mis palabras. Era la única forma de poder desquitar mi coraje.
Vaya, vaya. Viene brava la piruja hoy. Pensaba irme hoy con solo una mamadita, pero como vienes muy respondona eso cambia las cosas. Sal del auto, anda -dijo el malnacido abriendo la puerta para luego bajar del auto.