Un día, Eva se levantó con las hormonas un tanto revueltas y le exigió a Adán que la dejara satisfecha. Adán, que estaba un poco cansado, le dijo que en ese momento no tenía ganas. Y, como sabía que era el único hombre, no corría riesgo de que Eva le pusiera los cuernos.
Eva, furiosa, empezó...