¡Taxi!

chippo

Bovino adolescente
#1
Saludos al corral, les traigo la segunda historia que escribí basada en hechos reales, espero les guste tanto como la otra.


Me han asaltado, amedrentado, golpeado y me han puesto una pistola en el pecho; pero nada de lo anterior me había asustado tanto como lo que estoy a punto de relatarles.
A la una de la madrugada, venía de dejar un pasaje por frente a la arena de lucha libre en la colonia de el cerrito. Las calles solas, la luna menguando y mi taxi bajaba por la avenida que iba por la vieja estación de trenes y me sacaba al río de la ciudad.
- “Comenta Roger,¿ cuál es tu 20?”, Le hablaba por el radio a mi compadre, amigo y compañero de profesión al volante.
- “Saludos compadre desde la hermana república de San Juan del rio”
- “¿hasta allá andas compadre?, ¿pues qué, ya eres chofer de foráneo?”
- “Que pasó compadre, vengo de dejar a un 15 que tenía urgencia de llegar al 12”
- “Pues estoy con el güero y pensé en invitarte unos 30 con mucho 25 ”
- ¿Qué te parece en 30 min?, cuando llegue a Querétaro de por acá del San Johnny.
- 10 -4 entonces Roger, te veo en los del güero.
- 10 – 4 Roger.
Con el compromiso hecho, paso a la calle de tejocote con eskimo a dónde el güero nos servía, a nosotros los taxistas, los tacos de cabeza a altas horas de la madrugada.
- Que dice Güero, pega bien gacho el frío, ¿no?
Y el Güero, con el acento veracruzano que lo ha distinguido desde hace que tengo memoria, me responde entre dientes.
- Que dice mi amarillo ¿ cuántos le sirvo?
- Aguánteme tantito, estoy esperando a mi compadre que viene de San Juan de dejar pasaje. Pero pensándolo bien, sírvame unos dos por favor, que ya estando aquí se me abrió el apetito.
Y mientras el Güero me iba sirviendo los dos de cabeza, dejo mi refresco en el suelo y con mis dos manos levanto el cuello del abrigo por que comensaba a sentir como el frío muerdia mi cuello.
- Huy, que cree mi amarillo, que se me terminó el gas, ¿no me espera unos quince minutos mientras van por otro tanque a la casa?
- No hay problema mi güero, de todas maneras, tengo que esperar a mi compadre aquí.
Y con la práctica que te dan los años, el Jarocho desarmó en un minuto las llaves del pequeño tanque de 15 litros, limpió la boquilla y de una zarandeada con el pié despertó a su ayudante, que a pesar de habérselo prometido temprano ese día, se había quedado dormido detrás del carrito cobijado con cartones.
Ándale condenado chamaco huevón, lánzate a la casa por el otro tanque y deja éste junto a la puerta para llevarlo a llenar mañana.
Y el muchacho no tuvo más tiempo que para limpiarse los ojos, tomar el tanque y salir huyendo al fondo de la calle.
Mientras todo esto sucedía, yo llevaba tiempo observando al pequeño hombre del portafolio color vino que estaba parado en la esquina buscando quien lo llevara, algo me parecía raro, no se si era su porte ataviado en traje, o la hora de la madrugada en la que alguien asi, estuviese buscando transporte en un Queretaro que se moria a la media noche, cuando solo las criaturas desamparadas recorrian las calles obscuras del centro. No lo se, pero algo no concordaba. Asi que como tenía quince minutos, más el tiempo que pasara al calentar los tacos, pensé en ganarme el último pasaje antes de ir a casa, entnces, le encargué mi refresco al costeño y me subí a mi taxi conduciendolo hasta donde estaba la pequeña silueta en la esquina.
- Buenas noches Don, ¿busca taxi?
- Así es señor, respondía el pequeño sujeto con el aliento alcohólico, busco quien me lleve a Hércules por la parte de arriba, por la carretera, ¿cuánto me cobra?
- Le cobro ochenta pesos Don, es que está medio peligroso por allá.
- Está bien, lléveme.
Cómo pudo, entre tambaleos y tumbos, el hombre se trepó al taxi y cerró la puerta tras de sí, yo encendí la radio, prendí mi cigarro y torcí camino rumbo a Hércules.
Por la esquina del viejo barrio lo vi pasar, con el tumba'o que tienen los guapos al caminar. . .
Pedro navajas me acompañaba en la radio mientras por las calles solas, andaba en mi taxi por los límites de la ciudad.
En la parte de atrás se escuchaba un murmullo y unas risas entre dos personas, alcé la vista para ver por el retrovisor y sólo veía al pequeño hombre aferrado a su maletín color vino y arrinconado a mi derecha en el asiento trasero del taxi, lo que vi me perturbó y fue la primera ocasión que me pregunté “¿lo bajo?” pero al darle una mirada más, me tranquilice y la pregunta se perdio en mi cabeza mientras le subía un poco más a la música de la radio.
Aquella era una época peligrosa para los taxistas que entraban a Hércules o a la Cañada, cada semana en los periódicos aparecían los titulares frases como “Tercer taxista encontrado muerto” “taxista baleado al momento de resistirse al asalto” o “Turba de habitantes impiden el asalto a un taxista” y por hechos violentos como éstos la policía había formado un retén a la entrada de Hércules lo cual nos bridaba un poco de seguridad.
Fueron sólo cinco minutos los que pasamos en el retén al momento de revisar el taxi, los policías se limitaron a mirar por las ventanas y a revisar la cajuela y era tanta mi prisa por dejar a mi pasajero que me parecieron horas las que me pasé llevándome el cigarro a la boca. Al final, los policías no me hicieron pregunta alguna,ni a donde iba o aquien llevaba, yo creo que ni cuenta se dieron de mi pasajero, por que solo me hicieron un gesto de aprovacion y me dieron pasó a Hércules.
A medio camino escuché de nuevo las risas en la parte de atrás del carro, alcé la vista de nuevo y vi al pequeño hombre murmurándole dichos al viento, vi como sus gestos trataban de comunicarle algo a una persona, como si alguien estuviera sentado detrás de mi asiento, me estiré lo más que pude para ver tras de mí y no vi a nadie, por segunda vez me pregunte “¿lo bajo aquí y me regreso a Querétaro?” pero yo mismo trate de desechar la pregunta considerándolo un pasaje tan comun y corriente como lod demás.
Hubo un momento en que las risas y el cuchicheo cesaron, miré hacia atrás y fue entonces cuando esa sensación que jamás olvidaré se apoderó de mí, sentí como una mano fría se colocaba en mi hombro derecho, el escalofrío invadía todo mi cuerpo y los músculos se me tensaban por toda la espalda, sentí como la otra mano se colocaba sobre mi cuello y como sus largos y helados dedos tocaban mis mejillas, sujeté con fuerza el volante mientras el miedo me invadía poco a poco, me sentía inmóvil, tieso, tensaba la mandíbula y no podía decir palabra alguna, con desesperacion trataba de gritar pero solo grunidos salian de entre mis dientes que apretaba tratando de respirar en medio de la agitacion, al cabo de unos segundos mi visión se fue desvaneciendo, un túnel obscuro se iba cerrando frente a mí, sentía como las fuerzas abandonaban mi cuerpo y como me iba de a poco quedando inconsciente, la luz frente a mí se iba apagando, perdía el conocimiento y dejaba de escucharlo todo.
El ruido de un carro que me pitaba frente a mí fue el que me despertó, logré esquivarlo de un solo movimiento en una carretera de dos carriles, el carro se me patinaba en la angosta vía y las llantas rechinaban en el humedo pavimento, dos veces tuve girar el volante con fuerza para no estrellarnos hasta que por fin logré controlarlo y retomar el camino.
Respiré profundo varias veces hasta que senti que mi corazón bajaba de ritmo, sequé las lagrimas de mis ojos y tome el volante firmemente con las dos manos otra vez, y ya que me había tranquilizado miré por el retrovisor a mi pasajero que venía dormitando en el asiento trasero, tomé unos minutos para pensar bien las cosas y después de un suspiro volvía la vista atrás para comunicarle lo sucedido, El pequeño hombre ya estaba despierto y le veia con un tono diferente, no sabria como explicarlo. El hombre tomó aire, hizo una mueca con los labio y me miro a través de sus gafas con un tono serio y me dijo
- ¿Usted se viene riendo de mi, verdad?
- Claro que no señor, no me atrevería a tal cosa
- Le he visto varias veces voltear a verme, yo creo que sí viene burlándose de mí.
- Lo que pasa es que le escucho hablar y me entra la duda si usted viene bien.
Él hace una larga pausa mientras yo conduzco por la obscura carretera, el señor vuelve a hacer esa una mueca con los labios y después ríe y concluye diciendo
- Ya sé que es lo que pasa, lo que sucede es que ya se le trepó mi comadre la muerte; ¿verdad?
Lo que dijo, me tomó por sorpresa y en ese momento me perturbó la misma sensación que me había ahogado momentos atras, ahí, en medio del camino entre Querétaro y Hércules es dónde yo había sentido el terror más profundo, impío y violento de mi vida, inmovilizado por el miedo yo sólo le veía por el retrovisor con esa mueca simulando una sonrisa.
En donde puede orillé el carro y salí deprisa abriendo el cofre del motor. Ahí me tenían, parado frente al carro, con el cofre abierto simulando averiguar qué era lo que le fallaba, en mi mente se escuchaban las palaras que el hombre me había dicho momentos antes, “ lo sucede es que ya se le trepó mi comadre la muerte; ¿verdad?” qué demonios hago aquí . . . me preguntaba, a quién me traje de pasaje . . . no, no puede estar pasando esto . . . estás y muchas otras cosas pasaron por mi mente mientras mis manos detenían el cofre y mi mirada se perdía entre las mangueras, tubos y fierros del motor. Al cabo de unos minutos me dije a mi capote, aquí lo bajo y no me importa lo que pase.
- Cerré el cofre de golpe, junté valor y por la ventanilla del chofer le comente a mi pasajero, Ya se fastidió el carro, ya no puedo llevarlo a Hércules.
Y desde la esquina del carro me dice
- Ésta bien, aquí me bajo.
El hombre tomo su maletín entre sus brazos, salió del carro y se dirigió a la otra puertezuela del pasajero de atrás, justo frente a mis ojos abrió esa puertezuela, y del vacío y obscuro del taxi salió un bulto negruzco. Yo mismo vi como el carro perdía peso, como cuando alguien baja de él.
El pequeño hombre cerró la puerta, me dio las gracias y tomo rumbo a Hércules perdiéndose en la obscuridad frente las luces del carro.
Me tomó tiempo recuperarme de esa imagen, el frío me mordía las manos y mi cabeza comenzaba a doler, me metía al carro, lo encendí y me di vuelta tomando rumbo a Querétaro. El silencio era total, los leones en mi mente gruñían en torno a los eventos de la noche, en torno al hombre, a mi miedo, el maletín, los cuchicheos y sobre todo en el bulto que había salido de mi taxi.
la radio C.B. se encendió haciendo ruido inaudible y pasando el cerro por fin pudo pasar la voz por entre el ruido estático.
- Comenta Roger, ¿cuál es tu veinte? Yo ya estoy en Querétaro.
- Aquí en le otra hermana república de Hércules Roger, comenta.
Trataba de esconder mi temor en mi voz que sin querer se entre cortaba en los diálogos.
- Pues llegando a los tacos compadre, me tomo mucho tiempo llegar por que hay un accidente a dos esquinas de aquí, al parecer un atropellado. Triste cosa compadre, muy triste, el pobre hombre quedó irreconocible, se ve que el catrín venía saliendo de trabajar por que venía de traje y maletín y toda la cosa compadre.
El comentario me erizó la piel de nuevo, solté el comunicador de la sorpresa, mis manos temblaban y no sentía mis pies y la voz de mi cabeza me seguía repitiendo, no . . . no. . . No puede ser.
Busqué un lugar por la avenida de los arcos para estacionarme y recuperar el control.
- Comenta Roger, ¿sigues ahí?
Busqué el intercom por entre el piso del lado del conductor. No puede ser . . . No es cierto . . . murmuraba yo entre dientes, sacudí mi cabeza para callar las voces en mi mente, presioné el botón y me quedé un rato pensando en lo que le iba a decir.
- Oiga compadre, ¿de qué color era el maletín que traía el hombre?
Entre el ruido estático escuche lo que mi compadre me respondió.
- Creo que era rojo o color vino compadre, ¿Por qué la pregunta, usted lo conoce?

*Basado en un relato de hechos reales.

Un amigo me contó ésta historia de mediados de los ochenta cuando manejaba un taxi antes de convertirse en profesor, comenzó su relato exáctamente como comenzó éste " Me han asaltado, amedrentado, golpeado y me han puesto una pistola en el pecho; pero nada de lo anterior me había asustado tanto como lo que estoy a punto de relatarles "
 

Boudika

Bovino maduro
#3
Leí tu relato anterior, y deesde luego éste.

Tienes una narrativa espontánea, fresca, que parecería que escucho tu voz relatando la historia de tu amigo. Con esto quiero decir, que aunque son largos los textos, se hacen de lectura amena y te sientes prisionera en cada línea que transcurre.

Describes las acciones y los protagonistas que es posible visualizarlos en la imaginación, transportando a quien te lee al escenario del relato. Como histoira sobrenatural que es, mantienes la atención y el suspenso, que no es fácil de lograr.

Me ha gustado muchísimo, y felicitaciones por tu forma de escribir.

Saludos, Gabriela
 

chippo

Bovino adolescente
#18
Muchas gracias por los buenos comentarios!

Estoy pensando hacer un libro con todos mis relatos pero ni idea de aquién enviárselos.

Saludos y gracias de nuevo por los comentarios!
 
#19
Buen post

Excelente relato, 2 al hilo :ahcanijo::ahcanijo: XD , yo me declaro cliente de este señor, sigue así que yo aquí te leo :metal:
 
Arriba